Ir al contenido principal

Psicóloga María Jesús Suárez Duque HABILIDADES SOCIALES: Mito 4: Si pongo límites, lastimaré a otros

 


 Mito 4: Si pongo límites, lastimaré a otros 

«Lo peor de decirle que no a mi madre es su “dolor silencioso”», dijo Bárbara. «Dura unos cuarenta y cinco segundos, y se da siempre que le digo que no la puedo ir a visitar. Lo quiebro cuando le pido perdón por ser tan egoísta y fijo una fecha para ir a verla. Entonces, se siente bien. Haría cualquier cosa por evitar ese silencio.» Si pone límites, teme que sus límites lastimen a otro: alguien al que verdaderamente les gustaría ver feliz y realizado: el amigo que les pide el auto prestado cuando usted lo necesita el pariente en aprietos financieros crónicos que le pide desesperadamente un préstamo la persona que le pide apoyo cuando usted mismo no está bien El asunto es que a veces usted toma los límites por un arma ofensiva. No hay nada más alejado de la verdad. Los límites son un arma defensiva. 

Mito 6: Cuando otros ponen límites, me lastiman «Lo siento, Randy, pero no puedo prestarte ese dinero», dijo Pete. «Es un mal momento para mí.» Mi mejor amigo, pensó Randy para sí. Vengo porque tengo necesidad y me rechaza. ¡Qué golpe! Supongo que me sirve para saber qué clase de amistad tenemos en realidad. Randy está preparándose para embarcarse en una vida que no acepta los límites de los demás. ¿Por qué? Porque le lastima estar como «receptor». Hasta hizo un voto emocional de que nunca permitiría que otra persona tuviera esa experiencia. Muchos nos parecemos a Randy. Que alguien responda que no a nuestro pedido de apoyo nos deja un sabor amargo en la boca. Nos sentimos lastimados, rechazados o helados. Nos cuesta concebir que los límites sean útiles y buenos. No es nada agradable tener que aceptar los límites de los demás. A nadie le agrada escuchar la palabra «no». Veamos por qué es tan difícil aceptar los límites ajenos. En primer término, poner límites no apropiados puede ser lesivo, especialmente en la niñez. Un padre puede lastimar a un hijo por no proporcionarle la cantidad correcta de vínculo emocional en el momento oportuno. Las necesidades emocionales y sicológicas de los niños son responsabilidad de los padres. Cuanto menor sea el niño, menos lugares tiene donde recurrir para satisfacer dichas necesidades. Un padre egocéntrico, inmaduro o dependiente puede lastimar a su hijo por decirle que no cuando no es oportuno. Los primeros recuerdos de Robert se remontaban a su cuna, solo en su habitación, por horas y horas. Sus padres sencillamente lo dejaban ahí, creyendo que todo estaba bien porque no lloraba. En realidad, ya había pasado la etapa del llanto y tenía una depresión infantil. El no de sus padres le creó un sentido de no ser deseado que lo persiguió hasta la edad adulta. En segundo término, proyectamos nuestras lesiones en los demás. Cuando sentimos dolor, una reacción es «no reconocer» nuestro dolor y volcárselo a otro. Esto se conoce como proyección. Con bastante frecuencia, las personas que fueron lastimadas por límites no apropiados en su infancia, volcarán su fragilidad en otros. Sienten el dolor ajeno como propio; por lo tanto, evitan poner límites a los demás porque se imaginan lo doloroso que les resultará a esas personas. Robert tenía una enorme dificultad para poner límites con respecto a la hora de acostarse de su hija Abby, de tres años. Si ella se ponía a llorar porque no quería ir a la cama, Robert entraba en pánico, pensando: estoy abandonando a mi hija: me necesita y yo no puedo estar con ella. En realidad, era un padre maravilloso, que le leía cuentos antes de dormirse, oraban y cantaban canciones juntos. Pero él sentía su propio dolor en las lágrimas de su hija. Las heridas de Robert le impedían poner los límites correctos al deseo de Abby de que se quedara cantando y jugando: hasta el amanecer. En tercer lugar, la incapacidad para aceptar los límites ajenos puede reflejar una idolatría. Kathy se sentía dolida y aislada cuando su esposo no quería conversar de noche. Su silencio le producía un intenso sentimiento de alienación. Comenzó a preguntarse si los límites de su marido la estaban lastimando. El problema de fondo, más bien, radicaba en la dependencia de Kathy hacia su esposo. Su bienestar emocional dependía de que él estuviera a su lado todo el tiempo. Él tenía que proporcionarle todo lo que sus padres alcohólicos no le habían dado. Cuando él había pasado un mal día y no le quería hablar, el día de Karen se convertía en un desastre. Si bien nos necesitamos mutuamente, solo Dios es indispensable. Cuando un conflicto con una persona importante en nuestras vidas nos lleva al borde de la desesperación, es posible que estemos colocando a esa persona en el trono que solo le corresponde a Dios. Nunca deberíamos considerar a una persona como la fuente exclusiva del bien. Eso dañará nuestra libertad emocional y espiritual y nuestro desarrollo. Pregúntense: «Si la persona que no puedo aceptar que me diga que no muriera esta noche, ¿a quién recurriría?» Es fundamental que desarrollemos varias relaciones profundas e íntimas. Esto permitirá que los que nos rodean tengan libertad para decirnos que no sin sentirse culpables, porque tenemos algún otro lugar donde acudir. Cuando somos incapaces de aceptar que una persona nos diga que no, le hemos transferido el control de nuestra vida. Solo tienen que amenazarnos con distanciarse, y haremos lo que nos pide. Es bastante común en los matrimonios, donde uno de los cónyuges chantajea al otro con la amenaza de abandonarlo. No se puede vivir así, y tampoco resulta. El controlador seguirá alejándose cuando no se le contente. Y la persona sin límites continuará frenéticamente esforzándose para contentarlo. La obra del Dr. James Dobson, El amor debe ser firme, es un clásico que trata este problema de límites.2 En cuarto lugar, la incapacidad para aceptar los límites ajenos puede indicar que existe un problema para asumir la responsabilidad. Randy, que necesitaba un préstamo de su mejor