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RELACIÓN DE LA INHIBICIÓN CONDUCTUAL Y LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD CON OTRAS VARIABLES



Los estudios relacionan la IC con la etiología de los trastornos de ansiedad en la infancia. Pero ya que los datos demuestran que no todos los niños ansiosos presentan un comportamiento inhibido y no todos los niños con IC sufren patologías
relacionadas con la ansiedad, resulta necesario conocer qué otros factores pueden estar implicados en el origen, desarrollo y mantenimiento de la relación entre IC y los trastornos de ansiedad. Ante esto, cabe la pregunta de en qué condiciones los niños con IC desarrollan trastornos de ansiedad. Para dar respuesta a esta cuestión, los estudios analizan la existencia de otras variables que pueden ser mediadoras de esta relación.

En esta línea, las investigaciones señalan que los niños de padres con algún trastorno de ansiedad presentan un mayor riesgo de manifestar IC y desarrollar un trastorno de ansiedad en edades tempranas (Hirshfeld-Becker, Micco, Henin, Bloomfield, Biederman y Rosenbaum, 2008; Hudson et al., 2011; Muris et al., 2011). De tal manera que según Biederman et al. (1993), en los menores inhibidos existe un mayor riesgo de padecer trastornos de ansiedad en ellos y en sus familias.

Del mismo modo, el estilo educativo de los padres es otra variable de riesgo implicada en el desarrollo de los trastornos de ansiedad (Rapee, 2001). Rapee señala que cuando los padres se muestran poco afectivos en la relación con sus hijos, les exteriorizan poca aceptación y un bajo nivel de afinidad, generan una mayor probabilidad de desarrollar una relación insegura, que a su vez posibilita el desarrollo de trastornos de ansiedad. En este mismo sentido, postula que una protección excesiva y un alto control de los padres pueden transmitir al niño un mensaje de que el mundo es un lugar peligroso y reducir el contacto del niño con estímulos novedosos o eventos amenazantes, minimizando las experiencias del niño y pudiendo reforzar la dependencia hacia los demás. Otros estudios apoyan este extremo (McLeod, Wood y Weisz, 2006; Wood, McLeod, Sigman, Hwang y Chu, 2003), sin embargo, pocos arrojan luz sobre la naturaleza de la dirección de esta asociación. Rubin, Cheah y Fox (2001) informan que un pequeño control parental durante una tarea estructurada se asocia con un aumento de conductas de IC en niños preescolares. Aunque estos estudios señalan la posibilidad de que las prácticas de crianza moderan la relación entre el temperamento y la vulnerabilidad psicológica posterior de los niños, resulta evidente, que se necesita más investigación para entender mejor la contribución de los factores específicos de crianza (Thirlwall y Creswell, 2010). Ya que el comportamiento de los padres, según los estudios realizados, podría entenderse como una causa de la ansiedad en los niños, como una respuesta de los padres a la ansiedad de sus hijos o como la expresión de la propiedad ansiedad de los padres (Fox, Henserson, Marshall, Nichols y Ghera, 2005).

Igualmente, los resultados revelan que hay una relación entre los trastornos de ansiedad de la madre y los altos niveles de crítica hacia sus hijos, una de las dimensiones del constructo de emoción expresada. A su vez, los altos niveles de crítica se relacionan con el aumento de la posibilidad de presentar IC y un mayor número de psicopatologías en niños de 4 a 10 años (Hirshfeld, Biederman, Bordy, Faraone y Rosenbaum, 1997). En esta línea, se hallan puntuaciones más altas de emoción expresada en los padres cuyos hijos presentan trastornos de ansiedad (García-López, Muela, Espinosa-Fernández y Díaz-Castela, 2009). Por último, la variable estrés maternal en la infancia, es otra variable que también podría estar asociada con los trastornos de ansiedad en la adolescencia (Essex et al., 2010).

Los estudios apuntan a que no sólo son variables que puedan relacionarse con los trastornos de ansiedad:

·         Los trastornos de ansiedad de los padres

·         El estilo educativo

·         La emoción expresada 

·         el estrés maternal.

Si no que hay otros factores de vulnerabilidad como (Muris et al., 2011; Rapee, Schniering y Hudson, 2009):

·         Un apego inseguro entre padres e hijos

·         Los estilos negativos de crianza

·         Las experiencias de aprendizaje específicos

·         Los sucesos vitales estresantes que pueden contribuir a ello.

Del mismo modo, otras muchas variables han sido estudiadas para comprobar su influencia en la IC y los trastornos de ansiedad, aunque no se han obtenido diferencias significativas en ellas. Entre algunas de estas variables, se encuentran:

·         La expresividad y cohesión familiar

·         El orden de nacimiento o el número de hermanos (Hirshfeld-Becker, Biederman, Faraone, Segool, Buchwald y Rosenbaum, 2004) 

·         La dependencia al alcohol y las drogas de los padres (Biederman, Hirshfeld-Becker, Rosenbaum, Perenick, Wood y Faraone, 2001).

Al igual que existen variables que pueden favorecer la presencia de IC y el desarrollo de trastornos de ansiedad, hay un consenso en considerar otros factores que actúan de protección en el desarrollo de la ansiedad infantil, variables tanto de carácter externo, familiar y socioambiental, como interno, genético y cognitivo (Donovan y Spense, 2000; Vasey y Dadds, 2001). Se sabe que todos estos factores interactúan entre sí y, dependiendo de variables tales como las características del contexto, la vulnerabilidad individual, la fase de desarrollo, así como la presencia o ausencia de otros factores de riesgo o protección, pueden ser o no el resultado del desarrollo de problemas de inhibición y ansiedad en el niño (Espinosa-Fernández, 2009). De todas formas, algunos autores consideran que aún son necesarios nuevos estudios en los que se examine los efectos aditivos e interactivos de la IC junto a una amplia gama de otros factores de vulnerabilidad en el desarrollo de la ansiedad patológica de los jóvenes (Hirshfeld-Becker, Micco, Henin et al., 2008; Hirshfeld-Becker, Micco, Simoes y Henin, 2008).

Referencia bibliográfica

Ordóñez, A., Espinosa, L., García, L. J., & Muela, J. A. (2013). Inhibición Conductual y su Relación con los Trastornos de Ansiedad Infantil. Terapia Psicológica, 31(3).


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