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Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque DEPENDENCIA EMOCIONAL: Prepararse para futuras relaciones sanas

 


Prepararse para futuras relaciones sanas (Castelló, 2012)

 

Para las parejas que han roto y se encuentran en el periodo terapéutico de soledad descrito, o simplemente no tienen pareja, también hay objetivos muy importantes para tener en cuenta. Estos objetivos giran en torno a una mentalización apropiada para emprender la tarea de volver a involucrarse en una relación.

 

Es totalmente legítimo que el individuo, harto ya de sufrir y temeroso de volver a equivocarse, decida libremente quedarse solo y tranquilo, algo que era inconcebible antes porque la necesidad afectiva manipulaba con la idea de que ese estado era angustioso e intolerable, una auténtica tragedia. No obstante, lo más usual es que el individuo sí tenga la también legítima ambición de ser feliz en una relación, algo que se puede buscar perfectamente con la lección bien aprendida y unas precauciones para considerar. Se puede alcanzar la felicidad y la tranquilidad en el mundo del amor, pero es preciso realizar previamente una lucha contra la necesidad afectiva, y después adoptar una actitud adecuada y una buena predisposición para no cometer los errores habituales. Si se hace todo bien, pero uno se deja llevar por una persona que despierta atracción, pero que se ve a la legua que no conviene, no ha servido para nada el trabajo realizado.

 

Lo más importante de la preparación para futuras relaciones de pareja es afinar el punto de mira, evitando comenzar relaciones con personas que se ajustan a los perfiles del objeto, y suprimir comportamientos de apego excesivo, llamadas continuas, renuncia a la vida personal o comprobaciones constantes de cariño.

 

En la primera etapa de la relación, aquella en la que se establecen las primeras citas y se comienza a conocer a la otra persona se van consolidando las reglas de la futura relación, por lo que es absolutamente imprescindible asentarlas de una manera sana y "comenzar con buen pie". 

 

Pautas para tener en cuenta en esta primera etapa de la relación (Castelló, 2012)

 

a)    Respetar los tiempos de esta primera etapa y, en general, de la relación

 

Si algo distingue al dependiente emocional en esta situación concreta es que se salta las primeras escenas de esa película porque las encuentra algo aburridas. Ya he dicho que la necesidad afectiva no es ni ambiciosa ni selectiva, y a poco que se encuentra a alguien (mucho más si se ajusta a los perfiles expuestos del objeto) ya pasa a ser el centro de la existencia. Esta dinámica hay que erradicarla de cuajo porque es nefasta, ya que se producen tres consecuencias a cuál peor:

 

·         Desaparece la selectividad: al ir con el pedal del acelerador pisado a fondo desde el principio, el dependiente no valora detenidamente si la otra persona se ajusta a lo que desea o no. La necesidad afectiva no es selectiva y esto no es ni más ni menos que obedecerla a ciegas: a poco que haya alguien que se muestre interesado, y mucho más si se ajusta a cualquier perfil de objeto, basta y sobra para ilusionarse en exceso y saltarse las primeras etapas en las que lo lógico es conocer poco a poco a la otra persona. No ser selectivo es lo peor que puede hacer un dependiente emocional que pretenda cambiar de una vez por todas su dinámica de sufrimiento.

 

·         Se mandan mensajes negativos de sumisión: Si el dependiente empieza a citarse con otra persona y esta comienza a ver un interés desmedido, el mensaje que recibe es que va a poder hacer casi lo que quiera porque no tiene que esforzarse en absoluto. Sería algo así como ir a un banco a negociar un préstamo hipotecario con el bolígrafo en la mano, dispuesto a firmarlo a toda costa y sin haber leído siquiera las condiciones. Se transmite un interés tan tremendo que el otro tiene la sensación de disponer de un cheque en blanco en el cual puede poner lo que desee: a poco que sea una persona con pocos escrúpulos, y que prefiera relaciones desequilibradas en las cuales domine en una posición de privilegio, a provechará esta circunstancia, con lo que el comienzo de dicha relación será nefasto.

