Psicóloga infantil María Jesús Suárez Duque PSICÓLOGA INFANTIL: ¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA CONDUCTA INADECUADA DE LOS NIÑOS?
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA CONDUCTA INADECUADA DE LOS NIÑOS?
Detrás de la conducta inadecuada de los niños hay cuatro
objetivos basados en creencias percibidas erróneamente (Dreikurs):
1.
Búsqueda
de atención. “Sólo me tienes en cuenta cuando me prestas atención”
2.
Búsqueda
de poder. “Sólo me tienes en cuenta cuando mando y/o no permito que tú
mandes”.
3.
Venganza.
“No me tienes en cuenta, pero al menos puedo devolverte el daño que haces”.
4.
Darse por
vencido o asumir una conducta de incapacidad. “Es imposible que me tengas
en cuenta, me doy por vencido”.
¿Por qué hay niños que buscan la atención con un mal
comportamiento?
Los niños a lo
largo de su desarrollo experimentan miedos, entre los que se encuentran el
recelo que tienen a ser “abandonados”. No soportan ser ignorados. Por ello,
reclaman la atención de los padres cuando sienten que no están recibiendo la
atención suficiente.
Cuando el niño
reclame nuestra atención, no siempre lo hará de forma amable ya que cuando lo
hace no se refuerza de manera adecuada, es decir, nos actúa. Entonces,
utilizará otras formas para hacerse notar en las que se le atienda de una
“manera especial”:
·
Hay niños que se portarán mal buscando una respuesta de sus padres,
aunque esta sea una regañina porque, así, los adultos dejarán todo lo que están
haciendo en ese momento para centrarse en él.
·
Otras veces usarán estas llamadas de atención al descubrir que con un comportamiento
“negativo” pueden manejar y chantajear a sus padres. De esta forma ellos
mismos manipulan a su familia con expresiones como “si me porto bien
entonces...”, “si no haces esto entonces me portaré mal”.
·
Aunque es menos frecuente, hay veces que los
niños no solo quieren atención, sino que,
además, la quieren toda y en exclusiva. Sobre todo, cuando ha llegado otro
miembro a la familia.
Dentro de este tipo de conductas para llamar la atención
encontramos:
El
llanto. Con sus sollozos el bebé expresa
aquello que no es capaz de decir con palabras. Es una forma de lenguaje.
El hecho de que resulte tan angustioso no es algo casual: la naturaleza lo ha
hecho así para despertar en quienes lo oyen la necesidad de acudir.
Gritar y chillar. Hay niños
que sólo consiguen que le hagan caso, cuando hacen trastadas o su
comportamiento es inadecuado. Muchas veces cuando los niños llaman a sus
padres de forma adecuada no son atendidos. Hasta que no gritan o chillan, no
los tienen en cuenta.
Las rabietas. Las llamadas
de atencion vinculadas a actuaciones de rebeldía empiezan a cobrar importancia
en torno a los 2 años. Por ejemplo, en un niño que ya está́ fatigado. El niño
ha dicho en varias ocasiones que se quiere ir a casa, que está cansado y su
petición hecha de manera adecuada no es atendida por los padres. Finalmente,
solo lo tienen en cuenta si explota en una rabieta
o protesta desproporcionada.
Los celos y la rivalidad entre los
hermanos. La conducta inadecuada aparece
cuando los padres están centrados en uno de los hermanos (normalmente el
más pequeño) y portándose mal consigue desviar la atención de
sus padres y volver a ser el centro, aunque sea para ganarse una regañina.
Retroceso en el desarrollo. En sus
primeros años, el pequeño siente muchas cosas que no es capaz de expresar con
palabras. Por eso a veces puede manifestar su descontento, malestar o
incomprensión a través de acciones
Consejos para frenar las llamadas de atención:
1. Los padres deben considerar si el niño es atendido de manera
adecuada y se le presta la suficiente atención.
2. Prestar especial atención cuando el niño se
comporta adecuadamente.
3. Que los padres se interesen por los asuntos de sus hijos.
Interesarse por lo que están haciendo, implicarse en lo que les piden y
elogiar y felicitar cuando se lo merecen
4. Buscar un tiempo de juego compartido con los
niños
5. Ignorar conductas inadecuadas,
siempre que sea posible hacerlo, de manera que vean que se les atiende mucho
más cuando actúan de manera adecuada
¿Por qué los niños buscan poder con su mal comportamiento?
