Psicóloga María Jesús Suárez Duque
Psicóloga infantil, adolescentes, adultos y mayores
Atención psicológica individual. Terapia de pareja. Terapia de familia
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¿QUÉ PAPEL JUEGA LA FAMILIA EN EL ORIGEN Y EL MANTENIMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO?
La familia juega un papel
muy importante tanto en el origen como en el mantenimiento de los Trastornos del Comportamiento, y será, por tanto, uno de los elementos básicos a tener en
cuenta tanto en la evaluación de estos trastornos, como en su respuesta
educativa.
Estas familias necesitan
que se comprenda su situación, ya que habitualmente se prejuzga y se presupone
que las conductas inadecuadas de su hijo o hija son producto exclusivo del
estilo educativo de estos padres y madres.
Es importante señalar que
los trastornos de conducta no pueden atribuirse simplemente a pautas de crianza
inadecuadas, sobre todo en relación al alumnado que presenta TDAH, cuyo origen
depende principalmente de factores neurobiológicos.
Las pautas educativas familiares, aún siendo un factor clave,
interactuará con otros factores
individuales (por ejemplo el temperamento del niño o niña, o sus características
cognitivas) y sociales (contexto social
desfavorecido, la propia desestructuración familiar, modelo sociales
inadecuados...), siendo
dicha interacción y retroalimentación lo que dará lugar a dichos trastornos. El
peso de cada uno de estos factores variará en los distintos casos.
Así, por ejemplo, las
mismas pautas de crianza pueden generar un mayor o menor problema según incida
sobre un niño o niña con un temperamento u
otro, o con una forma y capacidad de procesar la información u otra. De igual
manera, los niños y niñas y adolescentes con determinado temperamento generan
una situación familiar que a menudo conlleva el refuerzo o la intensificación de
las pautas inadecuadas.
Si bien, uno de los
factores más relacionados con la aparición de los Trastornos Graves de Conductasegún el modelo etiológico de Russell Barkley (2004), son las pautas de
crianza inadecuadas como:
a)
Uso
inconsistente e impredecible de las normas.
b)
Refuerzo
positivo, a menudo involuntario, de las conductas inadecuadas o desafiantes,
que pueden servir para mantenerlas e incrementarlas en futuras interacciones.
Es el caso de las familias que atienden los deseos, demandas o exigencias de
los hijos o hijas para evitar un enfrentamiento con ellos, o para que dejen de
“montar el espectáculo” en una tienda, restaurante u otro lugar público.
El niño y niña o adolescente ha conseguido lo que quería porque ha
discutido o tenido una rabieta y éste es obviamente el camino por el que los
padres o madres aceleran la adquisición y mantenimiento de la conducta
desviada.
c)
No
reforzar ni atender positivamente las conductas adecuadas,
e incluso, criticarlas irónica o sarcásticamente cuando las realiza: “mira, hoy
ha recogido el cuarto el señorito”.
d)
El
castigo inconsistente e impredecible de la conducta sea prosocial o antisocial,
así como la recompensa intermitente e
impredecible. Es lo que se ha denominado “crianza indiscriminada”, en la cual el niño
o adolescente es castigado tanto si obedece como si no. Como han hipotetizado
Dumas y Wahler, estos métodos crean una gran impredecibilidad social dentro de
la familia y especialmente en la relación padres, madres con sus hijos o hijas.
Cualquier respuesta del niño o la niña en una situación que consiga reducir la
impredecibilidad, incluso si provoca una respuesta desagradable del padre o la
madre, será reforzada negativamente y así incrementará su frecuencia. Por lo
tanto, puede dar una respuesta desafiante y agresiva a los padres o madres
porque esta conducta incrementa la predecibilidad en la relación entre ellos.
Parece probable que el adolescente desafiante haya aprendido esta misma
estrategia.
e)
Una
pauta constante de interacción agresiva entre padres o madres y sus hijos o
hijas, puede convertirse en una escalada simétrica, es
decir, ir aumentando en intensidad progresivamente.
Esto ocurre cuando el niño o ñiña o adolescente ante un estímulo
aversivo (que provoca molestias) o agresivo, emite una repuesta más agresiva
que termina con dicho estímulo agresivo o aversivo.
Es un refuerzo negativo (conducta que consigue eliminar un estímulo
negativo o “castigo”). Así, por ejemplo, cuando los padres y madres intentan
imponer una orden como hacer una labor del hogar o limpiar un dormitorio en el
momento en que el adolescente está viendo su programa de televisión favorito o jugando
con un videojuego, éste suele considerar aversiva esta orden. Entonces el
adolescente puede oponerse, resistirse o escapar de alguna forma de la demanda
de los padres y madres mediante discusiones, desafíos, agresiones u otras
conductas coercitivas que consiguen retrasar el cumplimiento de la orden.
