Teorías psicodinámicas
Desde
las teorías psicodinámicas, se ha conceptualizado la agresión como un impulso que está en conflicto con la
realidad externa, y por lo tanto, se hace necesario realizar continuos
ajustes basados en la sublimación,
un proceso por el cual el sujeto aprende
a suprimir y redirigir las tendencias agresivas, en conductas más apropiadas socialmente.
El tratamiento
psicodinámico utiliza estrategias de asociación libre y de insight terapéutico
para ayudar a los sujetos a desarrollar una comprensión de la agresión y el
papel de la ira en dicha conducta (Ewen, 1988). En este marco, se conceptualiza
la agresividad como un mecanismo catártico que permitiría la liberación de los
impulsos destructivos. Sin embargo, el valor catártico de la agresión permanece
ambiguo y confuso.
En
relación con esto, durante los años 60 y 70, se extendió la recomendación, por
parte de terapeutas, de realizar la libre y abierta expresión de los
“sentimientos agresivos” como un mecanismo para evitar la represión de la
agresión y por tanto, los efectos adversos que sobre el cuerpo esto tendría.
Los
defensores de la hipótesis de la catarsis creen que se produce una descarga de energía
que en sí es beneficiosa y que puede hacerse a través de la simulación de la
agresión. No obstante, numerosa investigación al respecto señala que la mera
expresión de los impulsos agresivos a través de las actividades de violencia simulada
no consigue una reducción de éstos sino que, más bien, aumentan la agresividad (Berkowitz,
1996).
Teorías conductuales
Las
teorías conductuales han entendido la agresividad y las conductas de agresión como
conductas aprendidas. Éstas
ocurren
y se mantienen a partir de las contingencias de reforzamiento y castigo
inadecuado.
Las
intervenciones conductuales se centran en el desaprendizaje de la conducta
agresiva y el reaprendizaje de conductas no agresivas, gracias a estrategias
específicas que incluyen:
a) el uso
de reforzamiento primario y secundario,
b) la aplicación
de castigo de forma apropiada y
consistente, y
c) la combinación de contingencias de refuerzo y
castigo para cambiar las múltiples dimensiones de la conducta agresiva.
Este modelo
teórico aporta un fuerte componente de intervención dirigido a padres,con el
objetivo de entrenar en el manejo adecuado
de
contingencias.
Desde
la perspectiva del aprendizaje social, se plantea que el desarrollo de la
agresión se realiza a través de la observación de las conductas violentas de
otros y de las consecuencias que a éstos le siguen y, por lo tanto, se trata de
un fenómeno aprendido vicariamente (Bandura, 1973).
Entre
las estrategias que se utilizan para intervenir en el comportamiento violento,
se encuentran:
a) el uso
de técnicas de modelado consistentes
en la observación
b) imitación y
c) ensayo de conductas incompatibles con la
conducta agresiva.
Teoría cognitiva
El
modelo cognitivo ha considerado la conducta agresiva como una manifestación del
sistema personal de constructos y de los pensamientos irracionales que emanan
de aquél. Este modelo se focaliza en la secuencia encadenada de eventos
externos e internos, encadenamiento que se observa claramente entre la ira, la
hostilidad y la conducta agresiva, y donde se entrelazan pensamientos
automáticos que serán el foco de las estrategias de intervención (Deffenbacher,
Dahlen, Lynch et al, 2000):
a)
identificación,
b) sustitución por
pensamientos más adaptativos y racionales y
c)
construcción
de creencias personales alternativas
Las
intervenciones dentro de este modelo irán dirigidas, entre otras, a las percepciones, expectativas,
auto-afirmaciones y creencias relacionadas con las situaciones de
agresividad.
Dentro
de las estrategias
cognitivo-conductuales, se han utilizado combinaciones de técnicas de
modificación de conducta junto con técnicas de orientación cognitiva. De ese
modo, la ira y la agresión son modificadas aplicando una variedad de contingencias de reforzamiento y castigo
(abierto y encubierto) mientras se modifican los pensamientos acerca de las
situaciones que provocan las conductas exteriorizadas.
Las
técnicas cognitivo-conductuales utilizan una gran amplitud de estrategias de
intervención que incluyen más de 2 o 3 técnicas, tales como(Fariz, Mías y
Moura, 2002; Sukhodolsky, Kassinove y Gorman, 2004):
a) entrenamiento
en habilidades sociales,
b) educación
afectiva y
c) resolución
de problemas
En los
modelos socio-cognitivos se ha conceptualizado la conducta agresiva como la consecuencia de una inadecuada resolución
de problemas interpersonales y de entendimiento interpersonal. En estos
modelos, una persona agresiva se caracteriza por malinterpretar las situaciones
sociales, percibiendo amenaza y provocación cuando no existen. Estas
percepciones son acompañadas frecuentemente de sentimientos de ira y
hostilidad, elección de soluciones desadaptativas y expectativas inadecuadas acerca
del uso de la agresión como solución a los problemas sociales. Las estrategias de
intervención sociocognitivas se basan en el desarrollo de habilidades de
resolución de problemas interpersonales, reatribución y empatía, entre otras.
Frente
a un comportamiento complejo que incluye diferentes niveles de análisis:
situacional, fisiológico, conductual, cognitivo, comunicacional, sistémico...
es evidente que se hayan desarrollado programas multimodales con estrategias de
probada eficacia, en las diferentes aproximaciones teórico-prácticas. Estos
programas suelen incluir estrategias conductuales, cognitivas, motivacionales y
prosociales (Kassinove y Tafrate, 2005).
Referencia bibliográfica
González, M. P., & Carrasco, M. A. (2006).
Intervención en agresión. Técnicas, programas y prevención. Acción
psicológica, 4(2), 83-105.
María Jesús Suárez Duque
Psicóloga
y educadora social
Centro
Beatriz. Ayuda psicológica
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