amigo, ejemplifica este problema. Responsabilizaba a Pete de sus propios aprietos financieros. Algunas personas se acostumbran tanto a ser socorridas que comienzan a creer que su bienestar es problema de otro. Se sienten defraudados y no queridos cuando nadie los libera de sus contratiempos. No aceptan la responsabilidad de sus propias vidas. Pablo les habló con firmeza a los corintios en una carta que se perdió. Les puso límite a su rebeldía. Gracias a Dios, reaccionaron bien: Si bien los entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di cuenta de que por un tiempo mi carta los había entristecido. Sin embargo, ahora me alegro, no porque se hayan entristecido sino porque su tristeza los llevó al arrepentimiento. Ustedes se entristecieron tal como Dios lo quiere, de modo que nosotros de ninguna manera los hemos perjudicado. (2 Corintios 7:8-9) Los corintios respetaron, aceptaron y reaccionaron bien a los límites de Pablo, cualesquiera que hayan sido. Evidentemente asumieron la responsabilidad. Conviene recordar la Regla de Oro de Jesús: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes» (Mateo 7:12). Ponga en práctica esta regla cuando fije límites. ¿Quiere que sus límites sean respetados? Respete, pues, los límites de los demás. Mito 7: Los límites provocan sentimientos de culpa Edward sacudió su cabeza: «Hay algo en todo esto que no está bien para mí» dijo. «Mis viejos fueron siempre tan cariñosos y se preocuparon tanto por mí. Nos llevamos de maravilla. Y después…». Hizo una pausa, buscando las palabras. «Después conocí a Judy y nos casamos. Fue estupendo. Veíamos a mis viejos todas las semanas, y a veces más a menudo. Luego llegaron los hijos. Todo estaba bien. Hasta que tuve un ofrecimiento de trabajo en el otro extremo del país. Era el sueño de mi vida; Judy también estaba entusiasmada. »Sin embargo, fue a contarle a mis padres acerca del ofrecimiento y todo cambió. Comenzaron a hablar de la salud de papá; nunca me había dado cuenta que estuviera tan mal. Y de la soledad de mamá: que éramos la alegría de su vida… Y de todos los sacrificios que habían hecho por mí. »¿Qué hago? Es cierto… me dedicaron sus vidas. ¿Cómo puedo dejarlos a fin de cuentas?» Edward no es el único con este dilema. Uno de los obstáculos mayores para poner límites a los demás son nuestros sentimientos de obligación. ¿Cuánto les debemos a nuestros padres y a tantas personas que nos han tratado con amor? ¿Qué es lo correcto y lo bíblico? ¿Qué no lo es? Muchas personas resuelven el dilema evitando poner límites a las personas hacia quienes sienten una obligación. De ese modo, evitan los sentimientos de culpa que conlleva decirle que no a alguien que ha sido bueno con ellos. Nunca dejan su casa, nunca cambian de escuela ni de iglesia; tampoco cambian de ocupación ni de amistades. Ni siquiera cuando sería una medida madura. La idea es que como hemos recibido algo, debemos algo. El problema está en que se trata de una deuda inexistente. El amor que recibimos, o el dinero, o el tiempo, o cualquier cosa que nos haga sentir una obligación hacia alguien, debería aceptarse como un regalo. «Regalo» es algo sin ningún compromiso. Solo requiere gratitud. El que hizo el regalo no lo hizo pensando en recibir algo a cambio. Fue solo una expresión de amor, quería hacer algo por la persona… y punto. Así considera Dios su regalo de salvación. Le costó la vida de su Hijo. Fue movido por amor hacia nosotros. Nuestra respuesta debe ser aceptarlo, y ser agradecidos. ¿Por qué es tan importante la gratitud? Porque Dios sabe que nuestra gratitud por lo que ha hecho nos hará amar a otros: «Arraigados y edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud» (Colosenses 2:7). ¿Qué le debemos a los que han sido amables con nosotros, que nos han cuidado de todo corazón? Les debemos las gracias. Y con corazón agradecido, deberíamos salir y ayudar a otros. Debemos distinguir entre los que «dan para recibir» y los que dan desinteresadamente. Por lo general, es fácil ver la diferencia. Si el dador está dolido o enojado luego de un sincero agradecimiento, el regalo posiblemente fue un préstamo. Si la gratitud es suficiente, usted posiblemente recibió un legítimo regalo sin sentimientos de culpa adjuntos. Dios nos instruye sobre la separación del agradecimiento y los límites. En Apocalipsis, en las cartas a las siete iglesias, selecciona a tres (Éfeso, Pérgamo y Tiatira): 1. Elogia sus logros (gratitud). 2. Les dice que, a pesar de eso, tiene «algo contra ellas» (2:4,14,20). 3. Las enfrenta con su irresponsabilidad (los límites). No permite la confusión entre ambas cuestiones. Tampoco nosotros deberíamos permitirlo. Mito 8: Los límites son permanentes, y tengo temor de quemar mis naves «Pero, ¿y si cambio de parecer?» preguntó Carla. «Estoy segura que le pondré un límite a mi mejor amiga, y luego me dejará y se olvidará de mí.» Es importante comprender que su no le pertenece. Usted es dueño de sus límites. Los límites no son su dueño. Si pone límites a alguien, y la persona reacciona con madurez y comprensión, es posible negociar nuevamente el límite. Además, puede modificar el límite cuando se sienta más seguro. Cambiar y negociar nuevamente los límites tiene varios precedentes bíblicos: Dios decidió no destruir a Nínive, por ejemplo, cuando la ciudad se arrepintió (Jonás 3:10). Además, Pablo rechazó a Juan Marcos para un viaje misionero porque el joven lo había abandonado (Hechos 15:37-39). Sin embargo, años más tarde, Pablo solicitó la compañía de Juan Marcos (2 Timoteo 4:11). El tiempo estaba maduro para cambiar su límite. Como posiblemente habrá notado, algunos de estos mitos son evidentemente ideas falsas que usted puede haber aprendido a partir de enseñanzas erróneas. Otros, sin embargo, son simple resultado del temor a decidirse y decir que no a la responsabilidad no bíblica. Medite en oración en qué mitos está enredado y atrapado. Escudriñe la Escritura mencionada en este capítulo. Y pídale a Dios que le dé la certeza de que él cree más que usted en buenos límites.

