¿Hay duelo después de un aborto?
En el aborto, como en toda
pérdida, debe realizarse un proceso de duelo. En este caso concreto, puede
complicarse si no se cuenta con el apoyo social (familia, pareja o amigos) o
con acompañamiento psicológico adecuado, pues las mujeres que abortan sufren
una serie de sentimientos que obstaculizan la elaboración del duelo, tales como
la negación, la culpa, la represión,
miedo...Por otro lado, hay que tener
en cuenta que en la sociedad a veces se rechaza a estas mujeres como dolientes
de una pérdida al no ser reconocida como importante o en su caso porque las
señalen como asesinas de su propio hijo, lo que implica un aumento de la
culpabilidad.
Pero estos sentimientos
obstaculizadores y, el proceso de duelo como tal, varían de acuerdo a que el
aborto sea natural o inducido.
Aborto natural
Todos los procesos de
duelo, aún los de la misma persona, son diferentes entre sí. Sin embargo, a
rasgos generales, en un aborto natural suele haber más sensación de
incontrolabilidad, de “no servir para gestar”, de haber hecho algo mal o
contraproducente sin saberlo, y sentirse culpable con ello.
Probablemente sean la falta
de control, la impotencia ante lo inevitable, la indefensión, los aspectos más
característicos de este tipo de abortos, pero cada caso es diferente.
El aborto natural puede
traer consigo un duelo menos complicado, por el hecho de que la mujer, la
mayoría de las veces recibe mucho apoyo de su familia y amigos que solidarizan
con ella y comparten los sentimientos de tristeza por esa pérdida tan temprana
y súbita.
Sin embargo, hay algunas
experiencias que no permiten que el duelo tras un aborto natural tenga un
desarrollo fácil.
Entre ellas está el hecho
de que la mayoría de las mujeres prefieren no ver el cadáver para no confrontarse
con posibles malformaciones o mutilaciones, lo cual implica que no se enfrenten
con la única prueba física de la realidad: su hijo ha muerto; este puede ser un
contribuyente a que la negación, que
es la primera reacción a una pérdida,
se haga más difícil de eliminar o, en el peor de los casos, se perpetué.
Asimismo, hay carencia de actos rituales que permitan hacer una simbolización
de la pérdida.
Aparece también la necesidad de culpar a alguien que, por
lo general, es a ellas mismas, lo que las lleva a pensar que no
tuvieron los suficientes cuidados durante su embarazo, que no fueron
responsables y que no pudieron hacer nada para evitar el aborto (sentimiento de
impotencia); en otros casos la culpa recae también sobre la pareja, “si mi
marido no hubiera deseado tantas relaciones sexuales, esto no habría ocurrido”.
Se encuentra también, que
las personas son muy reacias a hablar de
lo ocurrido y de sus sentimientos hacia ello, lo que hace que permanezca
ahí como un enigma, como algo que es mejor no mencionar y que debe olvidarse lo
más pronto posible, lo cual permite también la negación o la represión de lo ocurrido, se evita por doloroso, pero
se deja de lado que por medio de la dialéctica se comienza un proceso de
recuperación. Entonces los amigos o familiares de la doliente, al negarse a
hablar del caso, caen en palabras que para ellos son de consuelo, pero en
realidad llevan subyacentes la negación: “Eres joven, puedes tener otros
hijos”, “Embarázate enseguida”, “En vez de pensar en esto, piensa en tus hijos
sanos”, “Es mejor perderlo ahora que de mayor”, “Es la voluntad de Dios”, “Por
suerte nació muerto, así no te encariñaste con él”…
Es posible que a un aborto
se liguen otro tipo de pérdidas, como la de la fertilidad, que conlleva una
profunda preocupación en la mujer o
aumenta el dolor en caso de que si haya una pérdida real de ella; también es
muy común que ocurra un rompimiento en la relación de pareja, pues algunos
suelen no entender los sentimientos y reacciones subjetivas del otro –que son
más son más fuertes en la mujer- y por lo tanto entran en conflicto.
Así, una sola pérdida trae otras consigo e implica la elaboración simultánea de
duelos, y por lo tanto no permite la focalización en uno de ellos, haciendo que
el proceso sea más complicado.
Aunque las anteriores
características pueden incidir profundamente en la obstaculización del proceso
de duelo, no son imposibles de superar y la mayoría de mujeres, dado que
cuentan con el apoyo de su grupo social, pueden elaborar su duelo sin necesidad
de acudir a ayuda psicológica.
Aborto inducido
Aunque la mujer que se
practica un aborto siente, en un primer momento, alivio, este es pasajero y
viene seguido de varios sentimientos y conductas negativos que le impiden
elaborar un duelo “normal” por esa pérdida y aparece la posibilidad de sumirse
en un estado bastante patológico (depresión
o melancolía), que puede durar meses, años o toda la vida.
