CARACTERÍSTICAS
DE LOS TRES PRINCIPALES ESTILOS DE APEGO INFANTIL
Estilo de apego
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Conducta infantil
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Características del
cuidado
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Evitativo (grupo A)
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·
Distanciamiento
·
Evitación del cuidador
|
·
Rechazo
·
Rigidez
·
Hostilidad
·
Aversión al contacto
|
Seguro (grupo B)
|
·
Exploración activa
·
Disgusto ante la separación
·
Respuesta positiva frente al cuidador
|
·
Disponibilidad
·
Receptividad
·
Calidez
|
·
Ansioso-ambivalente
(grupo C)
|
·
Protesta
·
Ansiedad de separación
·
Enfado-ambivalencia ante el cuidador
|
·
Insensibilidad
·
Intrusividad
·
inconsistencia
|
APEGO ADULTO
Posibles elicitadores
|
Posibles reacciones
|
·
Familiaridad
|
·
Sentirse seguro, confiado, seguro de sí mismo
|
·
El otro satisface las propias necesidades
|
·
Desear lo mejor para el otro, querer entregarse al otro
|
·
El otro inspira confianza y seguridad
|
·
Desear la cercanía física del otro
|
MEDIDA
DE RESPUESTA FORZADA DEL ESTILO DE APEGO
¿Cuál de los siguientes párrafos describe
mejor sus sentimientos?
·
Seguro: me
resulta relativamente fácil intimar con los demás y estoy cómodo cuando dependo
de ellos y ellos dependen de mí. No suelo preocuparme porque vayan a
abandonarme o porque haya intimado demasiado con alguien.
·
Evitativo: estoy
algo incómodo cuando intimo con otras personas; me resulta difícil confiar
plenamente en los demás, así como prestarme a depender de ellos por completo.
Me pongo nervioso cuando intimo demasiado con alguien, y mis parejas amorosas
suelen querer que nuestra relación sea más íntima de lo que yo quiero.
·
Ansioso-ambivalente: creo
que los demás se resisten a intimar tanto como a mí me gustaría. A menudo me
preocupo por si mi pareja no me quiere o por si no quiere estar conmigo. Mi
deseo es fundirme por completo con la otra persona, y ese deseo a veces asusta
a los demás.
DIFERENCIAS
EN EL ESTILO DE APEGO SEGÚN LAS MEDIDAS DE LA HISTORIA DE APEGO, LOS MODELOS
MENTALES Y LAS EXPERIENCIAS AMOROSAS
Medida
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Seguro
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Evitativo
|
Ansioso-ambivalente
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Historia
de apego
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Relaciones
cálidas con ambos padres y entre los padres
|
Las
madres se perciben como frías y con tendencia al rechazo
|
Padres percibidos
como injustos
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Modelos
mentales
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Fáciles
de conocer; pocas dudas sobre sí mismos; los demás suelen tener buenas
intenciones; el amor de pareja es duradero
|
El amor
de pareja raramente dura; el amor pierde intensidad
|
Dudas
sobre sí mismos; incomprensión por parte de los demás; es fácil enamorarse,
pero el amor verdadero es difícil de encontrar; los demás no quieren
comprometerse
|
Experiencias
amorosas
|
Felicidad;
amistad; confianza
|
Miedo a
la intimidad; dificultad para aceptar a la pareja
|
Obsesión
y celos, deseo de unión y reciprocidad; fuerte atracción sexual; extremos
emocionales
|
FRAGMENTOS
DE DESCRIPCIONES DE RESPUESTA ABIERTA HECHAS POR SUJETOS DE LOS TRES GRUPOS DE
APEGO SOBRE SUS RELACIONES DE PAREJA
·
Seguro:
Somos muy buenos amigos, y cuando empezamos a salir juntos era como si nos
conociéramos de toda la vida; además nos gusta el mismo tipo de cosas. Otra
cualidad que me gusta mucho es que ella se lleva bien con mis amigos. Siempre
podemos hablar de todo. Cuando tenemos alguna pelea, solemos resolverla
hablando; ella es muy razonable. Creo que confiamos mucho el uno en el otro.
·
Evitativo: Mi
pareja es mi mejor amigo, y así es como yo lo veo. Es tan especial para mí como
cualquiera de mis amigos. Sus expectativas de vida no incluyen el matrimonio,
ni cualquier unión a largo plazo con ninguna mujer, lo cual a mí me parece
bien, porque eso es también lo que yo quiero. Creo que no quiere tener una
relación especialmente íntima, y no espera demasiado compromiso, lo que es
bueno...Estamos muy cerca, lo que es un consuelo, pero también es un problema a
veces, que una persona pueda estar tan cerca de ti y tener tanto control sobre
su vida.
