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Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque PROBLEMAS DE CONDUCTA Apego

 

 APEGO

El apego seguro se desarrolla cuando el niño tiene interacciones cariñosas, armónicas y mutuamente reguladoras con el cuidador. Ello incide en un desarrollo saludable a nivel social, emocional y cognitivo. 

El apego inseguro-evitativo puede darse cuando el niño tiene padres distantes emocionalmente. Un niño en esa situación puede experimentar un distanciamiento de su propia conciencia, de su estado interno, así como del mundo interno de los otros. El apego inseguro-ambivalente se da en situaciones en que los cuidadores son inconsistentes e intrusivos, pudiendo crecer en abundancia de incertidumbres y ansiedad. En ambas situaciones, el niño se adapta de la mejor manera que puede encontrando una solución que posibilite su supervivencia y a haga seguir enfrente. Cuando uno de los padres (o ambos) aterran el niño, puede desarrollarse una forma desorganizada de apego. En esa situación, a diferencia de la forma segura y de las dos primeras formas inseguras, el niño “pasa a tener un miedo sin solución” y vive con la paradoja biológica de dos circuitos cerebrales activados simultáneamente: cuando el niño está en estado de terror, su cerebro activa el reflejo “Ir para mis padres para alivio y seguridad”; simultáneamente, el cerebro también activa el circuito “Huir de la fuente de terror”. No existe una adaptación organizada para esas experiencias conflictivas. 

Algunos teóricos (Hesse, Main, Yost-Abran & Rifkin, 2003) han levantado la hipótesis de que el resultado es una fragmentación del estado del niño, lo que a lleva las formas clínicas de disociación. Esa situación no es la misma del “doble vínculo”, que ha sido aludida en la literatura familiar (Watzlawick, 1963), pero es una forma de paradoja biológica en la cual dos circuitos son activados simultáneamente en el cerebro del niño, llevándola a la fragmentación de una respuesta coherente. 

Nunca es tarde para el desarrollo de una historia de vida coherente. Procesos que añaden la integración del cerebro y facilitan el desarrollo de narrativas coherentes en la vida de alguien, así como el EMDR, pueden ser bastante efectivos en ayudar los padres a explorar la naturaleza de su propio apego, para que ellos ganen seguridad en sus propias vidas (Siegel & Hartzell, 2003). La Terapia familiar sistémica puede ayudarlos en la modificación de su comportamiento parental para que sus hijos se desarrollen muy bien. Si la comunicación de los padres con los hijos es distante, ellos probablemente desarrollaron un estilo de apego descuidado. 

La narrativa de ellos va a revelar un tipo de incoherencia – si aún no crearon una historia de vida coherente – que es caracterizada por una despreocupación con la importancia de las relaciones en el pasado y en el presente. Existe, muchas veces, una insistencia en no acordarse de las primeras experiencias familiares. Es bastante probable que esa falta de recuerdo no transcurra de “represión” al trauma propiamente dicho, pero, antes, de una falta de codificación de interacciones emocionalmente estériles. A veces, mediante nuevas formas de relación e interacciones terapéuticas pueden ayudar a los individuos a entrar en contacto con las sensaciones no verbales, somáticas y emocionales de su vida interior; eso permite que ellos progresen en dirección a una forma adulta de apego seguro y la una narrativa coherente de sus vidas. Cuando los comportamientos de los padres son inconsistentes e intrusivos, sus narrativas contienen cuestiones “despreciadas”, en que los temas del pasado invaden en reflexiones de la vida actual. Esa forma adulta de apego “preocupado”, muchas veces, revela necesidades dolorosas que no fueron satisfechas en una situación familiar confusa en la infancia. Con la mente del adulto aún reflejada en experiencias pasadas, emocionalmente desordenadas, es probable que esas necesidades interfieran en interacciones con el niño. 

La terapia puede ayudar a los padres a examinar esas preocupaciones y a encontrar en su interior comprensión y paz, ayudándolos a progresar a una forma narrativa más libre, coherente y segura en el apego. Para padres que experimentan estados en los cuales ellos, de forma no intencional, aterran sus hijos, la narrativa posee elementos de trauma o sufrimiento no resuelto. En la medida en que ellos narran su historia del inicio de sus vidas, momentos de desorganización y desorientación se hacen aparentes en la comunicación tanto verbal, cuanto no verbal. Esos estados de espíritu no resueltos parecen aumentar el riesgo de estados de comportamientos irracionales, repletos de miedo, rabia o tristeza. Eso sobrecarga la capacidad de los padres de “ser padres” en aquel momento y crean un estado de terror en el niño. Terapia individual, como el EMDR, puede ayudar los padres a identificar y trabajar esas pérdidas y traumas pasados dolorosos, y cambiar profundamente el estado de espíritu. Con la ayuda de terapia familiar sistémica, ellos pueden alterar la calidad y la naturaleza de sus relacionamientos, cambiando, de esa forma, el camino del desarrollo del niño de desorganizado para seguro.


 

Psicóloga en Vecindario

MARÍA JESÚS SUÁREZ DUQUE

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