La ira es una emoción
polifacética, ambigua capaz de despertar el rechazo más intenso, pero
también la admiración más devota.
Se trata de una emoción
moral que a menudo se dispara ante los actos de injusticia contra uno mismo
o, de forma desinteresada, contra los que sufren los demás. Así mismo, también
se plantea como emoción inmoral que,
movida por intereses egoístas, se activa ante la pérdida o negación de una
fuente de gratificación.
Al igual que el resto de emociones, la ira compete tanto al
individuo responsable de su factura como al entorno social en el que es puesto
en juego. El criterio clave para la valoración ética es el estatus del factor dentro del grupo.
La ira es el sentimiento que emerge cuando la persona se ve
sometida a situaciones que le producen frustración o que le resultan aversivas.
De modo genérico se plantea como un proceso vigorizador que urge a la acción,
interrumpiendo los procesos cognitivos que se hallan en curso, centrando la atención y la expresión de
afectos negativos en el agente que la instiga actuando como defensa en
situaciones que comprometen la integridad física, autoimagen y la propia autoestima.
El sistema de categorización afectiva sitúa la ira entre
las emociones negativas, es decir, aquellas que son desagradables y de curso
más prolongado.
La ira es adaptativa, permite a las personas emprender y
mantener planes de acción y de defensa con presteza, intensidad y
determinación, y a menudo actúa como herramienta al servicio de las emociones
secundarias.
¿En qué se diferencia
la ira, la hostilidad y la agresividad?
La ira suele ser entendida como sinónimo de hostilidad y
agresividad, pero son conceptos diferentes:
a) Ira: Actúa como un factor afectivo. Afecto primario que dota de energía y facilita las
transacciones del individuo con su medio, pero que no necesariamente aboca al
resentimiento o agresividad.
b) Hostilidad: Actúa
como un factor cognitivo. Conlleva
animadversión (cognición negativa) hacia el agente provocador. No siempre se
acompaña de ira ni indefectiblemente desemboca en conductas agresivas.
c) Agresividad: Se
trata de la expresión conductual.
Propensión a desplegar un tipo de conducta que supone confrontación con el
agente inductor, con ánimo de causarle daño.
Ambas
emociones pueden manifestarse de forma simultánea e integrada, pero ninguna es
condición necesaria y suficiente para la ocurrencia de las otras dos.
Referencia bibliográfica
Fernández, E., García, B., Jiménez, M. P., Martín, M.
D., & Domínguez, F. J. (2011). Psicología de la Emoción. Madrid:
Universitaria Ramón Areces.
Centro de
Psicología María Jesús Suárez Duque
C/ Tunte,6
Vecindario (Frente al Centro Comercial Atlántico, a la derecha de la oficina de
correos)
Pedir cita:
630723090
https://www.psicologavecindariomariajesus.es/
Comentarios
Publicar un comentario