·
Ansioso-ambivalente: Así
que allí fui... y él estaba sentado al final de la mesa, y le miré, y me
derretí en ese mismo momento. Era el hombre más guapo que había visto en mi
vida, y eso fue lo primero que me impresionó de él. De modo que salimos y
comimos en el parque...Sólo estuvimos allí sentados, y en silencio, pero no fue
incómodo...como, ya sabes, como cuando conoces a alguien y no se te ocurre nada
que decir, que suele ser incómodo. No fue así. Sólo nos sentamos allí, y fue
increíble, como si nos conociéramos de toda la vida, y sólo hacía 10 segundos
que nos conocíamos. Así era, inmediatamente empecé a sentir algo por él.
MODELO DE CUATRO GRUPOS DE APEGO ADULTO
SEGURO
Cómodo con la intimidad y la autonomía
|
PREOCUPADO
Preocupado
Ambivalente
Demasiado
dependiente
|
RESISTENTE
Negación al apego
Resistente
Contra-dependiente
|
TEMEROSO
Miedo al apego
Evitativo
Socialmente
evitativo
|
DESCRIPCIONES
PROTOTÍPICAS DE LOS CUATRO TIPOS DE APEGO
·
Seguro: Me
resulta relativamente fácil intimar emocionalmente con los demás. Estoy cómodo
dependiendo de otros y cuando los demás dependen de mí. No me preocupa estar
solo o que los demás no me acepten.
·
Resistente: Estoy
cómodo en las relaciones en las que no se intima emocionalmente. Es muy
importante para mí sentir que soy independiente y autosuficiente, y prefiero no
depender de los demás y que los demás no dependan de mí.
·
Preocupado: Me
gustaría tener relaciones de una intimidad absoluta con los demás, pero a
menudo me encuentro con que los demás no quieren intimar tanto como a mí me
gustaría. Me siento incómodo si no tengo relaciones cercanas, pero a veces me
preocupa que los demás no me valoren tanto como yo les valoro.
·
Temeroso: Me siento algo incómodo cuando intimo
con los demás. Quiero tener relaciones cercanas emocionalmente, pero me resulta
difícil confiar completamente en los demás o depender de ellos. A veces me
preocupa que me hieran si intimo demasiado con ellos.
ESTILO
DE APEGO, MODELOS INTERNOS Y COMUNICACIÓN
Bowlby
(1973) defiende la posibilidad de que los niños
inseguros tengan modelos incoherentes de la misma figura de apego,
especialmente en familias en las que las experiencias reales de interacción del
niño con su padre difieren de lo que el padre le dice al niño. En un modelo altamente accesible a la conciencia,
el niño vería a su padre como una figura básicamente buena y se culparía por las conductas negativas
o el rechazo del padre. En un segundo modelo, excluido defensivamente de la conciencia, el niño experimentaría
todo su resentimiento hacia su
padre. Bretherton (1985) señala que esta exclusión defensiva de información
amenazante interferiría con la actualización de estos modelos, ya que el modelo
idealizado no se corresponde con la realidad y es poco probable que se corrija
cuando haya cambios significativos en el entorno.
También
hay algunas evidencias de que los individuos pueden desarrollar modelos
diferentes en relaciones diferentes. Por ejemplo, un individuo podría tener un
apego seguro con su madre y un apego inseguro con su padre. Collins y Read
(1994) sugieren que los individuos desarrollan una jerarquía de modelos, con
una serie de modelos generalizados en lo más alto de la jerarquía, modelos para
clases particulares de relaciones (por ejemplo, miembros de la familia o
iguales) en un nivel intermedio, y modelos para relaciones particulares (por
ejemplo, padre, esposo o esposa) en el nivel más bajo. Como principio general,
los modelos que están en lo más alto de la jerarquía de un individuo se aplican
a un amplio rango de personas, pero tienen poco valor predictivo en situaciones
o relaciones específicas. En cambio, los modelos que ocupan los puestos más bajos
en la jerarquía son altamente predictivos en relaciones particulares, pero
menos predictivos en las relaciones consideradas globalmente.
Estructura jerárquica de los
modelos internos
Modelo
general del sí
mismo
y de los otros
en
relación al apego
|
|||
Modelo
de
las
relaciones
padre/hijo
|
Modelo
de
las
relaciones con
los
iguales
|
||
Padre
|
Madre
|
Amistades
|
Relaciones
amorosas
|
Según
Bretherton (1985), los modelos del sí mismo y los modelos de los demás no
pueden entenderse si no hacen referencia los unos a los otros. Por ejemplo, un
niño que experimenta el rechazo de una figura de apego es probable que
desarrolle un modelo negativo tanto de sí mismo como de la otra persona.
Bretherton sostiene que los individuos internalizan las dos partes de una relación
(por ejemplo, la madre y el hijo) y son capaces de utilizar ambas como modelos
para su propia conducta. Muchos estudios muestran que los modelos de apego que
los padres adquieren en su infancia (los que internalizan cuando son niños)
determinan su comportamiento como figuras de apego de sus propios hijos (Main
& Goldwyn, 1985; Ricks & Noyes, 1984).
Las
diferencias individuales en el estilo de apego reflejan diferencias
sistemáticas en estos modelos subyacentes del sí mismo y de los otros,
aparecidas en la primera infancia y modificadas por la experiencia posterior.