 

·         Se agobia al otro: con un comportamiento de interés tan desmedido y de aceleración, el dependiente renuncia a su vida propia y empieza a reclamar contactos, citas, etc. Si la otra persona es más o menos normal, se considerará asfixiado y verá unas prisas que no son lógicas; si se ajusta a algún perfil ya expuesto de objeto, aprovechará la ocasión para tener una relación desequilibrada, pero advertirá que no va a soportar ese comportamiento opresivo estableciendo una serie de reglas, culpando al dependiente durante mucho tiempo de dicho comportamiento asfixiante, aunque ya no se produzca.


La cuestión es que no respetar los tiempos de la relación predispone a que la historia vuelva a repetirse, porque el dependiente asume una posición de debilidad en la cual obedece a su necesidad afectiva, y porque no selecciona bien con quién quiere comenzar algo serio, mandándole mensajes totalmente contraproducentes.

La mejor forma de evitar todo este cúmulo de consecuencias negativas es repasar los errores cometidos en anteriores circunstancias similares, tomando nota también de todo lo expuesto.

Una adecuada predisposición y mentalización para no repetir la misma historia es imprescindible para que no se reproduzcan dichos errores: hay que respetar los tiempos de la relación y dedicar las primeras citas, que como mínimo deberían abarcar dos o tres semanas, con el fin de conocer a fondo a la otra persona.

Conocer a fondo implica ver cómo trata el otro al dependiente, cómo se tiene en cuenta su persona preguntando a dónde le gustaría ir o cuándo preferiría quedar, cómo se relaciona con los camareros cuando se está en el restaurante, cómo habla por teléfono con un familiar o qué cosas cuenta de su vida, su historial amoroso, etc. Es preciso "escanear" detenidamente a la otra persona porque allí donde la necesidad afectiva no es selectiva, el individuo sí debe serlo. Por supuesto, será crucial determinar si dicha persona se ajusta a alguno de los perfiles expuestos del objeto.

Además de conocer a fondo a la otra persona, habrá que mandar mensajes de equilibrio y de cotización de uno mismo, en primer lugar, propiciando que haya un reparto del interés en la relación. Por ejemplo, si el dependiente es el que establece los contactos para las dos primeras citas, habrá que contenerse y esperar a que sea el otro el que propicie la siguiente. Parece una tontería, pero se están mandando mensajes de equilibrio y de cotización propia como "te lo vas a tener que trabajar para que haya algo entre nosotros", mensajes implícitos que son básicos para un adecuado comienzo. Asfixiar al otro, mandarle mensajes de que se necesita imperiosamente el contacto o renunciar a la vida propia porque ha aparecido alguien de repente es continuar obedeciendo a la necesidad afectiva. Las relaciones son un elemento crucial de la vida, pero no son la vida, y mucho menos con alguien que todavía no se ha ganado la categoría de pareja.

Es muy preferible esperar a tener la primera relación sexual a que se conozca un poco mejor a la otra persona y pase los filtros propuestos. Esta pauta no obedece a ningún tipo de mojigatería, sino a dar un mensaje de que, aunque haya atracción, el otro se debe ganar ir avanzando en la relación: sería como contratar a alguien en una empresa que ni siquiera ha entregado el currículum. No hay ninguna prisa y, con ello, además, se evitan a las personas cuyo único interés es el sexual: normalmente, estas personas no tienen demasiada paciencia en este sentido y es que realmente no interesan porque buscan sólo el placer físico, no algo más serio en lo que haya un compromiso sea del grado que sea.

b)   Disminuir la idealización del otro

 

Desde el minuto uno de la relación e incluso desde el minuto uno del primer contacto con la otra persona, es fundamental erradicar conscientemente cualquier atisbo de idealización que surja. La idealización es la antesala del desequilibrio y no puede ser la base del amor: está claro que cuando van apareciendo sentimientos se valora positivamente al otro y gustan determinadas facetas de su persona, pero de ahí a endiosar hay un auténtico abismo.


Evitando que la otra persona se ajuste a cualquier perfil del objeto, ya estamos evitando que sean "idealizables" porque no convendrán individuos distantes, dominantes, poco interesados, etc.; no obstante, es fundamental que no se produzcan las pautas antiguas de la relación de pareja y, para ello, habrá que huir de las sobrevaloraciones. No hay nadie que esté en términos globales por encima de nadie ni tampoco por debajo. Las idealizaciones de los dependientes emocionales hacia sus objetos desaparecen por arte de magia cuando se produce una ruptura y se ha elaborado la misma, sobre todo si ya se ha iniciado una nueva relación. Es la necesidad afectiva la que, por considerar al dependiente poco válido como persona, busca su validación en otra que actúe como salvadora o como guía protectora y a la que, en consecuencia, se sobrevalora por otorgársele ese papel.

c)    Búsqueda del equilibrio desde el principio

 

Cuidar de una manera exquisita el equilibrio es una manera excelente de que dichas reglas que gobernarán en el futuro sean sanas.

