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Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque DEPENDENCIA EMOCIONAL: Equilibrar una relación

 


Equilibrar una relación


Este debería ser el objetivo del dependiente emocional que se encuentre en una relación de pareja y que, después del análisis recomendado, haya decidido continuar con la misma. El motivo de esta decisión debería ser que dicha relación no se adecua a ninguna de las situaciones descritas en el apartado anterior, o que se ajusta sólo parcialmente. Por ejemplo, quizá exista un ligero desequilibrio entre los dos miembros de la pareja, pero no sea excesivo; quizá haya un cierto desinterés del objeto, pero no sea muy manifiesto; quizá haya ausencia de sentimientos por parte del dependiente emocional, pero con dudas sobre los mismos que le animen a apostar por la relación con mayor fuerza.

El objetivo a conseguir en esta situación tiene que ser equilibrar la relación. Normalmente, este objetivo supondrá que el dependiente deba ser más valorado, pero en ocasiones, supondrá precisamente lo contrario, que valore más a la persona que tiene al lado en lugar de centrarse en otras que no corresponden o que son hostiles.

Centrándonos en la primera situación, que es la de equilibrar la relación incrementando el protagonismo del dependiente emocional en la misma. En estas situaciones, se da por hecho que existe un cierto desequilibrio entre el dependiente y su objeto, pero que es un desequilibrio ligero en un contexto en el que también se producen aspectos positivos que justifican la continuación de la relación. Se puede decidir continuar, pero no con las mismas reglas, sino con la condición de que se produzca el equilibrio entre los dos miembros de la pareja. En caso contrario, habría que replantearse la decisión, porque la única relación viable y sana para el dependiente deberá ser aquella en la que se sienta exactamente igual que el otro.

¿Qué se entiende por equilibrio? 

Hay tres grandes áreas en las que se debe producir esa correspondencia:

a)    Área de sentimientos

 

El dependiente tiene que experimentar que es querido por su pareja, y que el cariño no va sólo en dirección hacia ella. Hay que acostumbrarse a que el amor sea bidireccional, lo que requiere un intento de equilibrar la relación en este sentido.

 

El desequilibrio en esta área se manifiesta en muchas ocasiones en falta de expresiones cariñosas o de detalles positivos del objeto hacia el dependiente. La pareja se hace querer sin esforzarse en mostrar afectividad e interés, porque ya lo hace el dependiente y así mantiene su posición de privilegio, de dominio en la relación. Solicitar de la pareja un esfuerzo en este sentido es imprescindible, así como disminuir los gestos, abrazos y caricias si es que son excesivos para mandar un mensaje de equilibrio bidireccional.

 

En lo que a sentimientos se refiere, el dependiente debe notar que su pareja tiene interés en él y que no necesita "tirar" de ella en todo momento. La sensación de ir detrás del objeto para obtener algo de atención ha de pasar al olvido. Si no aparece un comportamiento de interés en el dependiente y en la relación, el equilibrio no será posible en esta área.

 

b)   Área de valoración

 

Es imprescindible que el sujeto se sienta valorado en la pareja, tanto en aspectos concretos como en su persona en general. El dependiente debe recibir valoraciones positivas en todo aquello que sean sus puntos fuertes, sin que el objeto escatime elogios o, peor aún, tenga envidia de dichos puntos fuertes, algo que ocurre en no pocas ocasiones.

 

También hace falta que físicamente experimente una valoración positiva, ya que es relativamente habitual que se produzcan devaluaciones alrededor de este tema. Por ejemplo, si el dependiente está en pijama, sin arreglar o recién levantado de la cama no hay por qué realizar observaciones desafortunadas, o quedarse mirando continuamente a personas atractivas que anden por la calle cuando se está dando un paseo. 

 

Valorarse y cotizarse es básico para demandar un comportamiento similar al otro.

 

c)     Área de comportamiento

 

En los hechos concretos del día a día es donde se debe notar que hay un equilibrio entre los dos miembros de la pareja. Es decir, de nada vale la expresión de sentimientos o la valoración si, por ejemplo, la pareja elude en lo posible tener planes con el dependiente, o si no le hace caso cuando le cuenta algún problema del trabajo. Se trata de hacer caso a los hechos y no a las palabras. De nada valen las palabras, si no vienen acompañadas de los hechos oportunos. De nada vale decir "te quiero con locura" si uno aprovecha la menor oportunidad para no verse con la otra persona o si se está teniendo una relación paralela.

