Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque AGRESIÓN: ¿POR QUÉ ES MÁS PROBABLE QUE LAS PERSONAS SE COMPORTEN AGRESIVAMENTE EN UNAS SITUACIONES QUE EN OTRAS?
¿POR QUÉ ES MÁS PROBABLE QUE LAS PERSONAS SE COMPORTEN AGRESIVAMENTE EN UNAS SITUACIONES QUE EN OTRAS?
Bushman y Huesmann (2010) distinguen los
siguientes factores de situación:
Factores que instigan o precipitan la agresión
Factores que interfieren en los mecanismos de la agresión
Factores que precipitan la agresión
La mayoría de los factores que precipitan la
agresión tienen una naturaleza social, es decir, la instigación procede de otra
persona o grupo. No obstante, algunos no pueden considerarse sociales como es
el caso de la presencia de claves sociales o los denominados “estresores
ambientales”.
Instigadores
sociales
1)
La provocación
Probablemente, la provocación, es el principal
detonante de la agresión, al menos de la llamada agresión hostil o reactiva.
Ante una provocación fuerte, los hombres y mujeres reaccionan igual (Bettencourt y Miller, 1996). Su
lógica estaría en que la provocación supondría una amenaza a las necesidades
humanas básicas de autoestima positiva, de control y de confianza.
La provocación puede adoptar muy diversas
formas, entre otras:
·
Insultos, burlas u otro tipo
de agresiones verbales que atentan contra la propia imagen personal o social.
·
Ataques físicos
·
Interferencias en los intentos
de una persona de lograr una meta
Todas las formas de provocación tienen como
consecuencia, inducir un estado emocional negativo en el que las sufre, aunque el
grado de negatividad y el tipo de respuesta que provoca dependen de factores
personales. Por ejemplo, si la víctima de la provocación es consciente de que
existen circunstancias atenuantes (el otro está borracho o nos ha confundido
con alguien), la acción tendrá menos impacto en ella (Zillman, 1983). Por el
contrario, si atribuye intenciones hostiles al provocador, su reacción más
probable será responder a la agresión con agresión (Dodge y Coie, 1987).
2)
El rechazo y la exclusión
social.
Estas formas de agresión tienen a veces en las
víctimas un efecto sociópeto (de
intento de reparar la relación o búsqueda de otros contactos) o sociófugo (de evitación, pasividad o
letargo), sin embargo, en muchas ocasiones las personas reaccionan
agresivamente cuando son rechazadas por otras personas o por su grupo.
La relación entre rechazo y agresión no se
limita a experiencias recientes, sino que incluso el recuerdo de episodios pasados es suficiente para instigar la
tendencia a agredir. De hecho, el rechazo por parte de los padres o los
compañeros durante la infancia se asocia con diferencias individuales en
comportamiento agresivo en etapas posteriores de la vida (Lansford, Malone,
Dodge, Pettit y Bates, 2010). Además, esa agresión no se dirige sólo a la
persona o personas implicadas en el rechazo al agresor, sino que muchas veces
se extiende a otros.
La respuesta agresiva parece más probable
cuando la persona rechazada no tiene expectativas de volver a ser aceptada
(Twenge, 2005). En estos casos, suelen buscar esa aceptación en grupos
extremistas, muchas veces violentos. Al unirse a esos grupos y seguir sus
normas, la persona rechazada ve satisfechas sus necesidades de pertenencia,
potenciación personal y control, y también la de tener una existencia
significativa.
3)
La percepción de
sentirse injustamente tratado.
La gente por lo general considera que existe
una norma implícita que establece que todo el mundo tiene derecho a ser tratado
con justicia. Cuando percibe la situación como justa, incluso cuando no
consigan lo que quieren, las personas suelen sentirse respetadas. En cambio,
cuando sienten que se ha violado su
derecho a un trato justo y respetuoso, tienden a sentirse heridas y
menospreciadas, a experimentar ira, y a reaccionar agresivamente para recuperar
una imagen positiva ante sí mismas (autoestima) y ante los demás (DaGloria,
1984). Este es un de cómo la agresión puede ser al mismo tiempo hostil e
instrumental.
El fenómeno de “privación relativa”:
Es un ejemplo de agresión por percepción de
injusticia que está en la base de muchos movimientos colectivos de protesta.
Este fenómeno puede aparecer en las relaciones
interpersonales, pero se da sobre todo en las intergrupales. Consiste en la
imposibilidad percibida de alcanzar lo que se considera una aspiración
razonable o justa porque otra persona o grupo lo impide.
Se denomina privación relativa porque el que la sufre se siente privado en
relación con un determinado criterio. Es decir, no es la privación en sí misma
la causa del conflicto, sino la
privación en comparación con lo que uno o el grupo espera o cree que debería
tener.
Criterios
en los que se basan las personas para decidir si sus aspiraciones son
razonables:
·
Las normas sociales que
especifican lo que cualquiera debería conseguir en esas circunstancias.
·
La propia experiencia en circunstancias
similares del pasado (caso muy común en niños educados por padres con estilo
educativo permisivo, donde los niños aprenden a que sólo tienen derechos, no
deberes, con ausencia de normas. Al llegar al colegio, se niegan a cumplir las
normas, quieren que les presten la misma atención que sus padres y que hagan
las cosas como ellos dicen. De esta forma, los niños llegan a experimentar que
son tratados de forma injusta por los demás y probablemente actúan de forma agresiva
y con conductas desadaptativas que impiden su desarrollo integral de forma
adecuada.
