ESTADOS MENTALES (TEORÍA DE LA MENTE)
Sin esfuerzo aparente y de manera casi constante, en
nuestras relaciones interpersonales atribuimos todo un mundo interno de deseos,
creencias, recuerdos, conocimiento, intenciones...; estados mentales que empleamos
para explicar, anticipar y entender el comportamiento propio y ajeno. La
expresión teoría de la mente tiene su origen en el campo del estudio de la
conducta animal, fue acuñada por los etólogos Premack y Woodruf (1978) y hace
referencia a la capacidad de atribuir estados mentales a los demás y a uno
mismo. Esta capacidad de ver al otro y a uno mismo como seres que tenemos mente
constituye una potente herramienta para la realización interpersonal, que
permite dar sentido al comportamiento humano, el cual, como señala Rivière
(1996), no lo interpretamos de forma natural aludiendo a causas de tipo
fisiológico o puramente conductuales, sino en términos de estados mentales que
median entre las situaciones y nuestras acciones. Dada la naturaleza no directamente
observable de los estados mentales y el uso que tiene su atribución para hacer
predicciones y dar sentido a la conducta de aquel al que se lo atribuimos, los
autores utilizan el término “teoría” para hacer referencia a esta capacidad.
La atribución de
creencias falsas
Wimmer y Perner (1983) llevaron a cabo el primer trabajo
específicamente dirigido a poner a prueba cuándo los niños habrían adquirido
una teoría de la mente. Realizaron una prueba conocida como “prueba de creencia
falsa del cambio inesperado”. Sin embargo, la prueba que más se utiliza, para
evaluar la teoría de la mente en personas con autismo es conocida como la tarea
de “Sally, Ann y la canica”, de “la canica”, o simplemente, la tarea clásica de
creencia falsa.
Antes de comenzar la narración se describe el escenario
inicial y se representan los personales:
·
Sally, que tiene una cestita y una canica,
·
Ann, que tiene un bolsito y no tiene canica
Una vez que el evaluador comprueba que el niño reconoce a
los personajes por sus nombres, comienza la narración de la historia:
Episodio
1. Situación inicial: Sally, deja su canica en la cestita
Episodio
2. Desaparición de la escena del personaje protagonista: El
evaluador, bajo el pretexto de que Sally va a salir a dar un paseo, saca a la
muñeca de la escena.
Episodio
3. Cambio de localización del objeto: Una vez que Sally está
fuera, Ann coge la canica de la cestita y la guarda en el bolsito
Episodio
4. Reaparición del protagonista: Sally vuelve del paseo.
A continuación, se realiza la pregunta de prueba, que recae
sobre la predicción de la conducta de Sally, “¿dónde va a ir Sally a buscar su
canica?”. Por último, se realizan dos preguntas de control para aseguran que el
niño ha tenido en cuenta el cambio de localización del objeto:
Una de memoria:
“¿dónde estaba al principio la canica?
Otra de realidad:
“¿dónde está ahora la canica?”
Por tanto, a los niños se les pregunta por la predicción de
la conducta, y no explícitamente sobre la creencia del personaje. Esto es así
porque, Wimmer y Perner entienden que, desde un punto de vista lógico, para
predecir correctamente la conducta es necesario haber inferido previamente, a
partir del acceso de la información que ha tenido el personaje, su creencia. La
idea de que la actividad requiere llevar a cabo los procesos de inferencia es
una de las que ha dominado el panorama teórico en este campo. En este sentido,
otro de los términos con que se hace referencia en la literatura a la teoría de
la mente es el de capacidades de
inferencia mentalista.
Hay que tener en cuenta que si el niño predice la conducta
del personaje basándose en su propio estado mental sobre la localización de la
canica (el niño sabe dónde está) o en la localización real de la canica, esto
le llevaría a predecir que la muñeca iría a buscar la canica en lugar contrario
al que iría el personaje, ya que éste tiene una creencia sobre su localización
que resulta ser falsa. En este sentido, la tarea de creencia falsa exigiría un
razonamiento descentrado del propio estado mental del niño y contrafáctico.
Desde el punto de vista de los requisitos cognitivos de representación, la
tarea se ha relacionado con la capacidad
de metarrepresentación (Phylyshyn, 1978; Perner, 1991). Esta capacidad que va
más allá de la de poder formar representaciones mentales sobre las situaciones,
implica representarse representaciones mentales sobre las situaciones.
En general, aunque la investigación centrada en la
evaluación de la teoría de la mente a través de situaciones de creencia falsa
indica que algunas modificaciones del procedimiento de aplicación pueden
facilitar en niños de edad cercana a los 4 años su resolución, se acepta la
edad de entre 4 y 5 años como “edad crítica” para la resolución de situaciones
mentalistas en las que están implicados estados mentales de creencias falsas.