Como señalan Main et al. (1985), podríamos considerar que los tres estilos de
apego identificados por Ainsworth y sus colegas (Ainsworth et al., 1978) son
“términos que hacen referencia a tipos particulares de modelos internos de las relaciones,
modelos que dirigirían no sólo los sentimientos y la conducta, sino también la
atención, la memoria y la cognición”. Por consiguiente, Collins y Read (1994)
sugieren que habría que considerar que los modelos incluyen cuatro componentes interrelacionados:
1. Recuerdos de experiencias relacionadas con
el apego (especialmente aquellas que implican la figura primaria de apego)
2. Creencias, actitudes y expectativas
sobre los demás y uno mismo en relación al
apego
3. Objetivos y necesidades relacionadas
con el apego
4. Estrategias y planes para conseguir
objetivos relacionados con el apego
DIFERENCIAS DE LOS GRUPOS DE APEGO EN LOS
MODELOS INTERNOS
|
Seguro
|
Evitativo
|
Ansioso-evitativo
|
Recuerdos
|
·
Padres cálidos y afectivos
|
·
Madres frías que manifiestan rechazo
|
·
Padres injustos
|
Creencias
y actitudes relacionadas con el apego
|
·
Pocas dudas sobre sí mismos
·
Suelen gustar a los demás
·
Los demás suelen tener buena intención y
buen corazón
·
Los demás suelen ser dignos de confianza,
en las situaciones sociales desinteresados, y uno puede depender de ellos
·
Orientados interpersonalmente
|
·
Sospechan de los motivos de los demás
·
Los demás no son dignos de confianza o
no se puede depender de ellos
·
Dudan de la honestidad e integridad de
sus padres y de los demás en general
·
Falta de confianza en las situaciones
sociales
·
No orientados interpersonalmente
|
·
Los demás son complicados y difíciles de
entender
·
Los demás no son dignos de confianza o
no se puede sobre sus vidas
·
depender de ellos
·
La gente ejerce poco control sobre sus
vidas
|
Objetivos
y necesidades
relacionados
con el apego
|
·
Deseo de relaciones íntimas
·
Búsqueda de un equilibrio entre la
cercanía y autonomía en las relaciones
|
·
Necesidad de mantener la distancia
·
Limitan la intimidad a la satisfacción
de las necesidades de autonomía de independencia
·
Mayor peso de objetivos como el logro
|
·
Deseo de extrema intimidad
·
Buscan menores niveles de autonomía
·
Miedo al rechazo
|
Planes
y estrategias
|
·
Reconocimiento del estrés
·
Modulan los afectos negativos de manera
constructiva
|
·
Control del estrés cortando la rabia
·
Minimizan las demostraciones
relacionadas con el estrés; hacen pocas revelaciones íntimas
|
·
Demostraciones intensificadas de estrés
e ira para provocar
·
respuestas en los demás
·
Solícitos y colaboradores para obtener
aceptación
|
Funciones
de los modelos internos
¿Cómo afectan los modelos que tenemos a
nuestras relaciones con los demás?
Collins
y Read (1994) sostienen que estos modelos dan forma a las respuestas cognitivas, emocionales y conductuales que manifestamos
ante los demás. Se cree que los modelos internos afectan a la selección e
interpretación de los datos, a la forma en que evaluamos a los demás y a las
relaciones que tenemos con ellos, y a los planes que concebimos para controlar nuestras
relaciones con otras personas.
Patrones
de respuesta cognitiva
Una de
las formas que tienen los modelos internos de afectar a nuestras respuestas
cognitivas es a través de la atención selectiva. En otras palabras, nuestros
modelos hacen que prestemos atención a ciertos aspectos de los estímulos que
encajan con ellos y que ignoremos otros aspectos. Collins y Read (1994)
sugieren que los individuos tienden a ser especialmente
sensibles a los estímulos relacionados con sus objetivos y a fijarse en la
información que coincide con sus creencias y actitudes y que es fácilmente
asimilada por las estructuras de conocimiento que poseen. Lo que los individuos
seleccionan depende de la accesibilidad de los constructos contenidos en sus
modelos.
Dado
que los adultos ansioso-ambivalentes
están motivados para buscar la
aprobación y evitar el rechazo, tienden a ser especialmente sensibles a
cualquier sugerencia, crítica o rechazo, y a reaccionar de manera
desproporcionada ante ellos. Por su parte, los adultos evitativos, debido a su preocupación por que los demás se acerquen demasiado y sus sospechas
sobre si los demás son dignos de confianza, son especialmente sensibles a
las señales de intrusismo y control.
