Semejanzas entre el modelo
de motivos sociales de kip Williams y el de Richman y Leary
·
Ambos prestan atención a las consecuencias
aversivas que tienen para el pensamiento, la emoción, la motivación y la
conducta las reacciones negativas de otras personas: “desinterés, crítica,
prejuicio, evitación, rechazo, traición, estigmatización, ostracismo, desdén,
abandono, abuso, acoso y una amplia gama de burlas y desaires de menor
importancia”.
·
Ambos postulan que estos “eventos interpersonales
negativos” poseen la capacidad para devaluar el valor relacional percibido por
las personas.
Diferencias entre el modelo
de motivos sociales de kip Williams y de Richman y Leary
·
Richman y Leary se centran de manera exclusiva en
el motivo de pertenencia y consideran
que los otros motivos y, muy específicamente los aducidos por Williams, es
decir, la autoestima, el control y la existencia significativa, son subsidiarios
de aquél en este tipo de situaciones que implican una amenaza al valor
relacional. Se alinean, por tanto, con Baumeister y Leary (1995), que hacen
hincapié en la importancia que tienen la
aceptación y la pertenencia para el bienestar psicológico y físico de la
persona.
Richmann y Leary realizaron
una aportación importante: el análisis de los “sentimientos heridos” como la
consecuencia nuclear de las amenazas al motivo de pertenencia.
En la literatura sobre el motivo de pertenencia hay autores que presuponen
que las reacciones al rechazo o a las amenazas al motivo de pertenencia cubren
un espectro amplio de diferentes emociones negativas que oscilan entre la
tristeza y los celos, pasando por la soledad y la cólera. Sin embargo, Richman
y Leary no creen que sea así, y defienden que hay una sola emoción predominante:
los “sentimientos heridos”. Y
sostienen, además, que esta emoción no es una mezcla de otras emociones, porque
sus investigaciones han demostrado que tiene una “varianza unitaria”, es decir
que tiene unida interna y no se mezcla con otras emociones. En consecuencia,
concluyen que se puede hablar de una emoción negativa distintiva, asociada a “sentirse devaluado”, no querido y rechazado”
(2009, p.367).
Los sentimientos heridos constituyen una emoción característica de las
situaciones en que percibimos una amenaza a la pertenencia, cuando nos sentimos
rechazados y pensamos que los demás consideran poco valioso relacionarse con
nosotros.
Los sentimientos heridos, que suelen ir acompañados por un descenso de
la autoestima, ocurren inmediatamente tras el rechazo, pero pueden desencadenar
a continuación tres tipos de reacción muy diferentes entre sí (2009):
1) Conductas reparadoras o restauradoras.
Guardan relación con los motivos “sociópetos”, que
responden a un deseo acrecentado de contactos sociales, tanto con el causante
del rechazo como con otras personas en las que se espera encontrar aceptación y
apoyo. c
2) Conductas que los demás pueden vivir como antisociales
Se trata de impulsos de cólera, y suele
manifestarse mediante conductas que los demás pueden vivir como antisociales, y
que surgen como defensa, bien cómo ataque a la fuente de rechazo. Aunque en
principio, puede resultar sorprendente que una persona rechazada de rienda
suelta a sus impulsos agresivos cuando lo que en realidad está echando de menos
es la aceptación de los demás, Leary, Twenge y Quinlivan (2006) consideran que
hay una serie de factores que lo pueden explicar:
a) El dolor
causado por el rechazo, que puede generar agresión espontánea
b) El hecho
de que obstaculice la consecución de metas con la frustración consiguiente (la
frustración es un factor instigador de agresión)
c) La creencia
bastante generalizada de que agredir mejora el estado de ánimo
d) Agredir a
otros es una forma de obligarlos a que tengan en cuenta al agresor
e) La agresión
es una forma de ejercer control en interacciones conflictivas
f) Es también
una forma de castigar a otros que han causado daño
g) La ruptura
de vínculos sociales trae consigo el debilitamiento del control de impulsos
antisociales.
Las
explicaciones d y e coinciden con las que proponía Kip Williams para dar cuenta
de las reacciones agresivas a la exclusión; la primera relacionada con la
amenaza a la necesidad de una existencia significativa y la segunda relacionada
con la amenaza a la necesidad de control de las interacciones.
3) Huída del contacto social
No sólo se evita a la fuente de rechazo, sino que esa evitación se
extiende a otras personas, en este caso a aquéllas de las que se sospecha un
rechazo probable. Se trataría de evitar ulteriores rechazos a base de exigir
barreras a más sentimientos heridos.
El predominio de un tipo de reacción sobre los otros dos depende de cómo
“construya” la persona el episodio de rechazo y su reacción a él.
Aspectos que la persona
tiene en cuenta en su evaluación y que van a condicionar su tipo de reacción
(Richman y Leary, 2009)
1) Percepción de inequidad o injusticia
El rechazo que la persona
considera merecido y justo no llevará probablemente a una reacción de cólera
contra el causante del rechazo, pero sí el que se considera injustificado.
Varios autores consideran la cólera una compañera de la percepción de injusticia.
En este sentido, los rechazados que se perciben causados por la etnia, la
nacionalidad, la religión o el sexo pueden aparecer como injustos.
