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Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque DEPENDENCIA EMOCIONAL: Relaciones con una decisión obvia de romper



Relaciones con una decisión obvia de romper

 

Son aquellas en las que, después del mencionado análisis, se obtienen unos resultados caracterizados por un desequilibrio manifiesto e insoportable entre el dependiente y el objeto. Este desequilibrio, por el que el primero está muy abajo y el segundo muy arriba, se puede manifestar de diferentes formas:

 

a)    Infidelidades continuas y relaciones paralelas del objeto

 

Cuando el dependiente emocional conoce estos hechos y transige con ellos, se está produciendo un desequilibrio mayúsculo en el que el objeto humilla sistemáticamente a su pareja entrando y saliendo de la relación a su antojo, sabiendo que la otra persona aguantará por su miedo a la ruptura.

 

Esta situación es insoportable porque el dependiente aguanta las humillaciones oyéndose encima que es posesivo y celoso, o que no hace más que preguntar o mirar el teléfono móvil de su pareja, cuando ésta es la que está actuando con malicia. Además, hay casos en los que el objeto ni siquiera esconde o disimula sus actos, en lo que es el colmo de la falta de respeto y la humillación inaceptable hacia su pareja. En estas situaciones, es también habitual que se culpe al dependiente, por insólito que parezca, de no tener la mente abierta para aceptar las infidelidades, cuando en el caso contrario serían impensables.

 

b)   Malos tratos

 

En las relaciones entre dependientes emocionales estándar y dependientes emocionales dominantes hay, en muchas ocasiones, maltrato físico y/o psíquico. Si después del análisis de la relación, aparecen comportamientos más o menos recurrentes de maltrato, exista o no arrepentimiento -que no suele existir en la mayoría de los casos, una vez se afianzan en la pareja-, hay que finalizar esta relación.

 

c)    Relaciones inexistentes

 

Son aquellas en las que el dependiente emocional piensa que tiene pareja, pero realmente no la tiene, o aquellas en las que sabe que no existe relación alguna, pero aguanta el paso del tiempo con una falsa expectativa de que se reanude. Normalmente, en las "relaciones inexistentes" hay sexo esporádico en los encuentros que sí se producen, motivo por el cual el contacto no se rompe del todo; también es posible que dicho contacto no se rompa por otro tipo de intereses como el económico (por ejemplo, el objeto visita a su expareja, dependiente emocional, y le pide dinero).

 

 La cuestión es que el objeto no rompe el contacto por interés sexual, económico o incluso afectivo, para nutrir su ego sabiendo que hay alguien bebiendo los vientos por él o

 

para asegurarse de que siempre tendrá a una persona en la recámara. En fin, de todo menos algo que sea sano y satisfactorio para el dependiente emocional, que se conforma con auténticas migajas con tal de no perder a su objeto. En estas situaciones, a veces el dependiente simultanea la "relación" con el objeto con relaciones que antes he llamado de transición, con personas que no interesan en absoluto pero que se utilizan para distraerse y no sentir la soledad. En cualquier caso, dichas situaciones en las que no se rompe el cordón umbilical con la expareja son extremadamente patológicas, enfermizas, y hay que romperlas de forma taxativa.

 

d)   Conflictos continuos

 

Son relaciones en las que hay enfrentamientos constantes entre el dependiente emocional y su pareja, que normalmente no cumple con el perfil del objeto, por lo que suelen tratarse de relaciones de transición. A veces, los enfrentamientos los propicia precisamente el dependiente emocional bien por descargar sus frustraciones y baja autoestima con la otra persona, bien porque realmente no le gusta su pareja y continúa con ella por miedo a quedarse sola, pagando el compañero, que posiblemente sí tenga sentimientos e incluso sea a su vez también dependiente emocional -de lo contrario, no aguantaría-, estas contradicciones.

 

e)    Ausencia de sentimientos

 

Las relaciones en las que claramente no hay sentimientos por parte de ninguno de los dos miembros de la pareja son farsas que no tienen fundamento. El único motivo para no romperlas es el miedo a la ruptura que, en definitiva, supone obedecer a la necesidad afectiva.

 

Si después del análisis objetivo el resultado se corresponde con alguna de las relaciones descritas, o bien comparte la esencia de las mismas, que es el desequilibrio entre los miembros de la pareja o la falta del sentido básico que cualquier relación debe tener, la decisión es muy sencilla: romper. No hacerlo supone perder salud mental, conformarse con una vida en la que sólo se actúa por miedos y no por objetivos o ambiciones. Dejando de culpar a la infancia, a la familia o a la pareja de las desgracias propias, habrá que asumir esta decisión con todas las consecuencias y con todas las responsabilidades. Romper es posible y necesario en estas situaciones: si no se sabe o no se puede, hay que solicitar ayuda profesional de inmediato, pero también hay que preguntarse sinceramente si se está luchando lo suficiente, si está luchando hasta la última gota de la sangre del dependiente emocional con el fin de mejorar su vida.

