Psicóloga Vecindario DISOCIACIÓN: Emociones provocadas por autoevaluaciones negativas: vergüenza y culpa
La vergüenza
La vergüenza surge cuando se da una evaluación negativa del yo de carácter global. La experiencia fenomenológica de la persona que experimenta vergüenza es el deseo de esconderse, de desaparecer. Es este estado muy desagradable, que provoca la interrupción de la acción, una cierta confusión mental y cierta dificultad, cierta torpeza, para hablar. Físicamente, se manifiesta en una especie de encogimiento del cuerpo: la persona que siente vergüenza se encorva como si quisiera desaparecer de la mirada ajena. En la medida en que supone un ataque global al yo que resulta muy doloroso, la persona va a intentar liberarse de este estado emocional. Pero ello no resulta tan fácil, por ello la persona a fin de liberarse de la vergüenza, acaba recurriendo a mecanismos tales como la reinterpretación de los eventos, la disociación del yo, el olvido (represión) de la situación...
La culpa
La culpa surge de una evaluación negativa del yo más específica, referida a una acción concreta. Desde el punto de vista fenomenológico, las personas que sienten culpa también experimentan dolor, pero en este caso el dolor tiene que ver con el objeto del daño que se ha hecho o con las causas de la acción realizada (o simplemente, pensada). Dado que el proceso cognitivo atribucional se centra en la conducta y no en la globalidad del yo, la experiencia de culpa no es tan displacentera ni provoca tanta confusión como la vergüenza. Por otra parte, la culpa no lleva a la interrupción de la acción. De hecho, esta emoción conlleva una tendencia correctora que a menudo conduce más bien a la puesta en marcha de conductas orientadas a reparar la acción negativa, así como a una reconsideración de la forma de actuación futura. En cuanto a su expresión no verbal, la persona tendería a moverse inquieta por el espacio, como si se tratara de ver qué puede hacer para reparar su acción; además en la culpa tampoco se experimenta rubor facial. Dado que la culpa se centra en una conducta concreta, las personas pueden liberarse de este estado emocional con relativa facilidad a través de la acción correctora. Ahora bien, esta no siempre es viable y, como consecuencia, este estado emocional a veces puede resultar también muy displacentero.
La culpa en principio posee una intensidad negativa menor, es menos autodestructiva y, en la medida en que implica tendencias correctoras, se revela como una emoción más útil que la vergüenza.
¿En qué se diferencian
la culpa y la vergüenza?
De forma muy sintética, podemos decir que, en torno a esta cuestión existen tres posiciones fundamentales:
1) La vergüenza
es una emoción más pública, una emoción que surge de la desaprobación de los
demás y requiere de la presencia (real o imaginada) de los otros; mientras que
la culpa es una emoción más privada, que surge de la propia desaprobación y no
requiere de observaciones externas.
2) Una y
otra emoción son elicitadas por distintos tipos de transgresiones o fallos. Piers
y Singer (1071), basándose en la teoría psicoanalítica, sostienen que la culpa
aparece cuando se transgreden ciertas norma o reglas, y la vergüenza en cambio,
cuando no se alcanzan ciertos estándares o metas. En términos psicodinámicos,
mientras que la culpa es el resultado de un conflicto entre el yo y el superyó
o conciencia moral, la vergüenza surge de un conflicto entre el yo y el yo
ideal.
3) Las dos
posiciones anteriores coinciden en que lo determinante es el tipo de evento
antecedente. Sin embargo, entre otros, Tangney (1999), considera que la culpa y
la vergüenza se diferencian no tanto en el tipo de evento antecedente como en
el modo en que la persona interpreta sus transgresiones o fallos. Sostiene que
mientras que en la experiencia de la vergüenza el foco de atención de la
persona es el “self” (Yo hice esa cosa
horrible), en la culpa lo es la conducta (Yo hice esa cosa horrible).
Esa diferencia, aparentemente sutil, hace que la experiencia fenomenológica de
una y otra emoción, así como sus implicaciones en el terreno social y personal,
sean muy diferentes. Esta tercera posición cuenta con evidencia empírica convirtiéndose
hoy en día en la posición dominante.
No obstante, también hay datos empíricos que
apoyan las otras distinciones propuestas. Tangney (1999) ha encontrado en estudios
propios que si bien las transgresiones morales tienden a provocar culpa o
vergüenza más o menos por igual, los fallos morales tienden más bien a provocar
vergüenza. Asimismo, Wallbott y Scherer (1995) encontraron lo siguiente:
Mientras que la vergüenza a menudo es provocada
por factores externos, la culpa es una experiencia emocional más interna, y
Mientras que la vergüenza se asocia al fracaso
en el logro de metas, la culpa se asocia a la transgresión de normas.
Referencia bibliográfica
Fernández, E., García, B., Jiménez, M. P., Martín, M.
D., & Domínguez, F. J. (2011). Psicología de la Emoción. Madrid:
Universitaria Ramón Areces.
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