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Psicóloga María Jesus Suarez Duque ACTITUD: No caigas en la trampa de la comparación

  

NO CAIGAS EN LA TRAMPA DE LA COMPARACIÓN

 

Por desgracia muchos invertimos y desperdiciamos muchísimo tiempo y energía en compararnos con otros de esta manera. Los celos son una emoción humana natural, y resulta muy común que se presente, más que nada por la forma en que nos criaron y lo competitiva que es la cultura en que vivimos. No obstante, la comparación puede tener un impacto negativo en nosotros, en nuestros sueños, nuestras relaciones y en muchos de los aspectos de la vida que consideramos sagrados.

La obsesión personal y cultural que tenemos con competir y compararnos, no es nada nuevo, aunque parece haberse intensificado en los últimos años con el auge de las redes sociales y la forma tan abierta en que compartimos todo con los demás. Mark Twain dijo: La comparación es la muerte de la alegría.

Es muy importante entender que hay una competencia negativa y una positiva. La competencia negativa, que es con la que la mayoría está familiarizada, se basa en dos nociones limitantes e inconvenientes: la primera es la idea en blanco y negro de «nosotros contra ellos». Cuando ganamos somos buenos, pero si perdemos somos malos. La segunda es el estresante y dañino concepto de la escasez, es decir, creer que hay una cantidad finita de éxito, y si alguien más triunfa, queda menos éxito para nosotros. Con base en estas nociones, nos fijamos el objetivo de vencer a cada una de las personas que nos rodea o, al menos, evitamos perder y tratamos de ganar todo lo que podamos antes de que alguien más lo haga. Por desgracia, esta clase de competencia negativa está muy propagada en nuestra cultura y se ha arraigado en la forma en que funcionamos en la vida, los negocios e incluso las relaciones personales. Debemos tener cuidado con nuestras propias tendencias y nuestra programación cultural para no caer en esta trampa.

La competencia positiva, por otra parte, permite desafiarnos a nosotros mismos, presionarnos para ir más allá de nuestros límites y lograr que el talento, el apoyo y las habilidades de otros nos ayuden a llegar al siguiente nivel. Cuando competimos de esta manera consciente, nuestro desarrollo embellece, cobra más valor y es más saludable.

Además, el progreso no tiene nada que ver con nuestro valor como seres humanos. En otras palabras, nuestro desempeño no nos hace ni mejores ni peores.

El ejercicio físico es un buen ejemplo de ello. Por lo general obtenemos más cuando hacemos ejercicio con otra persona o con un grupo. ¿Por qué? Porque sentimos el desafío y porque los demás cuentan con nosotros, y eso nos obliga a presentarnos a la práctica, a ir más allá de los límites que percibimos en nosotros, y a no rendirnos incluso si eso es lo que queremos. El aspecto competitivo de esta práctica seguirá siendo positivo y saludable mientras permitamos que nos presionen para ir más allá sin tener en mente un resultado específico. La experiencia se tornará negativa si dejamos que nuestro ego asuma el poder y asigne valor a quien levanta más peso, corre más rápido o «gane».

Naturalmente, hay ocasiones en la vida y los negocios en que «ganamos» y otras en que «perdemos», dependiendo del «juego» que estemos jugando y de la forma en que midamos los resultados. Y si bien el hecho de vivir la vida como si compitiéramos con toda la gente que nos rodea, genera un impacto real en lo que producimos, en el fondo es como una receta para cocinar un desastre.

Si estamos dispuestos a desprendernos de las ideas y las decisiones que tomamos cuando éramos niños y adolescentes, respecto a quiénes somos y qué es lo que nos hace exitosos o valiosos, entonces podremos entrar a una versión más saludable de la competencia, la cual nos puede fortalecer e inspirar. Esto nos ayudará a llegar a nuevas alturas y profundidades en nuestras relaciones, el trabajo y la vida. Aunque es común y comprensible que caigamos en la trampa de la comparación, en realidad ésta es una decisión que nosotros mismos tomamos; no es algo a lo que estemos obligados. Si estamos dispuestos a notar nuestra tendencia a compararnos, podremos elegir conscientemente desengancharnos de la competencia negativa y, lo más importante, tomaremos la decisión de apreciarnos y valorarnos de una manera auténtica.

Bibliografía

Robbinson, M. (s.f.). Nada cambia si tú no cambias.

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