FUNDAMENTOS
EVOLUTIVOS DE LA DISOCIACIÓN Y LA NO PERCEPCIÓN
La disociación es un problema tanto psicológico como fisiológico.
Aspectos psicológicos
de la no percepción
La percepción constituye un componente fundamental de la integración
La integración incluye unas acciones continuadas que nos ayudan a diferenciar y vincular las distintas vivencias y experiencias a lo largo del tiempo, dentro del seno de la personalidad flexible y estable. La integración favorece, pues, el mejor funcionamiento posible en el presente y en el futuro anticipado. La percepción realista es crucial para la resolución del trauma y para afrontar adecuadamente, con éxito y serenidad razonables, la vida cotidiana. En tales condiciones, podemos percibir de la mejor forma lo que también perciben el resto de las personas que nos rodean, lo que reviste una importancia fundamental dado que tendemos a vivir en una realidad social compartida.
Cuando los niños son víctimas de abusos perpetrados por un cuidador que se supone que los quiere, cuando las personas y organizaciones no protegen como deberían hacerlo, el resultado es que a los niños les resulta intolerable percibir realistamente, darse cuenta. La traición de la confianza inhibe la percepción realista y favorece la disociación.
La percepción realista
es la acción continuada que
nos permite ser conscientes de la realidad tal y como es, aceptarla, y a
continuación adaptarnos de la misma de manera efectiva y eficaz.
La no percepción es la incapacidad de captar los aspectos esenciales de la experiencia externa que verdadera y obligatoriamente se corresponden con nuestro pasado, presente y futuro; con nuestro propio yo; y con nuestras vivencias internas, tales como pensamientos, acciones físicas, sensaciones, recuerdos y emociones. Acontece en todos nosotros, de muchas y diversas formas y grados de intensidad. Puede ser leve, moderada o extrema, y estar relacionada con experiencias cotidianas comunes o con acontecimientos catastróficos. Se puede manifestar en ciertos ámbitos de la vida y no en otros. Puede oscilar de unos lapsos momentáneos de poca importancia a una amnesia mayor o global (una no percepción o inconsciencia completa).
La no percepción puede afectar a ciertos aspectos de una vivencia experiencial y no a otros, y esto se aplica por igual a las experiencias buenas como a las experiencias malas. Por ejemplo, puede ser una buenísima estudiante, pero no darse cuenta que son sus capacidades intelectuales las que se lo permiten, en lugar de ello, puede estar convencida de que es tonta. Por otro lado, puede darse cuenta de que está constantemente atemorizada, lo cual se puede reflejar en movimientos de ojos a toda velocidad de un lado para otro, y encorvar los hombros, pero a pesar de ello ser incapaz de identificar la raíz del temor.
Las víctimas supervivientes de experiencias traumáticas tienen una mezcla de no percepciones normales, cotidianas que son comunes a todos nosotros, combinadas con no percepciones graves: En realidad no tengo ningún problema. Vengo a terapia sólo porque mi pareja quiere que venga. El problema no soy yo, el problema son los demás. Mi infancia fue muy buena. No tengo ni idea de por qué tengo estas marcas en mi cuerpo, no me duelen nada. No recuerdo nada antes de ir al instituto. Aquel niño no soy yo; esa cara que veo en el espejo no es la mía.
Entre más profundamente arraigada y generalizada y omnipresente sea la no percepción, mayor será la probabilidad de que la terapia vaya a ser larga y difícil. Requiere mucho trabajo para aumentar la percepción realista y la consiguiente integración.
Aspectos fisiológicos
de la no percepción (Van Der Hart, Steele, & Boon, 2018)
Las partes disociativas se manifiestan somáticamente, cada una de ellas con las características físicas que le son propias, aun cuando continúen sin ser conocidas o reconocidas por el paciente. En el caso de los pacientes disociativos, ciertos aspectos del trauma, así como de la evitación del trauma, aparecen distribuidos en diferentes partes disociativas. Por ejemplo, una parte del paciente puede permanecer fijada al miedo, con los músculos tensos y una expresión facial congelada o con un dolor físico grave; otra puede sentirse desplomada y apagada, replegada sobre sí misma, evitando cualquier reconocimiento de la realidad de la traumatización -entumecida tanto físicamente como emocionalmente. Cada una de las partes disociativas tiene su propia fisiología, sensaciones y movimientos correspondientes, que reflejan sus respectivos contenidos mentales.
Las vivencias sensoriales, gestos, movimientos y posturas habituales desempeñan un papel crucial a la hora de favorecer la percepción o la no percepción. Los terapeutas y pacientes necesitan reconocer, por ejemplo, las sensaciones agudas e intensas, sudorosas; los movimientos nerviosos; y la postura corporal tensa asociados todos ellos al miedo, con objeto de poder intervenir precozmente para favorecer la regulación, y transformar el miedo en una emoción más adaptativa en el momento actual. Las emociones tienen unos precursores somáticos e incluyen sensaciones, gestos y movimientos. Con la depresión, la actitud postural y el tono general del paciente se derrumban; con la ansiedad y el temor, los músculos se tensan; con la agresividad, cerramos y apretamos las manos formando un puño, echamos el pecho hacia adelante y los hombros hacia atrás; las expresiones faciales cambian en consonancia con la percepción de una posible amenaza o de una sensación de seguridad. Sentir la vivencia del apoyo emocional del otro es necesario para establecer un apego seguro, y puede encontrar su expresión bajo la forma de una sensación de calidez y de expansión en el pecho, una relajación de la tensión, el enderezamiento de la postura, la búsqueda de contacto ocular. Estas y otras innumerables vivencias somáticas son esenciales para percatarse de ellas y para utilizarlas terapéuticamente.
Las palabras en las terapias verbales suelen fracasar con los individuos traumatizados; estos son incapaces de comprender, de expresarse o de formular pensamientos cuando se activan los recuerdos traumáticos, en especial cuando dichas experiencias fueron preverbales. La memoria no es únicamente emocional y cognitiva; también tiene componentes somáticos. En particular, los recuerdos traumáticos son fundamentalmente somatosensoriales, con frecuencia sin un componente cognitivo (o escaso), y la vivencia no verbal del trauma continúa viva en el cuerpo, contenida dentro de determinadas partes disociativas. Los pacientes suelen decir: “Sé que estoy aquí y que estoy a salvo y que estoy aquí, pero no me siento seguro, es más, me siento como si estuviera otra vez allí, cuando (el trauma) estaba sucediendo. Por ello, las acciones somáticas repetitivas e inadecuadas asociadas al trauma pueden proseguir y aparecer contenidas en diferentes partes disociativas del paciente.
Es imprescindible que el terapeuta incluya el reconocimiento de la vivencia somática y las intervenciones somáticas dentro de los enfoques asociados a la psicoterapia tradicional, en el tratamiento de los pacientes crónicamente traumatizados, con el objetivo de facilitar la percepción realista y la integración.
Bibliografía
Van Der Hart, O., Steele, K., & Boon, S. (2018). El
tratamiento de la disociación relacionada con el trauma. Bilbao: Desclée De
Brouwer, S.A.
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