·
Los resultados obtenidos por
otros que se consideran comparables a uno mismo o al propio grupo (por ejemplo,
cuando un niño de 11 años tiene que cumplir normas como tirar la basura...porque
si no recibirá una pena, y ve cómo su hermana de 20 años no recibe ninguna
norma en casa, no tiene obligaciones, no contribuye en casa y sus padres no le
ponen sanción ni le exigen nada.
·
Lo que otros dicen que uno, o
el propio grupo, merece.
La frustración asociada con la privación
relativa es una fuente de energía que aumenta la probabilidad y la intensidad
de los esfuerzos para luchar contra dicha privación, y, si la causa se atribuye
a una persona o a un grupo, esa energía suele transformarse en ira, que impulsa
hacia una respuesta agresiva. Pero si la situación de privación continúa puede
llegarse a un estado de desesperanza que hará descender las aspiraciones y
reducirá el conflicto sin haberse resuelto el problema.
Instigadores no
sociales
1)
Las claves agresivas
Las claves agresivas son objetos o imágenes que
están presentes en la situación y que activan en nuestra memoria pensamientos
y/o emociones relacionados con la agresión. El proceso que interviene es el “priming”.
Numerosos estudios han confirmado que:
·
Cualquier estímulo que la
persona relacione con la agresión (por ejemplo, las películas violentas) pueden
aumentar la saliencia de pensamientos agresivos con su mera presencia en la
situación (Anderson, 1997).
·
No es necesario que la persona
sea consciente de esa presencia para que el efecto de priming se produzca (se
ha demostrado incluso presentando los estímulos de forma subliminal) lo que indica
que las claves agresivas funcionan de forma automática.
·
Es fundamental para que un
determinado estímulo active cogniciones agresivas que la persona lo asocie con
la agresión. Es decir, el significado agresivo no es una propiedad inherente
del estímulo, sino que se lo asigna la persona a partir de su experiencia
previa y de sus estructuras de conocimiento almacenadas en la memoria.
De estos resultados, se puede deducir que la
exposición repetida a claves relacionadas con la agresión (a través de los
medios o de los videos juegos, por ejemplo), a la fuerza de activar
frecuentemente pensamientos, emociones y opciones de respuesta agresivas,
termina por hacerlos crónicamente accesibles, lo que probablemente contribuye a
una mayor tendencia a comportarse agresivamente, ya sea como reacción ante una
provocación o como medio para conseguir algún objetivo deseado.
2)
Estresores
ambientales
Los factores ambientales como el calor, el
hacimiento o el ruido, se relacionan con la agresión a través del aumento de la
activación fisiológica (arousal) y el estado afectivo negativo que provocan, y
parecen afectar más a la conducta agresiva hostil que a la instrumental.
a)
El
calor
El efecto del calor sobre el comportamiento
agresivo parece producirse por dos vías: una directa, aumentando la
irritabilidad y los sentimientos de hostilidad, y otra indirecta, activando
pensamientos agresivos.
b)
El
hacimiento
El
hacimiento es una experiencia psicológica desagradable provocada por la
percepción que tiene la persona de que hay demasiada gente en el espacio en que
se encuentra. Se trata de una percepción subjetiva, no relacionada con la
densidad objetiva real de personas.
c)
El
ruido fuerte
No es el ruido en sí el que instiga reacciones agresivas,
sino el hecho de que sea un fenómeno aversivo incontrolable, es decir, que la
persona percibe que no puede controlar el ruido.
Factores que interfieren en la inhibición de la agresión
La agresión es una tendencia natural que
tenemos en nuestro repertorio desde que nacemos, como ocurre con los animales.
Lo que aprendemos por experiencia directa o por observación, es cómo y cuándo
manifestarla, y cómo y cuándo inhibirla. Sin embargo, aunque hayamos aprendido
a inhibirla, algunos factores situacionales como el alcohol obstaculizan la
inhibición.
1)
El
alcohol
El
alcohol en sí mismo, no se trata de un factor instigador de comportamientos
agresivos. Más bien, su influencia sobre ese tipo de respuestas se produce en
combinación con otros factores instigadores. Una persona que ha sido provocada
por otra, o que se ha visto frustrada por alguien en la obtención de algo que
buscaba, o que se encuentra en una situación en la que hay claves agresivas,
por ejemplo, reaccionará agresivamente con mucha más probabilidad si está ebria
que si no lo está (Bushman, 1997). En cambio, en ausencia de instigadores, el
efecto del alcohol en la agresión es prácticamente nulo.
2)
El
anonimato
El anonimato puede interferir en la inhibición
de la conducta agresiva porque el agresor piensa que es poco probable que otros
le identifiquen y le hagan responsable de sus actos agresivos. Se trata de una
estrategia utilizada por los criminales (ladrones, terroristas, comunicaciones
a través de internet...).
Referencias
bibliográficas
Gaviriana, E., López, M., & I., C.
(2013). Introducción a la psicología social. Madrid: Sanz y Torres.
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