Los límites apropiados no controlan, ni atacan ni lastiman a nadie. Solo protegen los tesoros de ser robados.Decirle que no a un adulto, con responsabilidad para satisfacer sus propias necesidades, puede causarle alguna molestia. Tendrá que buscar en otro sitio. Pero nadie saldrá herido. Este principio no se aplica solamente a quienes les gustaría manipularnos y controlarnos. También se aplica a las necesidades legítimas de los demás. Incluso cuando alguien tiene una dificultad valedera, hay momentos cuando no podemos sacrificarnos por uno u otro motivo. Jesús se alejó de las multitudes, por ejemplo, para estar a solas con su Padre (Mateo 14:22-23). 

En dichas situaciones, debemos permitir que cada uno asuma su responsabilidad y cargue su «mochila» (Gálatas 6:5) o que busque en otro lado donde satisfacer sus necesidades. Este es un punto crucial. Todos necesitamos algo más que a Dios y a un mejor amigo. Necesitamos un conjunto de relaciones de apoyo. Por una sencilla razón: tener más de una persona en nuestra vida permite que nuestros amigos sean humanos, que estén ocupados, que no siempre estén disponibles, que sufran y tengan problemas propios, que dispongan de tiempo para estar a solas. De ese modo, cuando no podemos contar con una persona, tendremos otro número telefónico para llamar, otra persona que nos pueda dar algo; y no quedaremos cautivos de los conflictos de horario de una sola persona.

A Dios no le preocupa que sus límites nos lastimen. Sabe que debemos asumir la responsabilidad de nuestras vidas, cuando nos dice no, nos ayuda precisamente a asumirla. 


RESERVA ONLINE👍 

PSICÓLOGA INFANTIL, ADOLESCENTES, ADULTOS Y MAYORES

TERAPIA DE PAREJA

TERAPIA DE FAMILIA

PSICÓLOGA ONLINE Y PRESENCIAL 

 

 

Atención psicológica en problemas de: 

Atención psicológica en:

 Atención psicológica en otros trastornos:

 

Precio 60 euros

Duración 1 hora

Pedir cita: 

Consultas

 

Centro de Psicología María Jesús Suárez Duque

C/ Tunte,6 Vecindario (Frente al Centro Comercial Atlántico, a la derecha de la oficina de correos)

Pedir cita: 630723090

https://www.psicologavecindariomariajesus.com/

Comentarios

Entradas populares de este blog