 

Relaciones con una decisión obvia de romper

 

Son aquellas en las que, después del mencionado análisis, se obtienen unos resultados caracterizados por un desequilibrio manifiesto e insoportable entre el dependiente y el objeto. Este desequilibrio, por el que el primero está muy abajo y el segundo muy arriba, se puede manifestar de diferentes formas:

 

a)    Infidelidades continuas y relaciones paralelas del objeto

 

Cuando el dependiente emocional conoce estos hechos y transige con ellos, se está produciendo un desequilibrio mayúsculo en el que el objeto humilla sistemáticamente a su pareja entrando y saliendo de la relación a su antojo, sabiendo que la otra persona aguantará por su miedo a la ruptura.

 

Esta situación es insoportable porque el dependiente aguanta las humillaciones oyéndose encima que es posesivo y celoso, o que no hace más que preguntar o mirar el teléfono móvil de su pareja, cuando ésta es la que está actuando con malicia. Además, hay casos en los que el objeto ni siquiera esconde o disimula sus actos, en lo que es el colmo de la falta de respeto y la humillación inaceptable hacia su pareja. En estas situaciones, es también habitual que se culpe al dependiente, por insólito que parezca, de no tener la mente abierta para aceptar las infidelidades, cuando en el caso contrario serían impensables.

 

b)   Malos tratos

 

En las relaciones entre dependientes emocionales estándar y dependientes emocionales dominantes hay, en muchas ocasiones, maltrato físico y/o psíquico. Si después del análisis de la relación, aparecen comportamientos más o menos recurrentes de maltrato, exista o no arrepentimiento -que no suele existir en la mayoría de los casos, una vez se afianzan en la pareja-, hay que finalizar esta relación.

 

c)    Relaciones inexistentes

 

Son aquellas en las que el dependiente emocional piensa que tiene pareja, pero realmente no la tiene, o aquellas en las que sabe que no existe relación alguna, pero aguanta el paso del tiempo con una falsa expectativa de que se reanude. Normalmente, en las "relaciones inexistentes" hay sexo esporádico en los encuentros que sí se producen, motivo por el cual el contacto no se rompe del todo; también es posible que dicho contacto no se rompa por otro tipo de intereses como el económico (por ejemplo, el objeto visita a su expareja, dependiente emocional, y le pide dinero).

 

 La cuestión es que el objeto no rompe el contacto por interés sexual, económico o incluso afectivo, para nutrir su ego sabiendo que hay alguien bebiendo los vientos por él o

 

para asegurarse de que siempre tendrá a una persona en la recámara. En fin, de todo menos algo que sea sano y satisfactorio para el dependiente emocional, que se conforma con auténticas migajas con tal de no perder a su objeto. En estas situaciones, a veces el dependiente simultanea la "relación" con el objeto con relaciones que antes he llamado de transición, con personas que no interesan en absoluto pero que se utilizan para distraerse y no sentir la soledad. En cualquier caso, dichas situaciones en las que no se rompe el cordón umbilical con la expareja son extremadamente patológicas, enfermizas, y hay que romperlas de forma taxativa.

 

d)   Conflictos continuos

 

Son relaciones en las que hay enfrentamientos constantes entre el dependiente emocional y su pareja, que normalmente no cumple con el perfil del objeto, por lo que suelen tratarse de relaciones de transición. A veces, los enfrentamientos los propicia precisamente el dependiente emocional bien por descargar sus frustraciones y baja autoestima con la otra persona, bien porque realmente no le gusta su pareja y continúa con ella por miedo a quedarse sola, pagando el compañero, que posiblemente sí tenga sentimientos e incluso sea a su vez también dependiente emocional -de lo contrario, no aguantaría-, estas contradicciones.

 

e)    Ausencia de sentimientos

 

Las relaciones en las que claramente no hay sentimientos por parte de ninguno de los dos miembros de la pareja son farsas que no tienen fundamento. El único motivo para no romperlas es el miedo a la ruptura que, en definitiva, supone obedecer a la necesidad afectiva.

 

Si después del análisis objetivo el resultado se corresponde con alguna de las relaciones descritas, o bien comparte la esencia de las mismas, que es el desequilibrio entre los miembros de la pareja o la falta del sentido básico que cualquier relación debe tener, la decisión es muy sencilla: romper. No hacerlo supone perder salud mental, conformarse con una vida en la que sólo se actúa por miedos y no por objetivos o ambiciones. Dejando de culpar a la infancia, a la familia o a la pareja de las desgracias propias, habrá que asumir esta decisión con todas las consecuencias y con todas las responsabilidades. Romper es posible y necesario en estas situaciones: si no se sabe o no se puede, hay que solicitar ayuda profesional de inmediato, pero también hay que preguntarse sinceramente si se está luchando lo suficiente, si está luchando hasta la última gota de la sangre del dependiente emocional con el fin de mejorar su vida.