Lo primero que
aparece, es un sentimiento de culpa
bastante fuerte que está ligado, primero, al hecho de reconocerse como la
responsable de la muerte de un humano que venía en camino, el propio hijo y,
segundo, por la connotación social que tiene el aborto provocado, es un
asesinato que, como cualquier otro, tiene consecuencias penales. Entonces la
mujer se siente una criminal que está obligada a guardar silencio para no ser
descubierta y por lo tanto evita buscar ayuda.
Además, la mujer sabe que
ha cometido algo en contra de su naturaleza, ella está biológicamente preparada
para tener sus hijos dentro de sí mientras se preparan para nacer, tiene la
capacidad de protegerlos y alimentarlos en el vientre y, sin embargo, decide
interrumpir ese proceso, antes de que de él surja como resultado una vida que
estará bajo su responsabilidad, y no anticipa que ahora será una muerte bajo su
responsabilidad.
La mayoría de mujeres que
deciden abortar lo hacen en momentos de conmoción, ansiedad, miedo, impotencia…
en los cuales no suelen hacer una reflexión de las consecuencias que el aborto
trae, sólo piensan en “deshacerse” de un problema, sin pronosticar que ello les
traerá otros; esto aumenta el sentimiento de culpa, pues hay un remordimiento
por haber actuado precipitadamente. En muchas ocasiones el sentimiento de culpa
puede ser irreversible, lo cual indica que permanece durante toda la vida.
Entonces, aparece en estas
mujeres la necesidad de mantener su acto oculto para protegerse, lo cual puede
ser promotor de que intenten sacarse de la cabeza el evento, que intenten
olvidarlo o caigan en la profunda negación. Lo cual impide totalmente que se
comience el proceso de duelo, pues sabemos que en él es fundamental la
aceptación de la realidad de la pérdida y, en este caso, la responsabilidad que
se tiene en ella.
Otro suceso que contribuye
a la negación, es que las pocas personas que están enteradas del aborto (madre,
amigas, novio), sólo lo ven como la solución de un problema y no lo reconocen
como una pérdida significativa que sufre la mujer. Esto representa la ausencia
total del apoyo social para estas mujeres, las cuales no son ni entendidas ni
acompañadas en su dolor, viéndose así, obligadas a “pasar por alto” sus
sentimientos y a continuar su vida normal en contra de su dolor interior, que
al igual que para los otros, es inaceptable para ella. Esto debido a que la
sensación inicial de alivio, puede perdurar para los otros, y sólo en la madre
empiezan a aparecer, paradójicamente, la culpa, la tristeza, el dolor… todas
las sensaciones displacenteras típicas del duelo.
La mujer puede manifestar
la negación por dos vías, una de ellas consiste en el sumergimiento en un
estado depresivo que puede ser oscilar en gravedad y duración de acuerdo al
caso, la mujer pasa por momentos de mucha tristeza, desinterés hacia el mundo
exterior e incluso hacia si misma, pérdida de energía, llanto, culpa...
La mujer se niega entonces
a salir de ese estado depresivo y a avanzar en las tareas del duelo, quedándose
en la perpetuación de su dolor, pues aunque por momentos salga del estado
depresivo, este puede resurgir en cualquier momento de su vida con la misma
intensidad, indicando un duelo no elaborado y marcando un daño emocional de por
vida.
La otra manera en que se
manifiesta la negación, es por la aparición de comportamientos inversos a los
de la depresión, ya que esta resulta insoportable, la mujer se muestra entonces
feliz y tranquila después de lo sucedido, es como si su sentimiento de alivio
perdurara y tras él no vinieran la culpa y el dolor; se visibilizan también la
actitudes de ira, hiperactividad y un sentimiento de superioridad frente al
problema que tiende a considerarse socialmente como la superación del mismo.
Ellas no elaboran un duelo, puesto que ni siquiera han dado una valoración a la
pérdida, pero, este mecanismo de defensa suele debilitarse en algún momento al
encontrarse con un detonante, el cual causará la aparición de los síntomas que
estaban incubados.
Es importante aclarar que
en algunas mujeres el sentimiento de alivio y tranquilidad es “común” que
perdure o, que tras la práctica de un aborto nunca sientan culpa o tristeza y
que, además, no tengan reparo en hacerlo repetidas veces, esto debido a que
tienen rasgos de psicopatía y por lo tanto, tienen alterados sus
sentimientos hacia las conductas dañinas que realizan sobre los demás.