Una
segunda manera que tienen los modelos de influir en nuestras respuestas
cognitivas es generando desviaciones en
la codificación y recuperación de los recuerdos. Collins y Read (1994)
sugieren que los esquemas sólidos, bien establecidos
(como los modelos) sesgan la recuperación de los recuerdos haciendo que sea más
probable recordar la información que sea significativa para estos esquemas y
que encaje con ellos. Este tipo de esquemas no sólo afectarían a los
procesos de recuperación; los individuos también podrían recordar o reconstruir aspectos que nunca existieron, especialmente
cuando se desvanecieran los recuerdos de los incidentes reales. De este modo,
una persona que tenga un modelo especialmente negativo de los otros y que sea
sensible a los intentos de control por parte de los demás podría recrear situaciones
pasadas que sólo recordara en parte (por ejemplo, podría acordarse de
situaciones de control que no sucedieron en realidad o recordar que un
incidente en particular ocurría con una frecuencia mayor que la real).
Las
pruebas sugieren que los recuerdos evocados suelen confirmar los modelos
existentes del sí mismo y de los otros, ya sean éstos positivos o negativos.
Además,
quienes han vivido una historia de apego
negativo (por ejemplo, personas que han perdido a sus seres queridos o que
han sufrido abusos por parte de ellos) suelen tener recuerdos más elaborados de esas experiencias dolorosas que de
cualquier otra experiencia placentera.
Un
tercer modo que tienen los modelos de afectar a las respuestas cognitivas es a
través de la influencia que ejercen
sobre los procesos de inferencia y explicación. Hay pruebas de que los
modelos afectan a la manera en la que los individuos dan sentido a sus
relaciones. Por ejemplo, Sarason y colegas (Pierce, Sarason & Sarason,
1992) llevaron a cabo un estudio en el que todos los niños de un grupo
recibieron exactamente la misma nota, simulando que era una nota que les habían
dado sus madres. Aunque las notas eran idénticas, los niños las interpretaban
de maneras diferentes en función de cuáles fueran sus creencias respecto al
apoyo que les daban sus madres. Los que pensaban que no podían contar con sus
madres creían que las notas eran mucho menos favorables que aquellos que tenían
creencias más positivas sobre la disponibilidad de ellas.
Collins
(en prensa) comenta un estudio en el que se pidió a los sujetos que facilitaran,
imaginando una relación hipotética, explicaciones abiertas de seis conductas
potencialmente negativas de sus parejas. Cuatro de estas conductas, que
incluían “te dejó solo en una fiesta” y “no te hizo caso cuando intentaste
abrazarle”, se diseñaron para activar los temas del apego. Las explicaciones
que dieron los sujetos seguros reflejaron unas percepciones más sólidas de amor
y seguridad y una mayor confianza en la receptividad de la pareja que las de
los otros sujetos. Las explicaciones de los individuos preocupados reflejaron
su percepción de que los demás son poco receptivos y de que suelen rechazarles.
Los evitativos también dieron explicaciones negativas, pero, de acuerdo con lo
que comentamos en el capítulo 2 sobre su tendencia a minimizar sus reacciones
emocionales, negaron que esto les provocara ningún tipo de estrés.
Patrones
de respuesta emocional
Siguiendo
el estudio elaborado por Bradbury y Fincham (1987) sobre el afecto y la
cognición en el matrimonio, Collins y Read (1994) explican los efectos de los
modelos internos sobre los patrones de respuesta emocional en términos de
evaluaciones primarias y secundarias.
1)
Las evaluaciones
primarias implican una conexión
directa entre el modelo y la respuesta emocional, y generan reacciones emocionales inmediatas ante las situaciones.
Hay
dos mecanismos básicos que controlan las evaluaciones primarias: el afecto que despiertan los esquemas y las
estructuras referentes a los objetivos. Así, un individuo especialmente
sensible a los mensajes de rechazo cuyos objetivos sean la cercanía y la
intimidad es probable que reaccione con un intenso estrés ante estímulos tales
como que su pareja llegue tarde, no le llame u olvide una ocasión especial.
La
respuesta emocional que despierta la evaluación primaria podría afectar también
al procesamiento cognitivo posterior. Los sentimientos intensos influyen en la
atención selectiva, y los negativos como la ira o la depresión podrían dar
lugar a procesos de búsqueda cognitiva sesgados hacia lo negativo; las personas
deprimidas, por ejemplo, tienden a fijarse en datos que confirman su estado de
ánimo negativo. De este modo, un individuo con un modelo del sí mismo
permanentemente negativo podría fijarse sólo en sus fracasos e ignorar sus
éxitos. Esta atención selectiva hacia las experiencias negativas se ve
reforzada por la mayor saliencia de los acontecimientos congruentes con el
propio estado de ánimo (Bower & Cohen, 1982).
Las
emociones también pueden afectar a los recuerdos, dado que los individuos
tienden a recordar material congruente con su estado de ánimo. De este modo, el
individuo depresivo descrito antes recordará ejemplos negativos del pasado e
ignorará cualquier acontecimiento positivo que haya tenido lugar. Del mismo
modo, una persona especialmente sensible a los intentos de control tenderá,
cuando se sienta triste, a recordar ejemplos congruentes con esa preocupación.