Los niños desobedientes desesperan
a sus padres y son fuente de disgusto familiar. Los padres, abuelos y
educadores inicialmente debemos acompañarlos y corregirles y luego, a medida
que van madurando, nuestra función es describir, explicar y ayudar al niño a
ser consciente de las consecuencias de sus actos. De esta manera, nuestros
hijos irán poco a poco desenvolviéndose de forma más segura e independiente.
Este proceso se va a ir dando poco
a poco. La edad del niño marca la forma en que los padres manejamos la
desobediencia. El objetivo es que el niño vaya adquiriendo capacidades que le
permitan ir comunicándose e integrándose en el entorno en el que vivir.
La desobediencia es normal en todo
este proceso. El niño está descubriendo los límites del entorno, diferenciando
lo que es correcto de lo incorrecto, lo que se puede y lo que no se puede
hacer. Y el niño no puede encontrar solo estar respuestas, los adultos le
tenemos que guiar y ayudar.
Muchas veces, los adultos tendemos
a decir, “¡qué desobediente es este niño!”, cuando el niño está inmerso en el
disfrute de la exploración y descubrimiento. El niño cuando es pequeño no tiene
motivación de incordiar sino de explorar, y para ello, tiende a utilizar sus
sentidos. Dejar explorar al niño dentro de ciertos límites es sano para el
desarrollo de su autocontrol.
A partir de los 3 años, la obediencia se vuelve más
compleja, comienza la etapa de la comprensión de palabras y oraciones, cambia
nuestra manera de comunicarnos con los niños. Si queremos educar a nuestros
hijos y hacer que nos comprendan a esta edad, las frases deben estar enfocadas
de manera afirmativa, ya que esto les permite comprender mejor los
acontecimientos. Por ejemplo, en vez de decir: “no tires tus juguetes, o tus
zapatos”, es mejor decirle: “deja los juguetes en la caja, o dáselos a mamá”.
Cuando el niño hace lo que pedimos siempre hay que acabar con un elogio, como
“muy bien”.
A esta edad el niño será mucho más
receptivo que en etapas anteriores, comprenderá que ha dado alegría a mamá y a
papá y se sentirá feliz y querrá volver a lograr ese momento, y por ende,
tenderá a repetir la acción. Cognitivamente, los NO, sólo se comienzan a
entender a los 3 años.
A medida que el niño crece, las normas se harán cada vez más
complejas. Un niño de esta edad debe ser capaz de: recoger sus juguetes solo o
con muy poca ayuda, comer solo, no interrumpir a los adultos, ir al baño con
ayuda, ir de la mano por la calle, lavarse los dientes, vestirse solo,
responder a la primera instrucción como irse a la cama, dejar de ver la
televisión, ir a ducharse, ayudar a poner y recoger la mesa, ayudar a hacer su
cama, no pegar, no gritar la hablar, escuchar mientras le hablan...
Para lograr estos objetivos es
necesaria una actitud firme y afectuosa
de sus padres. Una manera, de hacer que el niño aprenda a seguir
instrucciones y posteriormente incorpore el concepto de obedecer, es hacer
hincapié en explicarle que los adultos son los que deciden, ya que está bajo el
cuidado de ellos. Para ello, es importante que los adultos ya sean los padres,
o los abuelos, sean coherentes, firmes y
afectuosos en el momento de enfrentar diversas situaciones y pongan los
límites in situ manteniendo la calma.
La coherencia es la base del respeto y da
seguridad a los niños. Los padres han de ser firmes y crear hábitos sin ser
desvaluados ninguno de ellos frente al niño por ninguna de las partes.
A partir de los 5 ó 6 años, aún es momento de acompañar a
los niños en sus razonamientos. A esta edad, es muy positivo hacer que el niño
verbalice las posibles consecuencias de sus actos. El niño es más consciente y
tiene capacidad de razonar el por qué y para qué de las cosas.
De esta manera, los niños van
aprendiendo a respetar las rutinas y adquieren poco a poco disciplina en sus
actividades, lo que va acompañado de validación, respeto y consideración a lo
que los adultos piden, es decir, a la obediencia.