Esta edad constituye un momento de avance importante en el desarrollo de las
habilidades mentalistas, al poner en evidencia la comprensión de que las
representaciones que las personas podemos hacer de las situaciones no tienen
por qué coincidir con la realidad de dichas situaciones, y de que son nuestras
representaciones las que guían nuestras acciones y no los hechos en sí mismos.
Poco después, a partir de los 6-7 años, además, los niños
son capaces de solucionar pruebas que requieren cierta comprensión del carácter
recursivo de los estados mentales (Perner y Wimmer, 1985; Nuñez, 1993); esto
es, entender que el referente de nuestros estados mentales puede ser otro
estado mental; o en otras palabras, que nuestros estados mentales no sólo representan
situaciones o hechos de la realidad, sino que también pueden ser sobre otros
estados mentales. La estructura formal de las tareas de creencia falsa,
denominadas de segundo orden de intencionalidad es el siguiente:
El personaje (A), al que hay que atribuir el estado mental,
tiene una creencia falsa sobre la creencia que un segundo personaje (B) tiene
sobre un determinado estado de hechos (X). La creencia falsa de A viene
provocada por que el personaje no tiene información de que B ha sido informado
de que ha habido un cambio en el estado de los hechos. Por ejemplo, el
personaje que abandona la sala en la prueba de la canica ha visto a través de
una ventana que la otra niña cambia el lugar de la canica. Por tanto, Ann
tendrá una creencia falsa sobre la creencia que tiene Sally sobre el lugar
donde se encuentra la canica. Al volver Sally le preguntamos al niño: ¿dónde
cree Ann que Sally va a ir a buscar su canica?
Habilidades
mentalistas anteriores a la comprensión de creencias falsas
Aunque los niños hasta los 4-5 años tienen problemas con
las creencias falsas, en momentos anteriores del desarrollo el niño no
permanece ajeno al mundo mental de las personas y el papel que desempeñan los
estados mentales sobre la conducta.
Wellman y Estes (1986), en un estudio clásico, plantearon a
niños de 3 años situaciones en que dos personajes querían un objeto, pero
mientras uno de ellos solamente pensaba, soñaba, simulaba o recordaba el objeto
(el objeto como contenido propio del mundo mental), el otro lo conseguía (el
objeto como fenómeno físico). Por ejemplo, se le decía a los niños que a Sam y
a Kate les gustan las galletas, la madre de Sam le da una galleta, mientras que
Kate está pensando en la galleta. A continuación, les formulaban una serie de
preguntas para explorar si los niños distinguían algunas características
propias de los objetos en cuanto fenómenos mentales o físicos. Los niños a esta
edad eran capaces de apreciar que el niño que tenía la galleta podía comerla,
pero no el que la recordaba, mostrando así cierta comprensión de que los
fenómenos físicos, y no la realidad mental, ofrecen evidencia sensorio-comportamental
de su existencia: son perceptibles y podemos actuar sobre ellos.
Otros trabajos indican que los niños de 3 años parecen
entender los deseos como elementos que dirigen la acción, y que los otros
pueden tener deseos diferentes a los propios. Por ejemplo, dirán que un
personaje seguirá buscando algo que quiere si no lo encuentra, mientras que si
lo encuentra dejará de buscarlo; si se le dice que el protagonista de una
historia puede jugar a X o a Y, se presentan dos dibujos, uno para cada una de
las posibles situaciones de juego, y se les pide que elijan qué hará el
protagonista, eligen el dibujo que representa al personaje jugando a lo que se
ha especificado que quiere jugar, aunque ello mismos habían preferido el otro
juego. Además, son capaces de relacionar la satisfacción/insatisfacción de los
deseos con emociones simples de
alegría/tristeza. Durante este período también se ha señalado un progreso en la
comprensión de que algo que en un determinado momento es deseado puede dejar de
serlo en otro, o de que las personas podemos tener deseos diferentes sobre un
mismo aspecto de la realidad (una misma cosa puede ser deseada por una persona,
pero no por otra).
Por otra parte, trabajos que han evaluado la atribución de
conocimiento/ignorancia indican que a esta edad los niños entienden un aspecto
tan central como que quien no ve algo, no lo sabe, y que quien lo ve lo sabe.
Esto es, relacionan el acceso que las personas tienen a la información como
fuente del contenido de los estados mentales.
Bibliografía
Mariscal, S., Giménez-Dasí, M., Cariedo, N., &
Corral, A. (2009). El desarrollo psicológico a lo largo de la vida.
Madrid: McGrawHill.
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