En otras palabras, los sentimientos que tienen su origen en la activación de
modelos negativos pueden restringir los recursos cognitivos y atencionales de
un individuo, haciendo que tienda a confiar en esquemas sobreaprendidos y a
reaccionar de formas menos constructivas.
2)
Las
evaluaciones secundarias siguen el camino que va del procesamiento
cognitivo a las respuestas emocionales; en otras palabras, ¿cómo se siente el individuo
una vez que tiene en cuenta su reacción cognitiva, por ejemplo, hablando
consigo mismo? (Burns, 1980).
El procesamiento cognitivo podría afectar
a la respuesta emocional inicial al menos de tres formas: la
respuesta inicial podría quedarse igual,
amplificarse o disminuir, en función de la interpretación que el individuo
hiciera de su experiencia. Por ejemplo, alguien que se ha sentido eufórico en
un primer momento porque le han pedido una cita podría mantener esa euforia
centrándose en lo bien que se lo puede pasar, podría amplificarla imaginando un
futuro de color de rosa con la persona con la que ha quedado, o podría
reducirla dando por supuesto que esa persona no querrá volver a quedar con él o
ella otra vez. Los individuos responden a la conducta de los demás en función
del significado simbólico que esa conducta tiene para ellos y para su relación.
Quienes
interpretan el hecho de que su pareja no les llame cuando llega tarde como algo
que indica una falta de cuidado es probable que reaccionen enfadándose y
estresándose (Collins, en prensa). Y, al contrario, quienes echan la culpa de
que su pareja no les llame a sus “negocios” y a que está muy estresada podrían
estresarse pensando en la otra persona en lugar de enfadarse. La interpretación
que se hace de una situación depende de la historia de la conducta en cuestión
dentro de la relación, así como de modelos más generalizados de la persona que
hace la interpretación.
Patrones
de respuesta conductual
Hay
muchas pruebas de que quienes tienen estilos de apego diferentes se comportan
de maneras distintas en sus relaciones. Sin embargo, lo que señalaremos aquí es
que quienes tienen estilos de apego diferentes se comportan de formas
diferentes porque piensan y se sienten de manera diferente (Collins & Read,
1994).
Según
Collins y Read (1994), hay dos
mecanismos mediante los cuales los modelos internos afectan a la conducta.
El primero lo constituyen los planes y
las estrategias almacenados dentro de los modelos; el segundo es la influencia que ejercen los modelos sobre
los nuevos planes que se hacen. Que un individuo “se vaya a casa de su
madre” cada vez que discuta con su pareja podría ser un ejemplo de estrategia
almacenada. Tal conducta es probable que se haya desarrollado como estrategia
en la infancia y que haya seguido presente a lo largo de la adolescencia y la
vida adulta. En el presente, este modelo podría afectar a la decisión del
sujeto respecto a si debería hablar abiertamente de sus problemas con su pareja
o evitar el tema.
Al
planificar la conducta, los adultos
seguros tienden a integrar las
consideraciones cognitivas y emocionales y a no dejarse llevar por ninguna
de las dos. Los adultos
ansioso-ambivalentes atienden más a
los factores emocionales que a los cognitivos. Un ejemplo de este patrón
sería una persona cuya ansiedad por lograr la aprobación de los demás le
impidiera asistir a una presentación que podría ser importante para avanzar en
su carrera. Por el contrario, los individuos evitativos confían en exceso
en los factores cognitivos e ignoran o niegan las reacciones emocionales
como la ansiedad y el miedo. Por ejemplo, un individuo evitativo podría creer
que el hecho de asistir a fiestas u otras actividades sociales es una pérdida
de tiempo, sin ser consciente de la ansiedad que le produce la idea de
interaccionar con otras
personas.
Estabilidad
y cambio en los modelos internos
Bowlby
(1969, 1973) enfatiza que los modelos son construcciones activas que pueden modificarse
en función de la experiencia. Según la teoría de Bowlby, es probable que los
esquemas más generalizados se mantengan prácticamente intactos, pero los
individuos podrían desarrollar subtipos para elaborar sus esquemas (Collins
& Read, 1994). Por ejemplo, un individuo podría pensar que no hay que
desconfiar de todo el mundo, sino sólo de algunas personas.
La
estabilidad de los modelos podría estar influenciada por la tendencia de los
modelos más antiguos a activarse más rápidamente, especialmente en momentos de
estrés. Para que las nuevas conductas constructivas puedan activarse en
momentos de estrés es necesario aprenderlas y practicarlas concienzudamente.
Además, son necesarios cambios significativos en los patrones emocionales y
cognitivos que han despertado las conductas destructivas del pasado. Este tipo
de cambios requieren una atención directa a los patrones emocionales y
cognitivos, y la determinación de evitar y reemplazar activamente los patrones
inadaptativos (Devine, 1989).
Factores
que promueven la estabilidad y el cambio en los modelos internos
Condiciones
que promueven la estabilidad
Hay
una serie de factores que promueven la estabilidad de los modelos.
1)
Quizás el factor más influyente sea la
tendencia de los individuos a escoger entornos
que son congruentes con sus creencias sobre los demás y sobre sí mismos.