También puede darse el caso
de mujeres que recurran al alcoholismo, la promiscuidad, la drogadicción… como
formas de negación y a la vez como forma de expansión de las cargas libidinales
que se encontraban descargadas en el hijo abortado.
Al igual que en el aborto
espontáneo, en el inducido hay una variedad de pérdidas que se le pueden
asociar y que hacen más complicada la situación de la mujer. Por la vulnerabilidad emocional en que
permanece la mujer, suelen afectarse sus relaciones interpersonales trayendo
como consecuencia rompimientos con su pareja, familia, amigos etc., también por
la debilidad física, tiende a perderse el trabajo y otras actividades
corporales que se realizaban antes (baile, deportes…), por último, algunas
mujeres sufren una perdida que puede ser muy dolorosa, la de la fertilidad.
Según lo anterior, es
preciso afirmar que la mujer que se induce un aborto (sin entrar a
generalizar), queda en un estado de vulnerabilidad tal, que el acompañamiento
psicológico y social se hace las más de las veces obligatorio para que ella
inicie un proceso de duelo normal y no se quede estancada en la negación de la
pérdida o en la perpetuación del dolor. Es necesario pues, que la mujer se
someta a un proceso psicológico en el que cambie
el sentimiento de culpa por el perdón a si misma, lo cual le permita tratar
el daño emocional que puede producir para siempre el hecho de haber eliminado
una vida humana; la negación por la
aceptación, la cual es el primer paso para comenzar un proceso de duelo; y
finalmente para que le dé un rumbo diferente a su dolor que el de la
perpetuación.
Muchos de los síntomas ya
mencionados, en conjugación con otros, se han hecho propios de un cuadro
clínico denominado Síndrome post aborto,
el cual se piensa que es más característico en las mujeres que se inducen un
aborto que en las que lo sufren de forma natural, ya que las primeras lo
vivencian como un suceso traumático del que se sienten totalmente culpables y
no cuentan con el apoyo adecuado para tramitarlo. Las segundas, en cambio,
aunque lo viven también como traumático, cuentan con el apoyo de su familia
para la elaboración menos complicada de un duelo. Esto no significa que una
mujer que sufra un aborto espontáneo, no entre en el síndrome post aborto, o
que todas las que tengan un aborto inducido sufran el mismo, sólo son síntomas
que se encuentran comúnmente en mujeres abortistas, pero que obviamente no se
pueden generalizar a todos los casos para no dejar de lado la particularidad de
cada mujer.
Síndrome post-aborto
El síndrome post-aborto es
concebido como una forma del trastorno por estrés postraumático (TEPT), ya que
la mujer vivencia el aborto como un suceso traumático, sea porque fue obligada
a él o por la culpa que la hace concientizarse de que fue la ejecutora de la
muerte de su propio hijo; entonces los síntomas están directamente relacionados
con el suceso traumático y con la reviviscencia del mismo como en el TEPT.
Según la Dra. Standford
(psiquiatra canadiense), en el síndrome post-aborto la mujer recorre tres
estadios:
1. Desasosiego
y tristeza ("No tiene el alma en paz, ni el espíritu en paz").
2. Revive
continuamente el momento traumatizante del aborto de un modo muy profundo,
aunque pasen 5, 10, 15 años recuerda la vestimenta de la enfermera, las paredes
de la habitación donde el aborto sucedió... y se pregunta a menudo ¿cómo sería
mi niño ahora?, "suelen justificarlo diciendo que no tenían otra opción,
que no podía hacer otra cosa... pero ese pensamiento vuelve".
3. Depresión
profunda con un gran sentimiento de culpabilidad, perdiendo interés por las
cosas que antes eran interesantes en su vida, y a veces no ve otras salidas que
el suicidio. "No como elección por la muerte en sí, sino como una elección
para salir de la situación de dolor, de pena, como un modo de salir de
allí."
Además, se presentan en el síndrome post-aborto una
diversidad de síntomas tanto somáticos como psicológicos, los cuales varían en
su aparición y gravedad de acuerdo a la estructura psicológica de la mujer,
entre ellos se encuentran los siguientes:
Manifestaciones Somáticas
|
Manifestaciones Psicológicas
|
Anorexia y pérdida de peso
|
Culpa
y tristeza
|
Bulimia
|
Enojo y hostilidad
|
Náuseas
y vómitos
|
Desesperación y pesimismo
|
Dolor
abdominal y sensación de vacío
|
Ensoñaciones diurnas y nocturnas
|
Palpitaciones
|
Pesadillas y nostalgia
|
Sensación de opresión torácica
|
Disminución del deseo sexual
|
Cefalea
|
Llanto, insomnio e hipersomnio
|
Pérdida de fuerza
|
Pérdida de concentración y motivación
|
La aparición de estas
manifestaciones es natural tras un aborto, pero como su duración puede llegar a
ser de varios años, son obstaculizadoras directas de la elaboración de un duelo
y de que la mujer pueda volver a recuperar su estado emocional equilibrado, en
el caso de que lo haya tenido, o si ha tenido otros descontroles emocionales o
alguna tendencia a sufrir un trastorno psicológico, puede servir como agravante
o desencadenante.
