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Psicóloga María Jesús Suárez Duque MALTRATO ADULTO MALTRATO PSICOLÓGICO Consecuencias del maltrato psicológico


   CONSECUENCIAS DEL MALTRATO PSICOLÓGICO

 Antes del momento en que las víctimas tomen conciencia de la agresión, no sienten desconfianza, sino todo lo contrario, suelen ser demasiado confiadas. Por mucho que otras personas ajenas a la situación les señalen su sumisión o su excesiva condescendencia en relación con una falta de respeto evidente, se niegan a reconocerlo. Sólo de forma brutal comprenden por fin que han sido objeto de una manipulación.



   En ese momento, se sienten desamparadas, heridas, les embarga una sensación de fractura violenta, de estupefacción, de desbordamiento y de hundimiento. La importancia del choque se debe al efecto sorpresa y a su falta de preparación, que es una consecuencia del dominio al que estaban sometidas.

   Incluso después de haber tomado la decisión de separarse, las víctimas no suelen indignarse ni rebelarse. La rabia es la que las ayuda a liberarse. Las víctimas han llegado a descubrir su injusta suerte, pero no por ello se encuentran en condición de sublevarse. La ira aparecerá más adelante y, al principio, no será más que una reacción reprimida y, por lo tanto, ineficaz. Si desean experimentar una ira realmente liberadora, deben sustraerse primero al dominio.

   Cuando toman conciencia de la manipulación, se sienten estafadas. Se ha abusado de ellas y no se las ha respetado. Descubren, un poco tarde, que son víctimas, y que alguien ha estado jugando con ellas. Pierden su autoestima y sienten haber perdido su dignidad. Se avergüenzan de las reacciones que han tenido debido a la manipulación.

   La vergüenza se debe a que toman conciencia de su propia indulgencia patológica, que ha dado pie a la violencia de su agresor.

   Algunas víctimas desean vengarse, pero, por lo común, lo que desean es rehabilitarse y que se vuelva a reconocer su identidad. Esperan que su agresor se disculpe, pero esto no sucederá. Si obtienen alguna reparación, ésta ocurre mucho más adelante y proviene de los testigos o de los cómplices pasivos que, también manipulados por el agresor, se sumaron a la agresión.

   Durante esta fase de desequilibrio suelen presentar un estado de ansiedad generalizada, un estado depresivo, o trastornos psicosomáticos. En los sujetos más impulsivos, el desequilibrio conduce a reacciones violentas que terminan con su ingreso en hospitales psiquiátricos. A los agresores, todos estos trastornos les sirven para justificar su propio acoso.

   Su estado depresivo se debe al agotamiento, es decir, a un exceso de estrés. Las víctimas se sienten vacías, cansadas y sin energía. Ya nada les interesa. No consiguen pensar ni concentrarse, ni siquiera en las actividades triviales. Este es el momento en que aparece la idea de suicidio.

   El momento más peligroso es cuando toman conciencia de que han sido estafadas y de que nada conseguirá devolverles el reconocimiento que se merecen. Los suicidios o los intentos de suicidio reafirman a los perversos en su certidumbre de que el otro era débil, perturbado o loco, y de que las agresiones que le hacían padecer estaban justificadas.
Referencia bibliográfica
M.F., H. (1999). El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Barcelona.




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