Esta tendencia es característica de las decisiones sobre la propia carrera
profesional o el tipo de trabajo, pero también de la elección de compañeros
sentimentales y esposas o esposos. Por ejemplo, hay pruebas de que las
relaciones en las que el miembro masculino es evitativo y el femenino es
ansioso-ambivalente son bastante estables (aunque no necesariamente felices).
El hombre evitativo satisface las expectativas de la mujer ansioso-ambivalente
porque no se preocupa tanto por las relaciones amorosas como ella, y la
dependiente mujer ansioso-ambivalente confirma la creencia del hombre evitativo
de que es mejor no dejar que los demás se acerquen demasiado. Además, el hecho
de que este tipo de relación confirma los estereotipos de rol sexual podría
hacer que fuera especialmente sólida.
2)
Un segundo factor que promueve la estabilidad
de los modelos internos es la naturaleza
autoperpetuadora de estos modelos, que genera el tipo de sesgos en el
procesamiento de la información que comentamos antes.
Cuando
se activa un modelo en particular, éste afecta a las cosas a las que la persona
presta atención, a lo que recuerda, y a las explicaciones que da a los
acontecimientos. Así, una persona que cree que los demás no son de fiar podría
fijarse especialmente en las informaciones que apoyen esta conclusión, recordar
momentos en los que otras personas hayan traicionado su confianza y explicar
los problemas que tiene con su pareja en términos de falta de confianza.
3)
Un tercer factor que promovería la estabilidad
de los modelos es la tendencia de
determinados tipos de conducta a presentarse automáticamente cuando se
activa un determinado modelo de apego. Estas respuestas automáticas se producen
en gran parte siguiendo el mismo mecanismo de la respuesta de un niño pequeño
cuando se refugia en la seguridad que le da la figura de apego al aparecer un
gran perro en la escena.
4)
Un cuarto factor relevante para la estabilidad
de los modelos es la tendencia de éstos a promover su propio cumplimiento,
incrementando las probabilidades de que personas que tienen determinados
modelos eliciten en los demás las respuestas que más temen. Por ejemplo, la
conducta pegajosa y posesiva del individuo ansioso-ambivalente podría espantar
a sus parejas sentimentales, haciendo que se sintiera abandonado.
Condiciones
que promueven el cambio
Los
modelos tienen más probabilidades de cambiar
radicalmente en momentos de transiciones vitales importantes como la
emancipación, el matrimonio, la paternidad, el divorcio o la muerte de un ser
querido. Estos acontecimientos representan cambios significativos en el
entorno social de una persona que podrían cuestionar los modelos que posee
(Collins & Read, 1994). Por ejemplo, el hecho de mantener una relación
estable y satisfactoria podría promover cambios en personas cuyos modelos de sí
mismas y de los otros les hayan llevado a ser escépticas respecto a la
posibilidad de mantener este tipo de relación. El elevado porcentaje de sujetos
seguros que suelen encontrarse en muestras de parejas estables confirma este
efecto (Feeney, Noller & Callan, 1994; Senchak & Leonard, 1992).
De un
modo parecido, una persona segura que mantenga una relación especialmente
conflictiva podría volverse insegura como resultado de esa experiencia. Por
supuesto, el efecto de tales experiencias podría depender de su duración y de
hasta qué punto se interpreten como algo emocionalmente significativo. En su
muestra de jóvenes parejas sentimentales, Hammond y Fletcher (1991) encontraron
que los acontecimientos relacionales eran predictores del estilo de apego
posterior, del mismo modo que el estilo de apego era predictor de los
acontecimientos relacionales posteriores.
Los
modelos podrían también ir cambiando a medida que los individuos comprendieran
o interpretaran sus experiencias pasadas de otra manera, especialmente las
relacionadas con el apego. Por ejemplo, una intervención terapéutica podría
ayudar a un individuo a comprender de una forma diferente la ruptura del matrimonio
de sus padres, y esto podría permitirle afrontar su sensación de haber sido
traicionado y tener unos sentimientos más positivos hacia sí mismo y hacia los
demás. Con el tiempo (y con algunas experiencias relacionales positivas),
podría volver a confiar en otras personas. En otras palabras, el cambio
positivo es más probable que tenga lugar cuando hay una combinación de nuevos
insights y experiencias relacionales más positivas.