El
aborto es un suceso que ha sido muy trabajado desde el ámbito jurídico, por las
implicaciones legales que tiene y por el debate sobre si se penaliza o no.
También se ha abordado desde la medicina, por las consecuencias que puede traer
a la mujer a nivel somático, ya que después de un aborto ella queda muy frágil,
puede sufrir variedad de enfermedades y posiblemente no pueda volver a
concebir. Pero, el ámbito en el que menos se ha hecho un acercamiento a la
problemática del aborto y en el que quizás la mujer quede más afectada, es en
el psicológico, al cual se tiene poco acceso por el miedo de las mujeres
abortistas a “confesar su crimen”, lo cual hace que este se viva en el silencio
y la soledad y se vuelva cada vez más insoportable y patológico.
Además, también en el nivel
psicológico, el aborto, como toda pérdida, debe implicar una elaboración
de duelo que, en este caso, puede llegar a ser muy complicada, primero, porque
se trata de una muerte violenta (en el caso del aborto provocado), que es más
difícil de elaborar que la natural por la dificultad para asimilar que un ser humano
le quite la vida a otro, máxime aquí, cuando el asesino es la propia madre de
la criatura que viene en camino; segundo, porque se trata de la muerte de un
hijo, la cual se considera la más dolorosa y difícil de aceptar, aunque la
mujer que aborta, en un principio parezca “desnaturalizada” y no se reconozca
como madre de ese bebé, terminará por sentir que fue su hijo quien murió y
sentirá el dolor de toda madre que pierde a sus hijos como si perdiera una
parte de si misma, pues se ha amado en ellos.
CONCLUSIONES
·
La mujer que aborta, aunque lo hace con miras a
su liberación, no hace otra cosa que fabricar sus propias cadenas, ya que queda
presa de su tristeza, su culpa y su dolor.
·
En la elaboración de un duelo, influye
notoriamente el acompañamiento familiar y social, así como la importancia y
la connotación que se le dé a la perdida, tanto a nivel individual como social.
·
La mayoría de mujeres que abortan, especialmente
cuando es voluntariamente, necesitan acompañamiento o terapia psicológica para
tramitar su culpabilidad y elaborar el trabajo de duelo.
·
Es necesario que socialmente se mire a la mujer
que aborta, como una víctima (de su culpa y su dolor), y no solo como una
victimaria, para poder hacer un acercamiento a ella que le permita sentirse
acompañada y apoyada en su proceso de recuperación.
·
El aborto provocado, por su connotación de
“asesinato”, puede causar en la mujer que se lo practica daños emocionales tan
severos que si no se intervienen pueden ser de toda la vida.
¿Qué tipo de terapia sería la más
aconsejable? (Paz Ferrer Ispizua)
El trabajo terapéutico llevado a
cabo en el Centro Beatriz, consiste en acompañar
este proceso de descubrimiento y colaborar en él, de tal manera que la
persona aprenda que cuenta con sus propios recursos, los reconozca y los
utilice.
Cualquier terapia que permita
cerrar y despedirse, entendiendo que ese bebé que no nació siempre será parte
de nuestra vida, que existió y que merece un reconocimiento y un respeto, pero
que la mejor forma de honrarlo es vivir felices llevando ese recuerdo como un
tesoro.
La despedida no es el olvido,
porque no hay que despedirse de ese ser, sino del dolor de haberlo perdido, de
las expectativas, de los planes. Esto solamente es posible si se liberan la
culpa, la rabia, el miedo, y hay que entender que puede ser un proceso lento y
que tendrá momentos en los que parezca que se retrocede y se va “para atrás”,
pero que esto es parte del devenir natural.
En este sentido son importante
los ritos de despedida y de homenaje, así como guardar algún recuerdo (ecografía, foto...)
porque esa persona, aunque no llegara a nacer, formó y formará parte de nuestra
vida.
Referencias bibliográficas
El duelo después del aborto.
Recuperado el 13 de diciembre de 2017 de http://www.atroposudea.org/textos/el-duelo-despues-de-un-aborto
Onno van der Hart, P. F. (1991). Rituales de despedida
en la terapia de duelo. Cuadernos de la terapia familiar, 35-44.
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