La sociología denomina violencia juvenil y la psicopedagogía
conducta antisocial para referirse a los problemas de socialización de la
infancia y la adolescencia que incluyen:
La mentira reiterada y provocadora de conflictos
interpersonales
El hurto
La falta de control de impulsos
La huida de casa
El absentismo escolar reiterado
La agresión o violencia física contra las personas,
los animales o cosas.
Esto afecta a todos los individuos y grupos, incluso a
aquellos que sólo son espectadores del fenómeno, porque forma parte del
contexto y del contenido del proceso de socialización. Es decir, es parte de lo
que los niños y jóvenes aprenden desde la escuela.
Kazdin y Buela Casal
(2002) diferencian entre:
Conducta antisocial:
Comportamiento que refleja la infracción de las reglas de convivencia y
constituya una agresión contra los demás y/o contra del entorno que además
tiene consecuencias negativas para el individuo. Pueden aparecer en el curso
del desarrollo normal, y tenderán a desaparecer con atención adecuada y con el
crecimiento del niño en un entorno poco reforzante de esos comportamientos. La
intensidad, frecuencia y estabilidad de los comportamientos agresivos o
violentos, son los indicadores de un problema más severo.
Trastorno de conducta:
Hace referencia a patrones de conducta antisocial sostenido, que se intensifica,
bien cuando existe un deterioro significativo en sus relaciones cotidianas en
casa o cuando su comportamiento es considerado incontrolable por familiares,
amigos y/o educadores. Por tanto, se emplea para conductas antisociales graves
y clínicamente significativa, es decir intensos, frecuentes y estables.
No se puede confundir conducta antisocial o trastorno de
conducta con delincuencia ya que no todos realizan actos delictivos. Guarda más
relación con la existencia de desórdenes o trastornos del comportamiento
social.
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