Se trata de un procedimiento derivado de la perspectiva cognitiva centrada en el autocontrol.
Fue elaborada para desarrollar en el niño habilidades
de autocontrol de las conductas disruptivas y agresivas como empujar, insultar,
poner la zancadilla, dar puñetazos, patadas...
Dirigida a
Niños pequeños, fundamentalmente a niños de Educación
Infantil y primer ciclo de Educación Primaria.
Objetivo
Proporcionar a
los niños medios para que puedan canalizar su propia ira. Es decir, ante
provocaciones o situaciones conflictivas que los llevan a responder con
conductas agresivas, la técnica de la tortuga pretende enseñar a:
·
Controlar su agresividad
·
Analizar adecuadamente situaciones
·
Responder de forma autocontrolada.
Fases
El
entrenamiento se desarrolla en 4 fases que se suceden a lo largo de 6 semanas.
·
Fase 1 (semanas 1
y 2). Se enseña al niño a responder a la palabra “tortuga” cerrando los ojos, pegando
los brazos al cuerpo, bajando la cabeza al mismo tiempo que la mete entre los
hombros, y replegándose como una tortuga en su caparazón.
·
Fase 2 (semanas 3
y 4). El niño aprende a relajarse. Para ello, tensa todos los músculos mientras
está en posición de tortuga, mantiene la tensión durante unos segundos, y
después relaja a la vez todos los músculos.
·
Fase 3 (semana 5).
Se pretende conseguir la generalización en la utilización de la posición de
tortuga y la relajación a diferentes contextos y situaciones.
·
Fase 4 (semana 6).
Se dedica a la enseñanza de estrategias de solución de problemas
interpersonales.
¿Cómo se enseña la técnica de la tortuga a
los niños?
Se trata de ir
enseñando al niño a lo largo del tratamiento, la técnica de la tortuga en forma
de historia.
Por ejemplo:
“A veces tus padres o el profesor pueden pedirte que
hagas algo y cuando no lo haces se enfadan. Cuando sucede esto tú te pones
furioso porque piensas que ellos te tienen manía”. En esta situación, es bueno
que recuerdes cómo solucionan las tortugas sus problemas. ¿Sabes cómo lo hacen?
Hace mucho tiempo había una hermosa tortuga que tenía
(4, 6, 7, 8) años y que se llamaba Pongo. A ella no le gustaba demasiado ir al
colegio. Prefería estar en casa con su hermano menor y su madre. No le gustaba
aprender cosas en el colegio. Prefería correr, jugar. Era demasiado pesado
hacer fichas y copiar de la pizarra. No le gustaba escuchar al profesor, era
más divertido hacer ruidos de coches y nunca recordaba qué es lo que tenía que
hacer. A Pongo lo que más le gustaba era enredar con los demás compañeros,
meterse con ellos y gastarles bromas.
Cada día, cuando iba camino del colegio, se decía que
intentaría no meterse en líos, pero luego era fácil que alguien hiciera que
perdiera el control, y al final se enfadaba, se peleaba y el profesor le reñía
o le castigaba.
“Siempre metido en líos”, pensaba.
“Como esto siga así, voy a acabar odiando el colegio y
a todos”.
La tortuga lo pasaba muy pero que muy mal.
Cuando el señor Tortuga vió a Pongo le preguntó: ¿Por
qué estás tan triste?, y Alberto le contó lo que le pasaba, que siempre se
metía en problemas y que se portaba mal sin saber porqué. El señor Tortuga le
sonrió y le dijo que comprendía lo que le había contado porque hacía mucho
tiempo, antes de que fuera sabio, él también se enfadaba cuando hacía cosas que
no estaban bien. Pongo se sorprendió y le preguntó cómo había aprendido a
portarse bien. El señor Tortuga le dijo “Bien, Pongo, he aprendido a utilizar
mi protección natural, mi caparazón. Tú también puedes esconderte en la concha
siempre que tengas sentimientos de rabia, cuando tengas ganas de gritar, de
pegar, de romper cosa. Cuando estés en tu concha puedes descansar hasta que ya
no te sientas enfadado. Así que la próxima vez que te enfades, ¡Métete en la
concha!
El señor
Tortuga le contó a Pongo que había aprendido a dominarse en las situaciones
difíciles metiéndose en su caparazón, respirando profundamente y relajándose
(soltando todos sus músculos, dejando que cuelguen manos y pies, no haciendo
nada de fuerza con su tripa, respirando lentamente, profundamente). Además,
pensaba cosas bonitas y agradables mientras estaba relajado.
Después pensaba
en la situación en la que se encontraba y en la forma de solucionarla.
Planteaba 4 o 5
ideas e imaginaba lo que sucedería si ponía en práctica cada una de estas
cosas. Finalmente seleccionaba la mejor. Así es como llegó a ser sabio. Bien,
Pongo se entusiasmó realmente con la idea. Fue más a gusto al colegio cada día
pues tenía muchos amigos y su profesor y sus padres estaban muy contentos con
él.
Pongo siguió
practicando cómo solucionar las situaciones difíciles hasta que verdaderamente
lo hizo bien. Tú puedes también hacer lo que hace Pepe. Cuando estés muy
enfadado y veas que vas a meterte en líos, puedes aislarte en tu caparazón,
relajarte y decidir qué es lo que deberías hacer.
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