Consigue escapar de la petición u orden, aunque sólo sea temporalmente, reforzándose
negativamente la conducta oposicionista. La próxima vez que le pidan al
adolescente hacer algo, la probabilidad de que el adolescente se resista ha
aumentado. Cuanto más insista el padre o la madre en repetir la petición, más
intensa será la resistencia del adolescente, debido al éxito precedente para
escapar o evitar la acción especificada en la orden. Muchos padres o madres
pueden finalmente ceder ante este tipo de conducta coercitiva.
Se hace necesario no ceder
en ninguna orden con un adolescente que está adquiriendo una
conducta respondona y resistente. Este es el mecanismo por el que se instauran
muchas conductas oposicionistas,
desafiantes o agresivas por aprendizajes de escape/evitación (refuerzo
negativo) y se mantiene porque a menudo tiene éxito al conseguir evitar
actividades desagradables pedidas por los padres o madres. A veces, se puede
producir una conducta agresiva o coercitiva de los padres o las madres hacia el
adolescente desafiante por medio del mismo proceso. En este caso, aquellos
pueden haber conseguido ocasionalmente, que el niño, la niña o adolescente
desafiante deje de discutir, lloriquear, rechazar o hacer una rabieta y
obedezca una orden por haber empleado gritos, aullidos o incluso agresiones
físicas al adolescente. Los padres o madres pueden haber descubierto que,
aumentando rápidamente la intensidad de su conducta negativa hacia el
adolescente, es más fácil que el adolescente se rinda y obedezca, especialmente
si el adolescente contraviene inicialmente la orden. De ahí que, en ocasiones
posteriores, los padres y las madres puedan aumentar muy rápidamente la
intensidad de la conducta negativa hacia su hijo o hija, por la historia de
éxitos habidos en acabar con la conducta negativista. Como resultado de todo
ello, estos enfrentamientos intensos y emocionalmente cargados, pueden desembocar
en ocasiones en agresiones o abusos físicos hacia el menor por parte del padre
o la madre, o en violencia de los hijos o hijas hacia padres.
f)
Falta
de supervisión de las conductas de los hijos e hijas,
sobre todo las que se desarrollan fuera de casa, que les lleva a veces a
desconocer lo que hacen. Así puede ocurrir, que a los padres y madres de los
hijos o hijas con problemas de conducta, al resultar agotados, resentidos o
impotentes ante dichos problemas eviten relacionarse con ellos o ellas para
tener menos enfrentamientos, y acaben inhibiéndose de la educación de sus
propios hijos o hijas, pasando menos tiempo con ellos, incluso menos tiempo de
ocio y de actividades recreativas. En resumen, los padres y las madres pueden
reducir considerablemente la cantidad de esfuerzo que invierten en supervisar
el comportamiento del hijo o la hija para no tener que afrontar esas situaciones.
g)
También ocurre simplemente que algunos padres o madres no han invertido
tiempo en ejercer su papel de padres o madres, posiblemente porque fueron
padres o madres a una edad más temprana de lo normal, por su inmadurez social,
exceso de trabajo, o por padecer trastornos psicológicos o psiquiátricos.
Además de las pautas de
crianza, son a veces factores
estructurales de la propia familia los que puede influir en la aparición de
los trastornos de comportamiento. Es el caso de las familias desestructuradas, con falta de precisión en la definición de los límites en el interior de la
familia, o falta de acuerdo acerca
de las pautas de crianza en caso de separación de los padres y madres, o entre
padres y otras figuras cuidadoras (frecuentemente abuelos y abuelas en
nuestro contexto), lo que genera confusiones en la adquisición de valores en el
niño o la niña y en el desarrollo moral. También parece existir un mayor número de hijos e hijas con trastornos
de conducta en familias monoparentales, especialmente de madres solteras,
sobre todo si ésta se encuentra en una situación de sobrecarga y aislamiento. La discordia entre el padre y la madre, o
situaciones de estrés que les provocan irritabilidad o métodos
indiscriminados de pautas educacionales, así como la presencia de trastornos psiquiátricos en los padres y madres,
son otros de los factores que pueden influir en la aparición de Trastornos de Conducta.
Por tanto, es muy habitual
que nos encontremos en los casos más graves, a familias del alumno o alumna
desafiante con la mayoría o con varios factores presentes: niños y niñas o adolescentes
temperamentales, impulsivos, activos o desatentos, y padres o madres inmaduros,
temperamentales o impulsivos en familias
con problemas matrimoniales, económicos, de salud o personales, con una educación caracterizada por la
inconsistencia, dureza, indiscriminación y coerción a menudo combinada con una
escasa supervisión de las actividades del
menor o la menor.
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