 

d)   Cotizarse y ser exigente con la otra persona

 

Si desde el principio ya se producen circunstancias como cancelaciones continuas de citas, mentiras, escarceos con otras personas con la excusa de que todavía no hay una relación consolidada, "desapariciones" durante unos cuantos días o similares, hay que ser muy tajantes y contundentes dejando claro que no se van a aguantar estas situaciones.


Si ya desde el principio, que es cuando todo debe ir como una seda -aunque puedan existir discusiones por la adaptación de una persona a la otra-, hay que solicitar demandas obvias y pedir lo que se tendría que dar por supuesto, lo lógico es determinar la gravedad de estas circunstancias y, o bien romper antes de que el dependiente se involucre más con el otro, o bien amonestarle advirtiéndole de que el próximo error ya no tiene vuelta atrás.

Sólo si el dependiente se cotiza pedirá una valoración similar por parte de la otra persona, y para ello habrá que desobedecer a la necesidad afectiva que preferirá mantener a toda costa la relación a riesgo de que el individuo se deje humillar y arrastrar, porque lo que importa para ella es el suministro afectivo externo, y no el interno.

e)    Mantener la vida propia

 

Si al conocer a alguien se empieza a faltar a cursos, a no ir al gimnasio, a no quedar casi con ningún amigo o a que venga mal incluso hablar por teléfono con familiares o salir con los hijos, es que se está volviendo a las andadas. Desde un principio, es básico tener un cuidado muy grande con las áreas fundamentales de la vida propia para impedir que el sujeto pierda su identidad, corriendo el riesgo de que su suministro afectivo interno poco a poco deje de funcionar de una manera adecuada.


Está claro que cuando se conoce a alguien y progresivamente se establece una relación, se reduce el tiempo que uno tiene para sus asuntos particulares. Lógicamente, hay que disponer de ocasiones para verse con la otra persona y es normal revisar a la baja la dedicación que uno presenta con su vida propia, pero una cosa es reducir y otra eliminar. Utilizar el sentido común es lo que determinará cuándo se está actuando de una manera lógica y cuándo se está, una vez más, obedeciendo a la necesidad afectiva.

f)     Considerar normales las dudas que existan sobre la relación

 

Es muy habitual e incluso es buena señal que el dependiente emocional presente dudas sobre los sentimientos que tiene hacia la otra persona. Por ejemplo, un paciente que dice ya no estar discutiendo continuamente, o que no tenía ansiedad en el estómago, y que pensaba que eso podía significar que no estaba enamorada. Por lo demás, sí se sentía muy bien en la relación y tenía muchas ganas de ver y estar con la otra persona, pero era todo más tranquilo, relajado y, al mismo tiempo, satisfactorio.


El dependiente emocional se acostumbra a una manera de querer en la que hay fascinación, grandes altibajos emocionales, desequilibrio y sufrimiento. Esto se asocia a lo que es el amor, y cuando esto desaparece da la sensación de que no se está hablando de sentimientos de pareja. No es lo mismo querer a alguien al que se idealiza que a alguien al que ves de igual a igual, y tampoco es lo mismo acostumbrarse a recibir piropos o a que se preocupen por uno cuando antes eso no se producía ni por asomo. Tampoco es lo mismo vivir las relaciones con gratificación y sosiego, aunque también con ilusión, cuando antes eran voracidad, disgustos y desequilibrio.

Vivir las relaciones de otra forma y dudar al principio de los sentimientos es algo normal, que indica en la mayoría de los casos que el dependiente emocional está cambiando su proceder.

Lo que hay que hacer es continuar apostando por una manera sana de vivir las relaciones y examinar las ganas de estar con el otro que, si se producen y son genuinas, indican que sí hay sentimientos y que simplemente se está aprendiendo a querer de una forma normal.

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