Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque MIEDO A HABLAR EN PÚBLICO: Mantenimiento del miedo a hablar en público
La presencia de uno
o más factores que facilitan el origen de hablar en público:
·
Experiencias negativas directas o vicarias en
situaciones de hablar en público
·
Preparación biológica (explicación asociativa o
adquirida asociativamente)
·
Proceso de atribución errónea o
condicionamiento supersticioso (asociación accidental)
·
Falta de experiencia de hablar en público y de
habilidades de hablar en pública
·
Existencia de una ansiedad social generalizada
hace
que las situaciones de hablar en público pasen a ser temidas.
El miedo se ve afectado por factores tales como:
·
El tamaño del auditorio
·
Edad
·
Sexo
·
Estatus y nivel de conocimientos de los
miembros del auditorio
·
Grado en que se conoce al auditorio
·
Grado de dificultad del tema a exponer
·
Nivel de preparación de la intervención y
duración de la misma
·
Formalidad de la situación
·
Disponibilidad de notas
·
Posición en la que se habla (sentado, de pie)
·
Posibilidad de tener que contestar preguntas
·
Presencia o no de mobiliario (mesa, atril)
·
Reacción del auditorio (indiferencia,
desinterés, crítica, evaluación)
Proceso de mantenimiento
1) La anticipación de las situaciones temidas origina:
·
Percepción de peligro social
·
Expectativas negativas de que uno no sabrá
desempeñarse
·
Manifestación de signos de ansiedad
Esto conducirá a ser evaluado negativamente y a sufrir consecuencias
como la humillación por parte de los demás, el rechazo o el ser considerado
inferior.
Estas expectativas negativas, conscientes e inconscientes,
dan lugar a una ansiedad más o menos marcada según la proximidad e
inevitabilidad de la situación. En ocasiones, la persona puede darse cuenta
antes de la experiencia física y emocional de ansiedad que de sus expectativas
negativas.
2) Las expectativas negativas y la ansiedad anticipatoria suelen
conducir a la evitación de las situaciones temidas, ya
sea de un modo total o exponiéndose a las mismas, pero manifestando conductas defensivas (leer las notas,
no mirar al público, acabar lo antes posible, abandonar la situación) tendentes
a minimizar la ansiedad y prevenir las supuestas consecuencias negativas.
3) Con la conducta de evitación o conductas defensivas, se
previene o reduce la ansiedad a corto plazo y la persona cree que evita o
minimiza la ocurrencia de consecuencias aversivas (crítica, rechazo,
humillación, perder el control, manifestar ansiedad delante de otros). Sin
embargo, también se mantienen las expectativas negativas, ya que el sujeto
atribuye la no ocurrencia de las consecuencias temidas a la evitación o a las
conductas defensivas. Además, algunas de estas últimas pueden tener otros
efectos negativos como aparecer como menos cordial y amable (p.ej., si no se
mira a los otros), atraer la atención hacia la propia ansiedad e interferir con
la actuación.
4) Si las situaciones temidas no se evitan
(p.ej., la motivación inicial para entrar en ellas es más fuerte que la amenaza
percibida) o no se pueden evitar, las expectativas negativas generan:
·
ansiedad
(síntomas corporales, afectivos y cognitivos),
·
conductas
defensivas
·
atención
selectiva hacia los síntomas somáticos y automáticos de ansiedad
(especialmente los visibles)
·
cogniciones
y emociones negativas
·
comportamiento
propio
erróneo
·
negativas
reacciones de los otros o interpretadas como negativas (es
probable que éstas sean atendidas en un primer momento y evitadas después, o
bien evitadas o reducidas ya desde el comienzo, no mirando a los otros o
mirándolos mucho menos).
Al mismo tiempo, se dejan de percibir o se minusvaloran los
logros propios y las reacciones positivas o neutrales de los demás. De este
modo, la atención se centra básicamente en uno mismo (especialmente en los síntomas
somáticos y automáticos) más que en la tarea que se tiene entre manos (dar la
charla)
5) A partir principalmente de los síntomas automáticos y somáticos atendidos,
especialmente los visibles (p.ej., sudor, temblor de voz), pero también de:
·
las
emociones sentidas
·
los
posibles errores propios detectados (p.ej., una frase considerada
inadecuada o un pequeño bloqueo)
·
determinadas reacciones percibidas de los otros (p.ej., fruncimiento de ceño,
silencios, miradas, desacuerdo)
·
información
almacenada en la memoria (experiencias previas en situaciones
similares, retroalimentación previamente recibida de otros, imagen física de
uno mismo)
los sujetos van
formándose una impresión de cómo creen que son percibidos por los otros.