 

En lo que cualquier observador externo podría contemplar se debe notar el equilibrio entre los dos miembros de la relación. Debe haber tiempo para la otra persona, deben existir proyectos comunes en los que ambos estén interesados, debe experimentarse que los dos miembros de la relación son el centro de la misma y no sólo uno de los dos...

 

En caso de que se produzca algún desequilibrio en este sentido, es fundamental erradicarlo. Por un lado, hablar con naturalidad, pero con firmeza es positivo para propiciar esfuerzos en la pareja que tiendan al citado equilibrio. No obstante, también hay cosas que el propio dependiente puede hacer. Por ejemplo, si le cuenta a su pareja un problema del trabajo y esta hace caso omiso porque sólo quiere hablar de sus temas, no hay por qué aceptar esta actitud. Habrá que solicitar atención y continuar hablando porque el individuo debe sentir que es centro de interés en la relación, igual que el compañero. 

 

Si los desequilibrios en estas áreas son muy importantes y no hay elementos constantes de naturaleza más positiva, no hay que luchar contra los elementos e intentar a toda costa mantener la relación: los esfuerzos sólo habrá que llevarlos a cabo si merece la pena, es decir, si dicha relación es salvable. Pero lo fundamental es transmitir la idea a la otra persona de que se ha detectado un desequilibrio que hay que solucionar, porque ya no es viable que permanezca así.  Este tipo de situaciones son de naturaleza dinámica, evolucionan, y no tienen por qué hacerlo a mejor si el dependiente no se esfuerza en este sentido.

 

En caso de relaciones de transición, que incluso pueden durar años, en las que el interés lo pone el otro -que entonces no se ajusta a los perfiles del objeto- y el dependiente simplemente se deja llevar por comodidad, por la angustia de quedarse solo si pierde la relación, pueden ser salvables algunas relaciones si el ambiente general es satisfactorio y si el dependiente tiene, como mínimo, dudas sobre sus sentimientos.

 

En esta situación, el dependiente deberá hacer examen de conciencia y determinar si cree que, esforzándose activamente, puede intentar involucrarse más en la relación. No cabe duda de que una pareja equilibrada es una manera muy positiva de luchar contra la dependencia emocional, aunque es mejor todavía si previamente ha transcurrido un tiempo significativo -dos o tres meses como mínimo- sin ninguna relación, algo en ocasiones difícil de conseguir en determinados casos en los que dicha relación ya existe.

 

Si el dependiente duda de sus sentimientos, pero está a gusto con la otra persona, puede intentar equilibrar la relación aportando más a la misma en lo que se refiere a las tres área mencionadas. Se trata de realizar las aportaciones necesarias en las áreas donde exista dicho desfase. Si no hay muestras y expresiones afectuosas, habrá que realizarlas; si se minusvalora a la pareja, habrá que verla con otros ojos; si no hay comportamientos adecuados, tendrán que revisarse los mismos. En ocasiones, decidirse activamente por apostar por la relación produce una mejoría de la misma, mejoría que detecta también la otra persona con agrado y que constituye el inicio de una dinámica más positiva y satisfactoria.

 

No obstante, llegados a este punto también es lógico que el dependiente evalúe si se está sintiendo a gusto y si piensa que tiene futuro con su pareja. Si haciendo estos esfuerzos de equilibrio durante un tiempo continúa sin buenas sensaciones, lo más honesto será, perdiendo el miedo a la ruptura, abandonar la relación, porque debe ser ambicioso afectivamente y también porque la otra persona merece a alguien que sí esté por la labor de aportarle lo que desea.

 

En estas situaciones, que se dan relativamente a menudo, aparecerá también el síndrome de abstinencia, y una de sus manipulaciones será que la ruptura no debía haberse producido, que sí existían sentimientos y que era una persona que merecía la pena, pero si dichos sentimientos sólo aparecen como reacción ante la ruptura es que no son reales. La necesidad afectiva es muy contundente en sus manipulaciones, pero hace falta que el individuo esté por encima de ella y que la desobedezca, intentando adquirir el control de la situación.


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