Para poder establecer rutinas y
hábitos es necesario que ambos padres diseñen un listado de actividades y
normas a seguir en la casa. Estas deben incluir horarios de baños,
alimentación, juegos en solitario del niño y juegos de los padres con ellos, de
las comidas, de ir a dormir, de salir de paseo, de cuentos...
Es importante que las normas sean
pocas y adecuadas a su edad. Lo ideal es acompañar estas rutinas con símbolos o
rituales, por ejemplo, para leer el cuento, el niño tiene que estar bañado, con
el pijama y metido en la cama, si no es así...no hay cuento, aunque llore,
patalee y de tristeza, este es el punto que nos ayudará a transmitir los
límites y el encuadre de seguridad a los niños.
Por otro lado, también es
importante la flexibilidad. Dependiendo de la circunstancia o de la estación
del año, algunas rutinas son más o menos difíciles de llevar a cabo. Por eso es
necesario dejar abierta la posibilidad de flexibilizar. Así poco a poco, los
niños van cogiendo seguridad. Lo que lleva a los niños al caos es no poder
gestionar emociones como el temor o la tristeza.
¿Por qué actúan con venganza los niños?
Las travesuras sirven como
vehículo de aprendizaje. Son típicas en los niños y son parte de su evolución y
desarrollo.
En algunos casos es la imitación
de las acciones de los más mayores. Cada tipo va acorde con la edad que tenga
el niño. Pero a medida que el niño crece, la travesura inocente se transforma.
Cuando aparece la intención, hablamos de sentimiento de venganza.
La venganza es un sentimiento que proviene de
la sensación de enfado intenso. Es
verdad que esta sensación de venganza no implica ninguna maldad en el niño y
que ejecutarla dependerá de las características del niño como:
·
Autoestima. El
interpretar si ha habido “mala intencionalidad” en la mente del otro depende de
cómo estemos emocionalmente nosotros y de la autoestima que tengamos. Lo mismo
sucede al niño.
·
Si es
introvertido o extrovertido. Si es introvertido, el niño
manifiesta de manera interna sus sentimientos. Si es extrovertido, hay una
mayor tendencia a que haya una necesidad de “sacarlo fuera”. De ahí que
manifieste su ira mediante el comportamiento de venganza.
·
Impulsividad. Cuando más
impulsivo sea el niño, tendrá más predisposición a querer obtener una respuesta
inmediata a sus emociones, aunque sean impulsos irracionales.
·
Si es
perfeccionista o se conforma. Los niños más conformistas, son
también más pacíficos y tiene más paciencia para aguantar las travesuras de
otros.
Lo más importante en el caso del
sentimiento de venganza es la aparición de la intención y la edad del niño. P.
ej., cuando un bebé de menos de un año se irrita por algo, no agrede, ya que no
tiene esta capacidad de ponerse en el lugar del otro que le aporta la
intención.
A medida que se van pasando
estadios en el desarrollo es de los 4 a los 7 años cuando se adquieren
habilidades para considerar el punto de vista de los demás (deducen si la
intención es perjudicial o no lo es) y esto trae consigo la venganza. Es a
partir de primaria cuando los niños son vengativos.
Con la venganza se está ejecutando
un acto de agresión, ya que es un comportamiento que se lleva a cabo con la intención
de dañar al otro. Por eso, es bueno hablar de este sentimiento con el niño,
para hacerle ver que su conducta no llevará a nada bueno.
¿Cómo ganarnos a los niños para que quieran
cooperar?
La mejor manera
de influir para que los niños puedan cambiar un comportamiento inadecuado es
hallar una forma positiva de ayudar al niño a ser tenido en cuenta e
importante. Aceptar este concepto intelectualmente es una cosa, pero llevarlo a
la práctica cuesta porque no tenemos ganas de ser positivos cuando un niño se
porta como no queremos, porque somos reacios a aceptar nuestra parte de
responsabilidad y porque un niño que se porta mal no está muy predispuesto a la
influencia positiva, están demasiado alterados emocionalmente para aceptarla.
Hay que esperar a que se serene y volver a intentarlo.
No debemos
basar nuestra relación en la confrontación. El niño ha de sentir seguridad y
confianza en su capacidad de esta manera el ni no sólo modificará su actitud
sino también su desarrollo motor se verá beneficiado.
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