2) Expectativas de reparación de la relación
Las respuestas “prosociales”, es decir, aquellas
destinadas a recuperar la relación, serán más probables cuando la persona
rechazada considera que es elevada la probabilidad de recuperar el “valor relacional”, es decir, el valor que
las demás personas asignan a relacionarse con ella. Por el contrario, si está
convencida de que el rechazo conduce inexorablemente a una ruptura del vínculo
que la una a la fuente de rechazo, lo más probable es una reacción antisocial o evitadora.
3) Valor de la relación
El rechazo que se produce en el
contexto de una relación muy valorada tenderá a llevar a una reacción orientada
a la reparación de dicha relación. Si se considera poco valiosa, puede provocar
tanto una respuesta antisocial como una de evitación.
4) Posibilidad de alternativas.
La percepción de que existen
relaciones alternativas valiosas suaviza en gran medida la dureza del rechazo.
Estas alternativas constituyen una especie de tentación a retirarse de la
relación original en la que surgió el rechazo y, a la vez, proporcionan fundamentadas
razones para no ceder a reacciones de cólera.
Según Baumeister y Leary (1995) es
posible que nuevas relaciones y pertenencias sustituyan a las ya finalizadas,
de manera que, a partir de este momento, estas pierden importancia y capacidad
para herir sentimientos.
Sin embargo, la retirada de la
relación original será poco probable cuando no hay disponibilidad de
alternativas valoradas, y lo que sucederá en una situación así será que más
bien que la persona se implique en conductas prosociales con mayor intensidad.
5) Cronicidad y generalidad
El rechazo continuado y prolongado
en el tiempo tiende a traducirse en reacciones de retirada y evitación, lo que
podría explicar el que las personas que lo sufren incurran en consumo excesivo
de bebidas alcohólicas o de drogas.
6) Costes percibidos del rechazo
Cuando las personas perciben que el
rechazo trae consigo muchos costes, cabe esperar de ellas una elevada
motivación para comportarse prosocialmente e implicarse en conductas
reparadoras. Así, cuanto más hayan invertido en una relación, bien en tiempo,
esfuerzo, dinero o experiencias compartidas, más costoso será el rechazo y
mayor la motivación para intentar restaurar esa relación.
Otros costes asociados con un episodio de
rechazo tienen que ver con la pérdida de contactos, amistades y conocidos, es
decir, con la perspectiva de tener que renunciar a todo un círculo social. En
estos casos, las personas deberían estar motivadas para implicarse en
estrategias prosociales para reducir las oportunidades de que ocurran estos
resultados negativos.
Evidencia empírica
relativa a los procesos que favorecen la aparición de conductas reparadoras o
restauradoras de la relación y del sentimiento de pertenencia e inclusión
(Richman y Leary, 2009)
·
Están en primer lugar, los procesos que tienen que
ver con conocer y pensar (procesamiento cognitivo). Se ha comprobado que la
persona, tras una experiencia de rechazo, es más sensible a todo lo que pueda
dar información sobre su valor relacional. Por ello, prestan más atención al
tono emocional de las voces de otras personas, son más certeras a la hora de
interpretar sus expresiones faciales y recuerdan mejor la información social,
todo lo cual es probablemente muy útil para encontrar pistas que les ayuden a
reparar la relación y a evitar más rechazo en el futuro.
·
También se ha comprobado que la necesidad de
pertenencia varía de unas personas a otras. Las personas en las que esta
necesidad es más fuerte se muestran más dispuestas a cooperar con otras
personas y grupos tras sufrir rechazo, con el fin de aumentar su valor
relacional. Otra estrategia a la que pueden recurrir, sobre todo cuando
fracasan en sus intentos de reparar una relación concreta, es buscar apoyo
social en otros, dado que este sirve para confirmar a la persona que todavía
dispone de relaciones que la ayudarán a compensar el daño que ha sufrido su
sentimiento de pertenencia.
·
Se ha encontrado que identificarse con el propio
grupo contribuye a mejorar el bienestar en las personas que pertenecen a grupos
minoritarios estigmatizados.
Sellers y Selleton (2003)
encontraron, en el caso de los afroamericanos en los Estados Unidos, que los
que se identificaban más con su grupo étnico mostraban menor malestar
psicológico en situaciones de discriminación racial percibida.
Smitt y Branscombe (2002) con otros grupos
desfavorecidos encontraron resultados similares. La explicación que proponen es
que, cuando una persona se identifica mucho con su grupo, su sentimiento de
pertenencia se fortalece y, además, tiene un mayor acceso a personas con las
que se siente vinculada y que le proporcionan apoyo social, todo lo cual
contribuye a mitigar las consecuencias del rechazo que estos grupos padecen.
Todos estos resultados ponen de
manifiesto que mantener relaciones con otras personas y formar parte de grupos
es fundamental para el ser humano, en gran parte debido a su fuerte necesidad
de pertenencia, pero también porque dentro de un grupo se pueden conseguir
objetivos que en solitario serían inalcanzables.
Referencias bibliográficas
Gaviriana, E., López, M., & I., C. (2013). Introducción
a la psicología social. Madrid: Sanz y Torres.
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