 

 Relaciones con una decisión obvia de romper

 

Son aquellas en las que, después del mencionado análisis, se obtienen unos resultados caracterizados por un desequilibrio manifiesto e insoportable entre el dependiente y el objeto. Este desequilibrio, por el que el primero está muy abajo y el segundo muy arriba, se puede manifestar de diferentes formas:

 

a)    Infidelidades continuas y relaciones paralelas del objeto

 

Cuando el dependiente emocional conoce estos hechos y transige con ellos, se está produciendo un desequilibrio mayúsculo en el que el objeto humilla sistemáticamente a su pareja entrando y saliendo de la relación a su antojo, sabiendo que la otra persona aguantará por su miedo a la ruptura.

 

Esta situación es insoportable porque el dependiente aguanta las humillaciones oyéndose encima que es posesivo y celoso, o que no hace más que preguntar o mirar el teléfono móvil de su pareja, cuando ésta es la que está actuando con malicia. Además, hay casos en los que el objeto ni siquiera esconde o disimula sus actos, en lo que es el colmo de la falta de respeto y la humillación inaceptable hacia su pareja. En estas situaciones, es también habitual que se culpe al dependiente, por insólito que parezca, de no tener la mente abierta para aceptar las infidelidades, cuando en el caso contrario serían impensables.

 

b)   Malos tratos

 

En las relaciones entre dependientes emocionales estándar y dependientes emocionales dominantes hay, en muchas ocasiones, maltrato físico y/o psíquico. Si después del análisis de la relación, aparecen comportamientos más o menos recurrentes de maltrato, exista o no arrepentimiento -que no suele existir en la mayoría de los casos, una vez se afianzan en la pareja-, hay que finalizar esta relación.

 

c)    Relaciones inexistentes

 

Son aquellas en las que el dependiente emocional piensa que tiene pareja, pero realmente no la tiene, o aquellas en las que sabe que no existe relación alguna, pero aguanta el paso del tiempo con una falsa expectativa de que se reanude. Normalmente, en las "relaciones inexistentes" hay sexo esporádico en los encuentros que sí se producen, motivo por el cual el contacto no se rompe del todo; también es posible que dicho contacto no se rompa por otro tipo de intereses como el económico (por ejemplo, el objeto visita a su expareja, dependiente emocional, y le pide dinero).

 

 La cuestión es que el objeto no rompe el contacto por interés sexual, económico o incluso afectivo, para nutrir su ego sabiendo que hay alguien bebiendo los vientos por él o

 

para asegurarse de que siempre tendrá a una persona en la recámara. En fin, de todo menos algo que sea sano y satisfactorio para el dependiente emocional, que se conforma con auténticas migajas con tal de no perder a su objeto. En estas situaciones, a veces el dependiente simultanea la "relación" con el objeto con relaciones que antes he llamado de transición, con personas que no interesan en absoluto pero que se utilizan para distraerse y no sentir la soledad. En cualquier caso, dichas situaciones en las que no se rompe el cordón umbilical con la expareja son extremadamente patológicas, enfermizas, y hay que romperlas de forma taxativa.

 

d)   Conflictos continuos

 

Son relaciones en las que hay enfrentamientos constantes entre el dependiente emocional y su pareja, que normalmente no cumple con el perfil del objeto, por lo que suelen tratarse de relaciones de transición. A veces, los enfrentamientos los propicia precisamente el dependiente emocional bien por descargar sus frustraciones y baja autoestima con la otra persona, bien porque realmente no le gusta su pareja y continúa con ella por miedo a quedarse sola, pagando el compañero, que posiblemente sí tenga sentimientos e incluso sea a su vez también dependiente emocional -de lo contrario, no aguantaría-, estas contradicciones.

 

e)    Ausencia de sentimientos

 

Las relaciones en las que claramente no hay sentimientos por parte de ninguno de los dos miembros de la pareja son farsas que no tienen fundamento. El único motivo para no romperlas es el miedo a la ruptura que, en definitiva, supone obedecer a la necesidad afectiva.

 

Si después del análisis objetivo el resultado se corresponde con alguna de las relaciones descritas, o bien comparte la esencia de las mismas, que es el desequilibrio entre los miembros de la pareja o la falta del sentido básico que cualquier relación debe tener, la decisión es muy sencilla: romper. No hacerlo supone perder salud mental, conformarse con una vida en la que sólo se actúa por miedos y no por objetivos o ambiciones. Dejando de culpar a la infancia, a la familia o a la pareja de las desgracias propias, habrá que asumir esta decisión con todas las consecuencias y con todas las responsabilidades. Romper es posible y necesario en estas situaciones: si no se sabe o no se puede, hay que solicitar ayuda profesional de inmediato, pero también hay que preguntarse sinceramente si se está luchando lo suficiente, si está luchando hasta la última gota de la sangre del dependiente emocional con el fin de mejorar su vida.

 


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