Aunque pequeña, existe cierta asociación entre el nivel de
ingresos económicos y el grado de bienestar personal. No obstante, no parece
que la riqueza sea un buen predictor del nivel de bienestar subjetivo. Según un
estudio reciente (Sheldon, Elliot, Kim y Kasser, 2001), el
dinero solamente es relevante cuando las necesidades básicas no están siendo
cubiertas. Una vez que éstas lo están, más dinero no nos hace más dichosos.
En los
países desarrollados, tampoco más dinero significa necesariamente mayor satisfacción
(Diener, Sandivick, Seidlitz y Diener, 1992; Veenhoven, 1991); en ellos, si
bien los desfavorecidos son en término medio menos felices, una vez atendidas
las necesidades básicas, el hecho de aumesusntar sus ingresos añade escasa o
ninguna felicidad a sus vidas. En cambio, en
los países más pobres, el bienestar económico sí parece relacionarse con
mayor satisfacción con la vida (Diener y Diener, 1995). Sin embargo, es estos
países, incluso personas en situación de pobreza extrema consideran que gran
parte de su vida resulta satisfactoria (Biswan-Diener y Diener, 2001). De este modo, es muy
probable que cualquier persona del desierto de Kalahari, que apenas conoce el
concepto de dinero y cuyos recursos materiales resultan bastante limitados, sea
más dichoso que muchas de las personas que gozan de “alto nivel de vida”.
En cuanto a la felicidad se refiere, lo relevante es la importancia que la persona confiere al dinero, y no
éste en sí mismo. Es más, una actitud materialista no favorece, más bien
mina, la sensación de bienestar personal, y ello con independencia de cual sea
el nivel de ingresos (Sirgy, 1998).
Por tanto, se podría afirmar que, ciertamente, el dinero no da
la felicidad, pero tampoco la pobreza la favorece.
La Psicología de la Emoción contemporánea ha
retomado el planteamiento de Williams James (1890/1952) acerca de que la
felicidad vendría a ser el resultado de un compromiso o razón entre los logros
alcanzados por la persona y las aspiraciones o metas que ésta plantea. De acuerdo con ello, el
nivel de dicha que experimenta un individuo podría incrementarse bien
aumentando los logros, bien limitando las pretensiones de meta o bien
utilizando una combinación de ambas estrategias.
El modelo del que parte la Psicología de la Emoción plantea la
hipótesis de que cada uno determina su nivel de bienestar subjetivo efectuando
sucesivas comparaciones con patrones normativos. Estos pueden ser de:
·
carácter social (comparación social)
·
índole personal (comparación con el nivel
de aspiración, con ideales, con experiencias pretéritas...)
Cuando el resultado de la comparación supera el criterio
correspondiente, surgen sentimientos de felicidad y satisfacción. Por el
contrario, cuando aquel no se alcanza,
el nivel de gozo tiende a reducirse. Así pues, desde este modelo la
felicidad no dependería tanto de las condiciones objetivas (p.ej., ingresos,
nota en un examen, atractivo personal, reconocimiento profesional...) como de
la relación entre éstas y los criterios normativos relevantes. Por ejemplo, un
estudiante de 3º de ESO dotado de mediocre aptitud para las matemáticas, ha
obtenido un aprobado en esta asignatura. Si el criterio de comparación se
personaliza, la historia pasada de suspensos y las bajas expectativas de
aprobar el examen, probablemente le harán sentirse satisfecho con el resultado.
Ahora bien, si el criterio de comparación es social, el hecho de que su nota
sea la más baja de su clase, puede no sólo reducir su nivel de satisfacción
sino, además, hacerle sentir desdichado.
Los resultados hallados en diversos estudios discrepan en cuanto
a los patrones normativos de carácter social. Hay estudios que demuestran que
las comparaciones con el entorno social pueden influir en el gozo que experimenta
la persona, los cuales constituyen estimadores válidos del nivel de
satisfacción que aquélla alcanzará en determinadas circunstancias. Por otro
lado, otros estudios no hallan evidencia empírica que apoye tal tipo de
relación. Ante este debate, la solución podría pasar por concretar qué
criterios sociales son los más relevantes, y bajo qué circunstancias actúan
condicionando la valoración del nivel subjetivo de bienestar y satisfacción.
Bibliografía
Fernández, E., García, B., Jiménez, M. P., Martín, M.
D., & Domínguez, F. J. (2011). Psicología de la Emoción. Madrid:
Universitaria Ramón Areces.
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