Apego
y comunicación padre-hijo
Bowlby (1969, 1973) ya
estableció una relación entre modelos
internos del apego y comunicación cuando sugirió que los modelos internos
del sí mismo y del cuidador tienen su origen en los patrones de comunicación
establecidos entre el individuo y la figura de apego. De un modo parecido, Bretherton (1988) enfatizó el hecho de
que, tanto en la infancia como en la vida adulta, la sensibilidad del cuidador a las peticiones de atención, consuelo o
ánimos del individuo es fundamental para el desarrollo de sus modelos
internos. Y Ainsworth (Ainsworth,
Bell & Stayton, 1974), por su parte, definió la receptividad parental como algo que implica la capacidad del padre para asumir el punto de vista del niño, darse cuenta de cuáles son sus objetivos y
responder empáticamente en función de ellos. Bretherton (1988) sostiene que
la seguridad de la relación entre un niño y su figura de apego tiene que ver
con la capacidad de cada padre para establecer una comunicación fluida,
coherente y emocionalmente abierta. Este efecto se aplica tanto a la
comunicación dentro de la relación de apego como a lo que el individuo comunica
sobre la relación. En otras palabras, la insensibilidad
del cuidador a las señales del niño dentro de la relación, así como la incoherencia del niño cuando habla
sobre su relación de apego un tiempo después son características propias de las
relaciones inseguras. Según
Bretherton (1988), los niños cuyas madres no son sensibles a sus señales reciben continuamente mensajes
implícitos sobre la inadecuación de su
comunicación, que les indican que es imposible entenderlos o que lo que comunican no es importante. Bretherton
señala que las respuestas insensibles no
tienen por qué ser necesariamente malas ni desagradables, aunque pueden
expresar rechazo (o al menos implicarlo) o ser intrusivas.
Grossmann
y Grossmann (1984) identificaron tres estilos
conversacionales maternos que etiquetaron como:
·
Tierno (alta
receptividad y atención, muchas
tranquilizaciones, tono calmado)
·
Desenfadado
(tempo rápido, variabilidad extrema de volumen y tono, exigencias, muchas
risas, retraso frecuente en las
respuestas)
·
Sobrio
(tempo lento, pocas manifestaciones breves, respuestas irregulares, gran tiempo
de reacción).
Estos
estilos conversacionales correlacionan con puntuaciones independientes de la
receptividad materna y la tendencia
del niño a vocalizar. Los niños cuyas madres utilizan el estilo desenfadado más intrusivo y exigente es menos probable
que incrementen su número de vocalizaciones
entre los 2 y los 10 meses y es más probable que sean inseguros. El estilo tierno lo utilizan alrededor de la mitad
de las madres de niños seguros, pero
sólo un pequeño porcentaje de las madres de niños inseguros. El estilo sobrio está presente en los tres grupos de
apego.
En un
estudio observacional sobre interacciones madre-hijo (Escher-Graeub &
Grossmann, 1983), se demostró de dos maneras la mayor receptividad de las
madres de niños seguros. En primer lugar, estas madres era menos probable que
ignoraran las señales de sus hijos que las otras; y, en segundo lugar, era más
probable que observaran tranquilamente cuando sus niños jugaban contentos y
parecían no necesitarlas, y que acudieran cuando necesitaban ayuda. Las madres
evitativas tendían a distanciarse de sus niños cuando expresaban sentimientos
negativos. Matas et al. (1978) encontraron patrones similares en niños de 2
años de edad que realizaban tareas de resolución de problemas. Los niños
seguros buscaban ayuda solamente cuando la necesitaban, y sus madres respetaban
su autonomía, pero les proporcionaban ayuda cuando se la pedían.
En un
estudio posterior se realizó un análisis de la comunicación entre madres e
hijos en los episodios de la situación extraña. Los niños seguros solían
mantener más comunicaciones directas con sus madres (interacciones
caracterizadas por el contacto ocular, las vocalizaciones, las expresiones
faciales, y la muestra y entrega de objetos) que los evitativos. Los niños
evitativos solían mantener comunicaciones directas con sus madres sólo cuando
estaban contentos.
Según Bretherton
(1988) los niños y padres seguros son capaces de comunicarse con facilidad y
coherencia sobre aspec-
tos
relacionados con el apego y de aceptar los defectos del otro. Los niños evitativos
y sus padres se defienden de la cercanía restringiendo el flujo de ideas sobre
las relaciones de apego; se muestran distantes y poco empáticos en sus
interacciones. Los niños evitativos tienden a idealizarse a sí mismos y a sus
padres, aunque tienen dificultades para dar ejemplos concretos de estas conductas
“ideales”. Los niños ansioso-ambivalentes tienden a mostrar sentimientos
ambivalentesshacia sus madres cuando se reúnen con ellas. Y cuando son adultos
también se preocupan por los temas relacionados con el apego, especialmente
cuando hay conflictos.
Kobak
y Duemmler (1994) creen que las conversaciones entre padres e hijos son la
principal vía de comunicación a través de la cual los individuos negocian los
conflictos referentes a objetivos y mantienen sus relaciones de apego. En
familias en las que se dan respuestas cooperativas, hay una amplia comunicación
abierta de los objetivos relacionados con el apego; hay una historia de
receptividad que dirige una serie de modelos internos que incluyen puntos de
vista positivos sobre uno mismo y los otros y facilitan el desarrollo de
habilidades de comunicación eficaces.
