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EL APRENDIZAJE COMO PROCESO DE MEDIACIÓN IDIOSINCRÁTICA



Desde el momento de su nacimiento, el contacto del niño con el entorno no se produce de forma directa, sino que existen agentes que manipulan, seleccionan, filtran, en definitiva «mediatizan» este contacto, dando forma al contexto (in-formando) a partir de premisas culturales.

En este sentido la mediación sería un proceso de trasvase de información de un sistema de representación, caracterizado por un número de bites, una estructura informativa y un código dominante (icónito, gráfico, verbal, motóricogestual) específicos, a otro sistema de representación, mediante la manipulación cognitiva «activa» de dicha información.

Esta mediación se produce en primer lugar fuera del aprendiz, a través de la acción del agente cultural, quien resume, valora, explica, interpreta, amplía o censura la información original, y posteriormente este comportamiento va interiorizándose, formando sistemas de mediación cognitiva que tienen como misión propiciar el aprendizaje, y a los que nosotros nos referiremos con el término de estrategias de aprendizaje.

Este doble proceso de aparición de las funciones psicológicas, primero fuera del sujeto, a un nivel de interacción social, y posteriormente en el interior del sujeto, en el plano mental, tan bien descrito por Vygotski a través de su noción de ley de la doble función, subraya el decisivo componente interpersonal que tiene el aprendizaje, y por extensión las estrategias de aprendizaje (ver en esta línea Belmont, 1989).

Cuando el profesor trata de transmitir unos contenidos a un grupo-clase, no sólo está instruyendo sobre el qué de la materia en cuestión (conceptos, procedimientos, principios y/o valores), sino que simultáneamente está mostrando el cómo tratar y presentar/representar este contenido para ser aprendido. En el momento en que el alumno, en una situación de aprendizaje individual, deba enfrentarse a una tarea, muy probablemente tratará y representará la información para «autoenseñársela» de forma similar a como procede su profesor.

Puede afirmarse que el discente que tiene un profesor con un estilo docente directivo, que emplea una metodología expositiva, enfática y repetitiva, basada sustancialmente en el conocimiento de hechos y en la obtención de resultados o productos finales, favorece la interiorización de un tipo de E/A de carácter pasivo y mecánico, en la que más que buscar relaciones significativas entre las ideas, se tiende a efectuar asociaciones y jerarquías arbitrarias en forma de listas (alfabéticas, cronológicas, topográficas, de magnitud, etc.), en la línea de lo que Selmes (1988) denomina «enfoque de aprendizaje superficial».

Contrariamente, cuando el profesor subraya los vínculos relevantes que existen entre las ideas, emplea una enseñanza por descubrimiento en la que exige del alumnado un esfuerzo de comprensión apropiado a su capacidad y próximo a sus conocimientos previos, y trata de incentivar la correcta elaboración de los procesos de resolución, estará favoreciendo la interiorización de E/A de cariz activo y comprensivo, un enfoque de aprendizaje profundo, en el que se primará la significatividad de las relaciones entre los elementos del contenido a través de sistemas de representación más próximos a la estructura de la materia en cuestión (redes semánticas, mapas conceptuales, diagramas de flujo, modelos, guiones), y lo que para nosotros es más importante, sustituirá el intento de reproducir las formas de interpretación del profesor como ocurría en el primer supuesto, por una interpretación más personal e idiosincrásica de la información.

En la medida en que aprender implica «dar significado», todo aprendizaje profundo y duradero requiere una visión personal del sujeto que aprende (Antonijevic y Chadwick, 1982).

Esta correlación entre aprendizaje profundo y aprendizaje idiosincrásico ha sido defendida por diversos autores, aunque desde centros de interés bien distintos:



Schank (1988) distingue 3 niveles de comprensión de una misma información:

Un primer nivel consistente en «dar sentido» que supone la capacidad de explicar con otras palabras, parafrasear, la información

Un segundo nivel que denomina de «comprensión cognitiva», en el que el sujeto extrae la estructura o regla que subyace a la información y puede aplicarla a ejemplos paralelos        

Un tercer nivel, que correspondería a un aprendizaje profundo, en el que el sujeto añade experiencias y emociones de carácter personal, que promueve la generación de nueva información, y al que el autor llama «comprensión empática».



Biggs y Collis (1982) por su parte, tratan de identificar de qué forma está estructurada la información una vez aprendida y su relación con la comprensión, mediante el análisis de las respuestas que se producen ante preguntas relativas a un material pre-aprendido. Utilizando este sistema elaboran una taxonomía de «la estructura del resultado del aprendizaje» (solo) con cinco tipos de respuesta clasificadas en orden creciente, según el grado de comprensión de lo aprendido que demuestran.

 Las tres primeras categorías recogen aquellas respuestas que implican únicamente la búsqueda y selección de datos, y su presentación de forma esencialmente descriptiva:

Niveles preestructural, uniestructural y multiestructural.

Esta clase de respuestas parece organizarse y presentarse de forma similar en todos los sujetos que las emiten y guardan asimismo un enorme parecido a como fue organizada y presentada la información por el emisor originario (profesor, libro de texto, apuntes de un compañero). Se trata pues de un tipo de respuesta general e impersonal, que podría describirse claramente dentro de un enfoque de aprendizaje superficial, explicado con anterioridad.

En el segundo grupo de respuestas, nivel relacionante y de abstracción extendida:

·         los datos aparecen interrelacionados

·         existe una mayor coherencia entre los apartados

·         se avanzan conclusiones

·         se generan dudas e interrogantes pertinentes, fruto del análisis y contrastación con experiencias personales.

Estas respuestas, singulares y personalizadas, pertenecen a un enfoque de aprendizaje más profundo, en el que se prima un acercamiento propio, idiosincrásico, a cada problema o tarea.

Dentro del encadenamiento de procesos de Enseñanza-aprendizaje que exige cualquier situación instruccional, desde que el profesor aprende un contenido para enseñarlo, y decide presentarlo de una determinada manera (probablemente de forma similar a como él se la ha «autoenseñado»), hasta que el alumno recibe la información y trata de vincularla, con mayor o menor acierto, a sus conocimientos previos —la perspectiva ausubeliana—, organizándola en su memoria de manera más o menos comprensiva, las E/A actúan como eslabones que determinan la cualidad de cada fase.

El espectro de las E/A acoge desde las mnemotécnicas más rudimentarias, como puede ser la repetición sucesiva de una cifra para su futuro recuerdo, hasta la planificación y supervisión cuidadosa de una acción cognitiva ajustada a las exigencias de una tarea a largo plazo. Esta amplitud de situaciones ha llevado a distintos expertos a tratar de establecer algunas clasificaciones entre las E/A:

·         Estrategias Generales y mediacionales (Resnick y Beck, 1976);

·         ejecutivas y no-ejecutivas (Sternberg, 1983),

·         de procesamiento y de ejecución (Chadwick, 1988);

·         microestrategias y macroestrategias (Kirby, 1984);

·         estrategias de repetición, de elaboración, de organización, de regulación y afectivas (Weinstein y Mayer, 1986).

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