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Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque FREUD Yo, Ello y Superyó

 

 YO, ELLO Y SUPERYÓ

a)    El Yo

     El Yo es la instancia psíquica que integra la consciencia y domina el acceso a la motilidad (la descarga de las excitaciones en el mundo externo). 

     ¿Cómo se forma el Yo? 

     En El Yo y el Ello (1923), Freud plantea que el Yo surge como una diferenciación del Ello por la influencia del mundo externo sobre el sujeto. Cuando nace el bebé, no existe el aparato psíquico, éste se forma en el curso del desarrollo. En un principio, solo existe el Ello, sede de las pulsiones, del cual el Yo surge como una modificación producida por el contacto con el mundo externo. 

     Por tanto, puede afirmarse que del Ello modificado surge el Yo, quien mantiene contacto con la realidad y el mundo externo, por un lado; con el Ello, por otro lado; y a través de éste, con lo inconsciente reprimido. El Yo intenta sustituir el principio del placer que rige en el Ello por el principio de realidad; es decir, conseguir la satisfacción de las pulsiones adecuándolas a la realidad externa. De esta manera, el Yo se concibe como lo racional por oposición al Ello que representa lo pasional.

     En la interrelación de las dos tópicas, podemos decir que la consciencia constituye la superficie del aparato psíquico, a ella llegan las percepciones tanto externas, a través de los sentidos, como internas; éstas se enlazan con representaciones verbales y de esta manera pasan al sistema preconsciente. Las representaciones verbales constituyen restos mnémicos, que dado que en un momento fueron percepciones pueden volver a ser conscientes, como todos los restos mnémicos. 

     En la génesis del Yo intervienen tanto las percepciones de estímulos externos acústicos como las que se forman a partir de las sensaciones corporales, externas e internas.

     ¿Qué relación existe entre el Ello, el Yo y el Superyó? 

     Del Ello parte la libido que es colocada sobre los objetos del mundo externo, a esto se llama libido objetal. El Yo se transforma para que el Ello abandone sus elecciones de objeto contrarias a las normas sociales o la cultura. Esta modificación se lleva a cabo mediante la reconstrucción del objeto o la incorporación de sus rasgos dentro del Yo, transformando la libido objetal en libido narcisista, esta transformación tiene como consecuencia una desexualización (abandono de los fines sexuales). Así, el Yo intenta controlar y dominar al Ello, aunque esto comporte al mismo tiempo una sumisión. 

     En la etapa fálica, la resolución del complejo de Edipo trae como consecuencia la conformación del Superyó. Freud plantea en El Yo y el Ello, la existencia de una bisexualidad constitucional en el individuo la cual interviene en la génesis del complejo de Edipo completo. 

     El complejo de Edipo completo es un complejo doble (en el simple solo habría el amor hacia uno de los progenitores), positivo y negativo en tanto orientación sexual hacia el progenitor de sexo opuesto y del mismo sexo. El niño/a presenta una actitud ambivalente contra el padre y amorosa hacia la madre; y al mismo tiempo, una actitud amorosa hacia el padre y hostil hacia la madre. En la mayoría de los casos, esto deriva en una sola dirección (positiva o negativa). Hacia el final del complejo de Edipo se combinan las cuatro tendencias: amor al padre, odio al padre, amor a la madre, odio a la madre; de tal manera que se produce una identificación con el padre y una identificación con la madre. La disposición y orientación sexual resultante, que será reelaborada en la adolescencia, dependerá de la intensidad de cada una de estas identificaciones. 

     El Superyó constituye un residuo de las primeras elecciones de objeto del Ello y también una enérgica formación reactiva contra las mismas. Debe su génesis a la intensa represión que hubo de operar para renunciar a los deseos incestuosos. Para que el Yo pudiera llevar a cabo tal represión necesitó recurrir a una fuerza externa. La energía represiva fue tomada del padre, trayendo como consecuencia la formación del Superyó a imagen del Superyó de los padres, incorporando los juicios de valor, y las tradiciones que se traspasan de una generación a otra. 

     El Superyó se comporta en relación al Yo como conciencia moral o como un sentimiento inconsciente de culpabilidad. Comprende las funciones de prohibición y de ideal. En tanto prohibición, funciona como sede de las normas sociales juzgando al Yo; en tanto Ideal del Yo, se comporta como una instancia crítica y autoobservadora que compara la medida en la que el Yo se asemeja al ideal, pudiendo generar así un sentimiento de inferioridad. 

     Otros psicoanalistas postulan la existencia de un Superyó temprano, anterior a la etapa fálica. Una muestra de esto sería la aparición del “no” por identificación con los aspectos prohibitivos que la madre ejerce sobre el niño/a cuando éste desarrolla su actividad exploratoria alrededor de los 18 meses (Spitz). Otros, también consideran la formación de un superyó temprano en la adquisición del control de esfínteres. 

Psicóloga en Vecindario

MARÍA JESÚS SUÁREZ DUQUE

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