Esta
idea está respaldada dado que los bebés seguros establecen más comunicaciones
directas. Las madres que ignoran las señales que sus hijos emiten en relación a
sus necesidades de apego están enseñando implícitamente a sus hijos a no
comunicar directamente tales necesidades. En cambio, las madres que interpretan
y responden cuidadosamente a las señales de sus hijos les están enseñando a
comunicar directamente sus objetivos y necesidades de apego.Con el desarrollo
del lenguaje, los niños adquieren la capacidad de hablar sobre sus estados internos y sus necesidades
de apego. Esta nueva habilidad expande el rango de situaciones en las que
pueden encontrar bases y refugios seguros. Los niños pueden de este modo ver
satisfechas sus necesidades de apego y consuelo de una forma simbólica (por
ejemplo, imaginando las conductas afectivas de una figura de apego ausente),
además de con la presencia real de las figuras de apego.
Según
Kobak y Duemmler (1994), las conversaciones entre padres e hijos que mejoran la
comprensión mutua de sus diferencias y facilitan su cooperación podrían ser
críticas para la seguridad del apego en la infancia y la adolescencia. Estos
autores creen que este tipo de conversaciones son fundamentales porque
proporcionan líneas abiertas de comunicación, que permiten que quienes las
mantienen obtengan nuevas informaciones significativas uno sobre el otro y
compartan y reflejen objetivos y sentimientos. Estas conversaciones también
constituyen una oportunidad para actualizar modelos inadecuados o desfasados.
Para que tenga lugar una comunicación eficaz y abierta, la expresión clara de
los propios objetivos y sentimientos debe ir acompañada de la capacidad de
escuchar y entender los objetivos y sentimientos del otro.
En un
primer momento, los modelos seguros facilitan el desarrollo de habilidades
conversacionales porque la confianza del niño en sí mismo y en los demás
incrementa el deseo y la motivación para tomar parte en más conversaciones. A
medida que el niño seguro sigue desarrollando sus habilidades conversacionales
en esta atmósfera de comunicación abierta, aprende que la expresión de sus
emociones puede ser una manera constructiva de satisfacer sus propias
necesidades. Además, con el tiempo, el niño va ganando confianza para utilizar
el lenguaje en la expresión de sus objetivos y sentimientos. El niño seguro
podría tener también una mejor capacidad para atender a las señales y objetivos
del cuidador sin temer una respuesta negativa, para adaptarse a los deseos y
necesidades de los demás y para negociar sobre diversos temas y problemas.
Apego, comunicación y relaciones de
intimidad
Siendo
la comunicación tan importante para el desarrollo de los modelos del niño, es
probable que la comunicación en las relaciones cercanas de los adultos reciba
también alguna influencia del estilo de apego. Hay una serie de investigadores
que han explorado las conexiones entre apego y comunicación en las relaciones
amorosas y matrimoniales.
Pistole
(1989) investigó las implicaciones del estilo de apego en una serie de
descripciones sobre resoluciones de conflictos que obtuvo a partir de una muestra
de estudiantes que mantenían relaciones sentimentales. Para ello utilizó la
medida de los tres grupos de apego de Hazan y Shaver (1987) y el inventario de
conflicto organizacional de Rahim (1983). La medida de Rahim se basa en un
modelo bidimensional de las aproximaciones al conflicto (Blake & Mouton, 1964);
sus dos dimensiones son la preocupación por uno mismo y la preocupación por la
relación. La agresión (dominación)
es una estrategia en la que el individuo se
preocupa mucho por sí mismo y poco por la relación, la evitación pone de manifiesto una mayor preocupación por la relación que por uno mismo, la tranquilización (ser servicial) implica
una menor preocupación por uno mismo que
por la relación, y la resolución de
problemas (integración) es una estrategia en la que el individuo se
preocupa tanto por la relación como por uno
mismo. Se cree que el compromiso es un camino intermedio entre ambas dimensiones;
es decir, que el individuo que busca el compromiso se preocupa moderadamente
tanto por sí mismo como por la relación.
Pistole
(1989) encontró que los individuos seguros tenían más probabilidades de
utilizar una estrategia integradora que los evitativos o ansioso-ambivalentes.
Los individuos seguros también se comprometían más que los ansioso-ambivalentes,
mientras que estos últimos tenían más tendencia a ser serviciales con sus
parejas que los evitativos. Estos hallazgos confirman la tendencia de los
individuos seguros a utilizar estrategias más constructivas para afrontar los
conflictos, estrategias que dan importancia tanto a los propios intereses como
a la mejora de la calidad de la relación.
Mikulincer
y Machshon (1991) investigaron la relación entre el estilo de apego y la
revelación de cosas personales acerca de uno mismo, empleando una serie de
métodos conductuales y de autoevaluación. Los individuos seguros y
ansioso-ambivalentes decían poner de manifiesto más cosas sobre sí mismos que
los evitativos. Los individuos seguros también mostraban más flexibilidad (en
términos de la cantidad de revelaciones de cosas personales en varias
situaciones sociales) y una mayor reciprocidad (en términos de los temas
concretos que comentaban con sus parejas).
Bibliografía
Feeney, J., & Noller, P. (2001). Apego adulto.
Bilbao: Declée de Brouwer.
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