De este modo, asumen que el modo en que se sienten y
perciben es el modo en que son percibidos; para ellos, sentirse humillados o
fuera de control es ser humillados o estar visiblemente fuera del control y
sentir que están sudando mucho equivale a que los demás se den cuenta de que
están sudando excesivamente. Sin embargo, esta impresión, que puede ir
acompañada de imágenes, no es realista, sino que implica una exageración
negativa de determinadas características o aspectos personales o de su
importancia.
6) La impresión formada, la cual se va actualizando
según va variando la información a la que se atiende, va siendo comparada con
las normas esperadas que se presupone tienen los otros en la situación
considerada; la discrepancia entre ambos aspectos determina la probabilidad percibida de evaluación
negativa por parte de los otros y las consecuencias
sociales que se cree tendrá dicha evaluación.
Cuando
mayores percibe el sujeto esta probabilidad y consecuencias, más se facilitan
sus conductas defensivas y mayor es la ansiedad resultante, con sus
componentes:
·
somáticos
(temblores)
·
autonómicos
(sudoración, sonrojamiento)
·
afectivos
(miedo, inquietud)
·
cognitivos
(dificultades para pensar);
tanto
uno como otras vuelven a ser centro de la atención selectiva.
7) Todo el proceso anterior implica una serie de interpretaciones
negativas y errores cognitivos.
Los errores
propios (incluso los pequeños) y los síntomas de ansiedad son vistos como
signos de ineptitud y fracaso y como evidencia de que se va a producir o se
está ya produciendo una mayor o menor evaluación negativa y rechazo por parte
de los demás. De este modo, independientemente de los adecuada de la situación
social, el sujeto hace interpretaciones en términos de fracaso en respuesta a
señales sutiles y no atiende a lo que está sucediendo realmente en la
situación.
Esto puede
explicar, en parte, por qué se mantiene la ansiedad social a pesar de una
actuación social adecuada.
8) La intensificación de las expectativas e interpretaciones negativas mantiene
o facilita las conductas defensivas e incrementa la ansiedad, con lo cual puede
dificultarse aún más la actuación y aumentar las interpretaciones de fracaso y
evaluación negativa.
Aparece
así una actuación insatisfactoria subjetiva (que implica normalmente una
subvaloración de la propia actuación) y, muchas veces, también real (bloqueos,
incoherencias, voz temblorosa...). En este último caso, y según los fallos
cometidos, puede haber reacciones negativas por parte de los otros, lo cual
confirma aún más las expectativas negativas.
La
atención selectiva a la propia actuación insatisfactoria subjetiva o real, y a
las reacciones negativas de los otros agrava las expectativas negativas, la ansiedad
y las conductas defensivas (incluido el escape). A la baja actuación puede
contribuir también un déficit de habilidades.
9) La actuación insatisfactoria, real o percibida,
favorece no sólo un incremento de la ansiedad, sino también las conductas
defensivas en la situación. Esto produce un alivio temporal de la ansiedad
(reforzamiento negativo), pero impide la invalidación de las expectativas
negativas y puede influir negativamente en la propia actuación social y en las
respuestas de los otros. De este modo, persisten o se fortalecen las
expectativas negativas y la probabilidad de evitaciones futuras y se mantiene o
incrementa el posible déficit de habilidades.
10)
Si se evita hablar
en público o se hace mal, lo más probable es que se dejen de
recibir propuestas al respecto o que se pierdan ciertas ventajas sociales,
académicas y profesionales. El MHP puede producir, en función de su severidad y
de las circunstancias en que se desenvuelve cada persona, sentimientos de
insatisfacción e inconvenientes de tipo social, académico y profesional (p.ej.,
no encontrar trabajo o cambiar de trabajo).
Se ha
hallado que en comparación con los sujetos con poco MHP, aquellos con mucho MHP
es menos probable que ganen salarios altos y hayan proseguido los estudios
después de la secundaria, y es más probable que estén desempleados (Stein et
al., 1996).
Referencia
bibliográfica
Buceta, J., Bueno, A. M., & Mas, B. (2001). Intervención
y salud: Control del estrés y conductas de riesgo. Madrid: Dykinson.
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