¿PORQUÉ LOS DROGADICTOS DESEAN DROGAS?
¿POR QUÉ ESTA ANSIA (CRAWING) SE DA INCLUSO
TRAS UN LARGO PERÍODO DE ABSTINENCIA?
Incluso
después de estar meses o años sin tomar una droga adictiva, un antiguo adicto a
la droga puede experimentar a veces un ansia intensa que le lleva a recaer.
Tomar una droga durante un período de tiempo prolongado produce ciertos cambios
duraderos en el cerebro que aumentan la probabilidad de recaída en la droga. Entender
esto, es esencial para idear terapias que ayuden a las personas a romper de una
vez por todas su dependencia a las drogas.
La relevancia del incentivo
Robinson
y Berridge (2003) sugieren que cuando una droga adictiva activa el sistema
dopaminérgico mesolímbico, los estímulos presentes en ese momento adquieren una
relevancia de incentivo. Esto
significa que los estímulos asociados con el consumo de la droga se vuelven
emocionantes y motivan -incitan a actuar-. Cuando una persona con una
historia de drogadicción ve estos estímulos o piensa en ellos, experimenta ansia
de la droga -un deseo intenso de tomarla-. Esta hipótesis no implica que el
ansia se deba únicamente a una sensación desagradable. Koob y Le Moal (2001,p.97)
proponen que la drogadicción implica “un ciclo en espiral de pérdida de
regulación de los sistemas cerebrales de refuerzo que aumenta progresivamente,
llevando a un consumo compulsivo y pérdida de control sobre el consumo de droga”
Así
como el sabor de una comida puede provocar hambre, que es el por lo que las
cosas apetitosas que se toman antes de una comida se llaman aperitivos. Para
alguien con historia clínica de drogadicción, una pequeña dosis de la droga
tiene efectos similares: aumenta el ansia, o el apetito de la droga. Mediante
un proceso de condicionamiento clásico, los estímulos que se han asociado a las
drogas en el pasado pueden producir el ansia. Por ejemplo, es probable que un
sujeto con alcoholismo al ver una botella de licor sienta la urgencia de tomar
una copa. En el pasado, las agencias que patrocinaban los programas en contra
de la adicción a veces preparaban carteles ilustrando los peligros de la
toxicomanía en los que se mostraba la parafernalia de la droga: jeringuillas, agujas,
cucharas, pequeños montones de polvo blanco...Posiblemente, estos carteles
lograban recordar a las personas que no consumían drogas que debían evitarlas. Pero
su efecto en quienes estaban intentando superar el hábito de drogadicción era exactamente
el opuesto al que pretendían.
El modelo de restablecimiento
Una de
las maneras en que se ha investigado el ansia de droga en animales de laboratorio
es mediante el modelo de restablecimiento de la búsqueda de
la droga. Primero se entrena a los animales para que ejecuten una respuesta (p.ej.
presionar una palanca), la cual se refuerza con inyecciones intravenosas de una
droga, p. ej., cocaína. Después se extingue la respuesta suministrando una
solución salina en lugar de la droga. Una vez que el animal ha dejado de responder,
el experimentador le administra una inyección “libre” de la droga o le presenta
un estímulo que se ha asociado con ella. En respuesta a estos estímulos, el
animal empieza de nuevo a dar la respuesta de apretar la palanca.
Posiblemente,
este tipo de recaída (restablecimiento de una respuesta previamente extinguida)
es un buen modelo del ansia que motiva la conducta de búsqueda de la droga en
un antiguo adicto.
Para entender
el proceso de restablecimiento (y el ansia en que se basa), hay que analizar en
primer lugar lo que ocurre durante el proceso de extinción. La extinción es un
tipo de aprendizaje. Un animal no olvida dar una determinada respuesta, aprende
a no darla. La corteza prefrontal ventromedial (CPFvm) juega un papel decisivo
en este proceso. Las lesiones en la CPFvm alteran la extinción de una respuesta
emocional condicionada, la estimulación de esta región inhibe las respuestas
emocionales condicionadas y el adiestramiento en extinción activa las neuronas
allí localizadas.
Estudios
realizados con ratas indican que diferentes regiones de la corteza prefrontal
ejercen efectos excitadores e inhibidores sobre las respuestas
relacionadas con las drogas mediante conexiones excitadoras e inhibidoras con
el sistema de recompensa cerebral. Estos efectos, al parecer son los que explican
la extinción y el restablecimiento. Peters, LaLumiere y Kalivas (2008)
encontraron que al estimular el CPFvm con una infusión de AMPA, un
agonista de glutamato, se bloqueaba el restablecimiento de la
respuesta producida normalmente por una administración libre de cocaína o
por la presentación de un estímulo asociado con el refuerzo de cocaína. Es
decir, la activación del CPFvm inhibía las respuestas. Así mismo, se ha encontrado
que el restablecimiento de la conducta de presionar una palanca para conseguir
infusiones de cocaína se abolía al inyectar un agonista del GABA en la
corteza cingulada anterior dorsal (CCAd), una región que tiene conexiones
excitadoras con el NAC. Es decir, la inhibición de la CCAd impedía el
restablecimiento de la respuesta. Esto resultados indican que la CCAd
interviene en el ansia y que la CPFvm desempeña un papel en la supresión.
Estudios
de neuroimagen funcional realizados con humanos han demostrados que las drogas
(incluidas la cocaína, la heroína y la nicotina) o las señales asociadas con
ellas activan varias regiones del cerebro. Entre las regiones corticales
activadas con mayor frecuencia figuran la CCA (coreza cingulada anterior) y la
COF (corteza orbitofrontal), y entre las que menos, la ínsula y la corteza prefrontal
dorsolateral. Por ejemplo, se ha encontrado que un sorbo de alcohol y ver
imágenes relacionadas con el alcohol aumentaban el ansia en sujetos con
alcoholismo, pero no en los sujetos del grupo de referencia (bebedores
sociales). El NAC, la CCA, el ATV y la ínsula se activaron en sujetos con
alcoholismo, mientras que en los sujetos de referencia tan solo se activó la
CCA.
