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Psicologa Vecindario TERAPIA SENSORIOMOTRIZ: Síntomas psicomorfos y síntomas disociativos somatomorfos

 


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 TERAPIA SENSORIOMOTRIZ:

Síntomas psicomorfos y síntomas disociativos somatomorfos

En las personas traumatizadas, el ciclo debilitador y reiterado de la interacción entre la mente y el cuerpo mantiene “vivo” el trauma del pasado, alterando el sentido de la identidad y perpetuando los trastornos asociados al trauma. Son muchas las personas que conservan un recuerdo fragmentario de sus experiencias traumáticas, una multitud de reacciones neurobiológicas fácilmente reactivadas, junto con unos recuerdos no verbales intensos, desconcertantes reacciones y síntomas sensoriomotrices que “narran la historia” sin palabras, como si el cuerpo supiera lo que ellos desconocen a nivel cognitivo. Estas personas no suelen ser conscientes de que dichas reacciones sensaciones corporales intrusivas, imágenes, olores, dolor y constricción física, entumecimiento, junto con la incapacidad de modular la activación fisiológica son, de hecho, remanentes del trauma del pasado. Sin saber a menudo con certeza qué fue lo que pasó y cómo pudieron soportarlo, las personas traumatizadas tienden a interpretar la reactivación de estas reacciones sensoriomotrices como datos respecto de su identidad o de su personalidad:

“Jamás estaré a salvo”, “Soy una mujer marcada”, “No valgo nada y soy indigno de que me quieran”.

Dichas creencias se reflejan en el cuerpo y en la actitud emocional, la respiración, la libertad de movimientos, incluso en el pulso y la respiración (Aposhyan, 2004; Caldwell, 1997; Heckler, 1993; Keleman, 1985; Kepner, 1987, 1995; Krueger, 2002; Kurtz, 1990; Kurtz y Prestera, 1976; Lowen, 1975; Reich, 1945/1972; Rosenberg, Rand y Asay, 1985). Y cada adaptación somática al trauma, a su vez, influye en cómo responden las personas traumatizadas al entorno y en el sentido que le adscriben a la totalidad de la experiencia subsiguiente.

En lugar de ayudarles a resolver estos síntomas, los intentos de procesar los incidentes traumáticos a través de describirlos con palabras o de descargar las emociones asociadas puede precipitar la “rememoración somática” bajo la forma de sensaciones físicas, insensibilidad, desregulación de la activación fisiológica y movimientos involuntarios. A su vez, estas intensas reacciones corporales pueden estimular la aparición de emociones relacionadas con el trauma, tales como terror, pánico, indefensión, desesperanza, vergüenza y rabia. Así pues, el intento de describir los incidentes traumáticos trae repentinamente el pasado al presente, y la orientación en dirección a la realidad actual puede desvanecerse parcial o transitoriamente (Tarrier et al., 1999; Burnstein, Ellis, Teitge, Gross y Shier, 1986; McDonough-Coyle et al., 2000; Pitman et al., 1991; Scott y Stradling, 1997; Devilly y Foa, 2001; Tarrier, 2001).

La “rememoración” del trauma es vivida como “Me está volviendo a pasar otra vez todavía no estoy fuera de peligro”. En estos momentos en los que la persona se siente amenazada, la mente “pensante” el córtex frontal se ve debilitada. En consecuencia, las decisiones y acciones subsiguientes sobre la base de la vivencia corporal de amenaza tienden a ser impulsivas, peligrosas o de alguna otra forma inapropiadas a la realidad actual. A pesar de ello, una vez más la persona siente que las creencias relacionadas con el trauma esto es, las creencias que exacerban los síntomas somáticos parecen verse confirmadas:

“Debe ser verdad que no puede pasarme nada bueno”, “Debe ser verdad que no me merezco vivir en paz”.

La complejidad y la variedad de los síntomas que afectan tanto a la mente como al cuerpo resultan desconcertantes para los terapeutas y los pacientes por igual. Destacando la función que desempeña la disociación en los síntomas traumáticos, Pierre Janet (1889) enfatiza que los traumas no resueltos generan déficits profundos en la capacidad de integrar las experiencias. Procesos que normalmente son unificados, tales como las emociones, los pensamientos, la identidad, los recuerdos y los distintos elementos somatosensoriales, quedan separados (Spiegel y Cardena, 1991). Este defecto de integración conduce a una excesiva “compartimentalización de la experiencia”: los distintos elementos del trauma no se integran en un todo unitario o en un sentido integrado de la propia identidad” (Van der Kolk, Van der Hart y Marmar, 1996, p. 306).

Una forma de compartimentalización se evidencia en la propensión de las personas traumatizadas a alternar entre:

1) la insensibilidad emocional y corporal y la evitación de los estímulos que recuerden el trauma, y

2) la reviviscencia intrusiva del trauma a través de flashbacks, sueños, pensamientos y síntomas somáticos

En palabras de James Chu: “Este modelo bifásico es el resultado de la disociación: los hechos traumáticos quedan distanciados y disociados del conocimiento consciente habitual en la fase insensible, para reaparecer en la fase intrusiva” (1998, p. 33).

En cada una de las fases disociativas aparecen síntomas marcadamente diferentes. En la fase intrusiva la persona se ve inundada por fragmentos no integrados de recuerdos traumáticos que reaparecen espontáneamente. En la fase insensible, estos mismos fragmentos son mantenidos a raya, pero la persona se siente entumecida y despegada, como si viviera “en la superficie de la conciencia

Los síntomas disociativos de cada una de las fases se complican adicionalmente por el hecho de ser tanto psicológicos o psicomorfos, como sensoriomotrices o somatomorfos (Nijenhuis y Van der Hart, 1999; Van der Hart, Van Dijke, Van Son y Steele, 2000).

Los síntomas psicomorfos incluyen la disociación de las funciones mentales y se manifiestan bajo la forma de emociones irrefrenables, dificultades de concentración, amnesia y demás problemas de memoria, y alteraciones de los sistemas de creencias.

Los síntomas disociativos somatomorfos incluyen sensaciones corporales, movimientos y los distintos sentidos, incluidas las distorsiones sensoriales, desregulación de la activación fisiológica, ausencia de sensaciones corporales, dolor, trastornos del movimiento, y la reviviscencia del trauma bajo la forma de fragmentos somatosensoriales.

Van der Hart y colaboradores han observado que los síntomas psicomorfos y somatomorfos deberían considerarse como las dos caras de una misma moneda, dado que “ambos constituyen expresiones de los procesos disociativos subyacentes que tienen lugar dentro del contexto de la unión inseparable de psique y soma” (2000, p. 35).

La complicada mezcla de síntomas somatomorfos y psicomorfos reclama un modelo de tratamiento que aborde directamente los efectos de la traumatización a nivel tanto mental como corporal.

Bibliografía

Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2009). El trauma y el cuerpo. Un modelo sensoriomotriz de terapia. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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