Brody
cols. (2004) observaron que el ansia de nicotina aumentaba la actividad de
la CCA y que los fumadores bajo tratamiento con anfebrutamona se daba un
menor grado de activación de esta región y decían sentir un ansia menos intensa
cuando se les presentaban señales relacionadas con los cigarrillos. Se ha
comprobado que la anfebrutamona es útil para ayudar a dejar de fumar). La activación
de la corteza prefrontal parece estar relacionada con el ansia por los
refuerzos normales, así como por las drogas adictivas.
La
corteza prefrontal desempeña una función importante en las funciones ejecutivas,
incluyendo la planificación de la conducta, la evaluación de las consecuencias
de las acciones y la inhibición de la respuesta cuando las condiciones indican
que podría ser inadecuada. Las personas con lesiones en la corteza frontal
tienen dificultades para inhibir la respuesta y controlar sus emociones y también
más a implicarse en conductas de riesgo. Sin duda, se puede apreciar la
semejanza entre esta conducta y las personas adictas a las drogas. La conducta de
ambos no está inhibida por los efectos a largo plazo de determinadas acciones, sino
que está dominada por la gratificación inmediata, como la que proporciona una
droga.
Volkow
y cols. (1992) observaron que el grado de actividad de la CPF medial de los
adictos a cocaína durante la abstinencia era menor que el de los sujetos
normales. Además, cuando los adictos están realizando tareas que normalmente
activan la CPF medial, su CPF medial se activa en menor medida que la de los
sujetos sanos del grupo de referencia y su rendimiento en la tarea es peor. De
hecho, Bolla y cols encontraron que la cantidad de activación de la CPF medial
estaba inversamente relacionada con la cantidad de cocaína que los
cocainómanos tomaban habitualmente cada semana: cuando menor actividad
cerebral, mayor consumo de cocaína.
Las personas
con una larga historia clínica de drogadicción no solo presentan las mismas
alteraciones en tareas que implican a la CPF que las personas con lesiones en
esa región, sino que también presentan anomalías estructurales en ella. Franklin
y cols. (2002) encontraron una disminución del 5 al 11% de la cantidad de
sustancia gris en la corteza temporal superior y en varias regiones de la
corteza prefrontal de los cocainómanos crónicos. Thompson y cols. (2004)
encontraron una disminución del 11% en la cantidad de sustancia gris de la
corteza cingulada y de la corteza límbica de los consumidores de metanfetamina.
Por supuesto, estos resultados no permiten determinar si las anomalías en la CPF
predisponen a las personas a convertirse en adictos o si el consumo de drogas
es lo que causa estas anomalías.
Los síntomas
negativos y cognitivos de la esquizofrenia al parecer son una consecuencia de
la hipofrontalidad-disminución de la actividad de la CPF. Estos síntomas
son muy similares a los que acompañan a la drogadicción durante un largo período.
De hecho, estudios han encontrado un alto grado de comorbilidad entre la
esquizofrenia y la drogadicción. P.ej., más de la mitad de los pacientes
esquizofrénicos tienen un trastorno de drogadicción y entre el 70 y 90% tienen
dependencia de la nicotina. Mathalon y cols (2003), hallaron que la cantidad
de sustancia gris prefrontal era un 10,1% menor en pacientes con alcoholismo,
un 9% en esquizofrénicos y un 15,6% menor en ambos trastornos. Los resultados
sugieren que las anomalías de la CPF puedes ser un factor común en la
esquizofrenia y en los trastornos de drogadicción. No obstante, las investigaciones
aún no han determinado si anomalías preexistentes elevan el riesgo de padecer
esos trastornos o si los trastornos causan las anomalías.
El papel
de la CPF en el establecimiento de juicios, la asunción de riesgos y el control
de conductas inadecuadas puede explicar por qué los adolescentes son mucho más
vulnerables a la drogadicción que los adultos. La adolescencia es una época de
cambios madurativos profundos y rápidos en el cerebro -particularmente en la
corteza prefrontal-. Antes de que esos circuitos alcancen su forma adulta, los
adolescentes son más proclives a presentar conductas impulsivas, guiadas por la
novedad y de posible riesgo, entre las que se incluye tomar alcohol, la
nicotina y drogas ilícitas. La adicción en la mayoría de los adultos suele empezar
durante la adolescencia o al principio de la vida adulta. Aproximadamente un
50% de los casos de adicción empiezan entre los 15 y los 18 años, y muy poco
después de los 20. Además, un comienzo temprano de consumo de drogas se asocia
con mayor gravedad de la adicción y mayor probabilidad de abuso de múltiples
sustancias. Posiblemente, el desarrollo final de los circuitos neurales que
participan en el control comportamental y el juicio junto con la madurez que procede
de un aumento de la experiencia, ayude a las personas resistir la tentación del
consumo de drogas. De hecho, se ha encontrado que los niños entre 10 y 12 años que
puntuaron más bajo en las pruebas de inhibición comportamental tenían más
probabilidad de presentar un trastorno por abuso de sustancias a los 19 años de
edad.
Los estímulos
relacionados con la droga pueden desencadenar el ansia y la conducta de
búsqueda de droga, pero, además, se ha observado que las situaciones
estresantes pueden hacer recaer en la droga a antiguos adictos.
Bibliografía
Carlson, N. R. (2010). Fundamentos de fisiología de
la conducta. Madrid: Pearson.
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